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María del Mar del Pozo: “Las leyes no cambian la Educación de un país; son los profesores, los maestros”

Un 8 de diciembre de 1962 una maestra represaliada por el franquismo se atreve a escribir un artículo ensalzando a su Maestro, don Ángel Llorca, y, de paso, la escuela de la Segunda República. Era Justa Freire. Hablamos con su biógrafa, María del Mar del Pozo, de la Justa Freire de antes y después de la guerra civil.
Saray MarquésMiércoles, 8 de diciembre de 2021
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María del Mar del Pozo Andrés es profesora de Teoría a Historia de la Educación en la Universidad de Alcalá de Henares.

Un 8 de diciembre de 1962 se publicaba en MAGISTERIO (entonces El Magisterio Español) Don Ángel Llorca, el homenaje que Justa Freire, también maestra, dedicaba al director del Grupo Escolar “Cervantes”. Un artículo muy significativo según la biógrafa de Justa Freire, María del Mar del Pozo Andrés, pues suponía ensalzar la escuela de la II República por primera vez tras la guerra civil.

De la mano de Del Pozo indagamos en la figura de una maestra que fue “luz en las sombras”, Doña Justa, que dio su vida por la escuela, por los niños.

 ¿Le apena que Justa Freire haya perdido este año su calle en Madrid?
–En mayo el Tribunal Superior de Justicia de Madrid decidió restituir el nombre de las calles Caídos de la División Azul y General Millán Astray [antes Justa Freire], y entonces me causó bastante impresión. No creía que fueran a entrar en temas que son más bien académicos. Yo viví cómo se seleccionaron los 52 nuevos nombres de las calles de Madrid y hubo una comisión de expertos [en 2017, con Manuela Carmena como alcaldesa] que aunó muchas sensibilidades. Era gente muy respetada que llegó a grandes consensos, que es lo que necesitamos, sobre todo en temas como dar un nombre a un espacio público, que es algo que vivimos todos, pasamos todos por allí y tiene que ser algo que nos satisfaga al menos a una gran parte de la mayoría. Pero, una vez conocida la sentencia, ya sabía que era cuestión de tiempo [la placa se cambió a finales de agosto].

También parece que la Institución Libre de Enseñanza volverá a ser Hermanos García Noblejas.
–Bastante increíble, porque creo que, en cualquier instancia que se pregunte, hay un gran consenso en torno a todo lo positivo que ha supuesto la Institución Libre de Enseñanza.

En 2017 se cambiaron esas calles en nombre de la Ley de Memoria Histórica.
–El concepto de memoria para mí no es la memoria histórica. Siempre pienso que hay que recordar, pero no exclusivamente a unas personas represaliadas en la guerra civil o el franquismo, sino a personas de todas las etapas que aportaran algo. Por mi perspectiva, mi formación y mi trabajo, me parece que poner nombres de maestros, maestras y educadores, y también de científicos y artistas y literatos, es interesante, porque pienso que son personas que han contribuido a que vivamos en un mundo mejor y que generan un consenso absoluto.

Ahí está la calle López de Hoyos, que fue el maestro de Cervantes en el siglo XVI. El alcalde al que se le ocurriera tuvo una idea maravillosa, porque Cervantes no sería Cervantes sin ese maestro, y es reconocer lo que le debe, y dar importancia a la Educación. Alguien que piensa que es lo que es por sí mismo, que nadie le ha influenciado, es demasiado orgulloso y pretencioso, porque en la vida te acompañan una serie de personas, y los maestros y maestras son clave.

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Alguien que piensa que es lo que es por sí mismo, que nadie le ha influenciado, es demasiado orgulloso y pretencioso

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¿Como Justa Freire?
–Sí, desde la Fundación Ángel Llorca recogí testimonios de distintas personas desde hace 20 años que decían que lo que habían sido en la vida se lo debían al Grupo Escolar “Cervantes”, donde ejercía una maestra llamada Justa Freire.

¿Y cómo se decidió que merecía esa calle que luego se le arrebató?
–El Ayuntamiento pidió a miles de personas, a título individual y también a asociaciones, que enviaran información. Yo, como parte de la Fundación Ángel Llorca, escribí una página con una breve biografía de Justa Freire. Antes habíamos hecho la propuesta de Ángel Llorca, que, por cierto, tiene desde entonces su calle, nadie ha reclamado y ahí sigue.

El trabajo de la comisión fue indecible para seleccionar 52 nombres de entre las miles de peticiones que se recibieron. Y Justa Freire era una gran desconocida. Yo había escrito una biografía en 2013, pero, como a otras maestras de los años treinta, no se le conocía. Tras la guerra cayó una losa de silencio. Cuando acabó el franquismo se empieza hablar de la gente de la universidad, los institucionistas, Giner de los Ríos, pero no se habla aún de los maestros y maestras.

Hace 20 años se da un giro historiográfico y entonces se decide recordar a personas humildes, personas ordinarias que dejaron una huella en sus alumnos muy grande. Ahora llevamos este tiempo trabajando para rescatar a maestras y maestros interesantes.

Esto pasó con Justa Freire. Las asociaciones vecinales que se habían leído el libro empezaron a pedir una calle para Justa Freire. Fue un movimiento desde abajo. También es verdad que en la calle Millán Astray muchos vecinos no eran muy favorables a cambiar el nombre, sobre todo los que tenían allí negocios.

Entonces se grabó un documental, se decidió desde el Comisionado de la Memoria Histórica del Ayuntamiento, su responsable, Chema Urquijo, para que se viera el valor de que cambiara ese nombre. En septiembre parece que los vecinos ya estaban en general contentos.

¿Cómo está España de memoria?
–Creo que tendríamos que ponernos de acuerdo en transmitir un relato de lo que pasó en la guerra civil y el franquismo. A mí me da envidia que Chile tenga un museo de la memoria, y que en Berlín sobre los cimientos del cuartel de las SS haya una exposición de memoria histórica. En España no hay un relato histórico consensuado. Y ese es el relato que deberíamos transmitir a los jóvenes…Tengo la impresión de que la mayoría de los profesores de Secundaria de Historia han estado alargando lo que pueden el siglo XIX para, en el último momento, pasar corriendo y no tener conflictos. En el propio museo de Historia de Madrid no está la historia del siglo XX. Esto demuestra una carencia muy preocupante.

¿Cómo debe hacerse?  Tampoco a golpe de ley. No confío ni ahora ni nunca en que las leyes educativas cambien la realidad educativa. Entiendo que a los ministros les encante dejar su nombre en una ley. En Historia de la Educación vemos que las leyes no cambian la Educación de un país. Son los maestros, los profesores. Ya lo decía Cossío: “El maestro es lo que importa”. Si quieres que cambie la Educación y que los maestros transmitan contenidos de memoria histórica, deben vivirlo y creerlo ellos. Si no, sucederá como con los maestros del franquismo cuando enseñaban lo de la Falange. Impartían Formación del Espíritu Nacional, pero no con mucha convicción, porque no se crearon muchos falangistas. Sí daban Religión con mucha convicción, pues solían ser muy católicos, pero no sentían tanto la Formación Espíritu Nacional y no lo transmitieron especialmente. Tienes que convencer y los maestros lo tienen que hacer suyo.

Por ejemplo, cuando se dice que la Segunda República fue una etapa maravillosa para la Educación, ¿sabes que no hubo una ley de Educación Primaria? Fue una época de construir muchas escuelas, y de decretos -para cambiar la formación de los maestros, la inspección…- pero no se modifica el currículo ni la estructura de la escuela. Sí se hacen cursos y actividades para integrar a los maestros y convencerles de que la obra republicana era importante y de que los maestros serían los protagonistas, pero no hubo una ley sino una labor de concienciación.

Entonces el ministro de Instrucción Pública iba por los pueblos los fines de semana, se reunía con los maestros, la mayoría de ellos había visto al ministro. Esa era la labor que se hacía desde el Ministerio. No creo que la Educación en España ni ahora ni nunca cambie a golpe de ley. Cambia por los maestros, y eso es lo que me lleva a pensar que nuestras calles deberían visibilizar más el papel de las maestras y los maestros. Quedan muchísimos por descubrir, es una labor pendiente.

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Cuando se dice que la Segunda República fue una etapa maravillosa para la Educación, ¿sabes que no hubo una ley de Educación Primaria?

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¿Siente que Justa Freire, aunque tuviera su calle de quita y pon, sigue sin ser del todo conocida?
–Todo el mundo al mencionar a Justa Freire habla de la II República, la guerra y la prisión. Justa Freire no fue una mujer reivindicativa, combativa públicamente, como ahora se la presenta. Era una mujer que a su manera era una gran luchadora, pero desde una gran discreción y humildad.

Sí que fue siempre fiel a sí misma. Yo he visto muchos expedientes de depuración en el franquismo y muchos maestros de izquierdas se pliegan, denuncian a sus compañeros. Hubo expedientes de depuración para unos 35.000 maestros, y el cuestionario era para todos igual. En la última pregunta se les incita a denunciar a otros compañeros por actuaciones contrarias al movimiento nacional y a los ganadores. Ella dice que se había dedicado a estar en su escuela y en las colonias y a trabajar, y que no sabe nada. Algo así te define. Siempre fue fiel a sí misma, nunca en ningún expediente denunció a nadie para que le repusieran en su puesto, nunca se pone del lado de los vencedores.

Sí va reconociendo que es católica, por ejemplo. Da clases de Religión en el Colegio Británico y va teniendo cada vez más sentimiento religioso. En su expediente figura que ya ha pagado por el delito por el que se la condenó pero que no hizo, que ha pagado con cárcel por un delito que no reconoce. Decir esto a un ministro de Educación en los años 50 no es fácil.

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Justa Freire fue siempre fiel a sí misma

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Entre otras facetas, colaboró con El Magisterio Español.
–Los artículos de El Magisterio Español son curiosísimos, de una carga simbólica tremenda. Primero, porque quien más la persiguió fue Eduardo Canto Rancaño, director de El Magisterio Español en los años cuarenta. Cuando ella escribe sus artículos ya lo habían marginado, porque realmente era muy extremista incluso dentro del régimen. Entonces le permiten volver a escribir, y “cuela” un recuerdo a Ángel Llorca. No dice explícitamente que es la escuela de la II República, pero pone los años, y dice que fueron tiempos difíciles.

En aquel momento se están haciendo varios decretos para escuelas-hogar, donde niños de los pueblos en régimen de internado completan la Educación Secundaria para su progreso social. Y ella dice: Esto es lo que queríamos en los años veinte en el Grupo Escolar “Cervantes”: Muy buena formación y Educación social a través del comedor, higiene, de darles un capital cultural muy elevado, para que con esa formación pudieran tener un mejor futuro profesional. Esto ya lo hicimos. Muy sutilmente explica que lo que en los años sesenta plantean los gobernantes del franquismo es heredero de la tradición del Grupo Escolar “Cervantes”.

En los setenta ya el franquismo se inspira en lo que se hizo en la II República y en años anteriores. Hay aspectos de la Ley General de Educación copiados del decreto de creación del Instituto-Escuela en 1918. Pero ella lo ve muy pronto, en 1962, en 1963, que hay esa inspiración. Sus artículos eran increíbles, porque decía las cosas muy sutilmente, muy suavemente. Si no, no se habrían publicado. Esa es Justa Freire: siempre muy suave, de pocas palabras. Y siempre fiel a sí misma.

No cambió nunca sus creencias, sus valores fueron siempre los mismos, pero se fue adaptando a los momentos históricos que le tocó vivir, con una capacidad de resistencia, hoy diríamos de resiliencia, también valorable. Imagínate que pasas la guerra civil, ya de por sí durísima, y pierdes tus tres oposiciones al volver, las tres que te llevan a ser directora escolar, y te ves en la cárcel y sin nada y te reconstruyes a ti misma y no dices ni una palabra de condena ni de crítica ni de rencor. En sus escritos privados jamás hay una palabra de rencor. Justa Freire no odia a nadie. Todas sus energías las enfoca a reconstruirse a sí misma y a que no se olvide lo que hicieron Ángel Llorca, el Grupo Escolar “Cervantes”… A que se recuerde su trabajo.

¿Pudo volver a ser maestra?
–Es separada del Magisterio Público, se queda sin empleo ni sueldo, y al salir de la cárcel, para sobrevivir, da clases particulares. En los cincuenta se revisa su expediente de depuración y se dice que puede ingresar de nuevo en el Magisterio Público, pero una mano anónima, se sospecha que Eduardo Canto, añade que en ningún momento puede volver a Madrid. Entonces estuvo en la escuela pública en Manresa, y se quedó horrorizada de cómo se había transformado la escuela. Y, finalmente, pasa a dar clases de Religión en el Colegio Británico.

En los sesenta la adscriben a un centro de orientación didáctica en una especie de comisión de servicios, y es ahí cuando escribe artículos, o un método para leer y escribir para niños de la escuela rural, para que aprendan con palabras con un significado especial para ellos. Con Ángel Llorca había desarrollado un método de lectura similar en los años veinte, y ella lo mejora para los años sesenta. Cree que puede servir para avanzar en la alfabetización, pero en el Ministerio no le hacen caso. Ella es optimista y sigue escribiendo.

Justa Freire, en los años veinte en el comedor del Grupo Escolar «Cervantes».

Don Ángel Llorca (El Magisterio Español, 9.218-9.219)

  • «El Grupo «Cervantes» se organizó con miras educativas por excelencia: capacitación del Maestro y del niño en un ambiente, creado por ellos, de limpieza, de orden, de belleza, de actividad constante y variada en la medida de las posibilidades de todos y cada uno en particular»
  • «La actuación del Maestro se dio siempre «en función de la actividad del niño». La cultura, puesta al servicio de la educación, alcanzó un nivel insospechado en los niños y en los Maestros…»
  • «No había premios ni castigos: la alegría que supone para el niño la constante superación en el trabajo o la inquietud que produce el no poder llegar tan rápidamente donde los demás fue acicate que impulsó a los más –ayudados cariñosamente por el Maestro– a un esfuerzo mayor para conseguirlo. Para los Maestros, el mayor premio, el cumplimiento del deber»
  • «La ayuda mutua de todos, la colaboración en todos los momentos de la vida de la escuela en todas las actividades, fue la norma del ensayo que pudo encarnar parte de las ilusiones de don Ángel Llorca…»
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