22 consejos para relacionarse con la escuela
Por Javier Peris
Pasan muchas horas y durante muchos años en la escuela… ¿les vas a dejar solos? “Es que a mí me dejaban solo y no he salido tan mal”. Las cosas han cambiado, vaya si han cambiado, y en este caso para bien. Por el bien de los hijos, de los padres y de la propia escuela la relación entre los padres y el centro es hoy más fluida, más intensa y, por supuesto, más útil. Desaprovechar los canales de comunicación y participación constituye simplemente una irresponsabilidad. Una dejación de la obligación de educar.
- Escuelas trasparentes. Es verdad que ha decaído la autoridad del profesor y del centro, pero también ha habido cambios positivos en la docencia y en el funcionamiento de la escuela: más formación, más exigencia, más transparencia, menos conformismo. Muchos padres, incluso algunos muy jóvenes, siguen con un chip completamente desfasado y creen que la relación con el colegio debe ser restrictiva y reducirse a unos pocos hitos a lo largo del curso y casi todos festivos.
- Conócelos. Leer los estatutos, la historia del centro, sus publicaciones, memorias, la actividad en redes, iniciativas sociales y culturales… Antes de hablar hay que documentarse, conocer bien al interlocutor, al menos en sus intenciones confesadas. Todavía hay padres que se escandalizan porque un símbolo religioso preside las aulas o, al contrario, porque sus hijos han terminado el Bachillerato sin saber si María Magdalena es un personaje bíblico o sólo la protagonista de un puñado de canciones.
- Qué les preocupa. Difícilmente vamos a comprender a los centros y a los docentes si no conocemos sus inquietudes y preocupaciones. Debemos estar al día de las noticias que afectan a los centros y al profesorado: condiciones de trabajo, salarios, estatus laboral, reivindicaciones… Los medios de comunicación son la fuente habitual, pero sacar estos temas con los docentes es algo completamente natural.
- La tutoría. Es el principal instrumento de colaboración entre padres y escuela para analizar el rendimiento y la felicidad del alumno y tomar las medidas necesarias para que uno y otra crezcan de manera equilibrada. Para eso hay que exigir que se cumpla el calendario de tutorías y que se estas sean de calidad, por extensión y por intensidad. Hay que prepararlas en casa y exigir lo propio a los tutores. Y cuando llega la reunión, ser sinceros y pedir a los tutores la misma sinceridad.
- El trabajo docente es tan intenso -y generalmente ingrato- que unas pocas palabras de felicitación o una breve nota de agradecimiento alegran el día al profesor a la vez que te allana el camino para que sugerencias o quejas sean bien recibidas. Y si el tutor o el profesor es inteligente, buscará esa misma complicidad resaltando los aspectos positivos del alumno o alumna, porque todos los tienen.
- Promover cambios. Damos por supuesto que en el centro escolar hay muchas cosas inamovibles: horarios, logística de transporte, menús, recursos disponibles para salidas, viajes, contenidos extracurriculares, equipamiento cultural y deportivo… Las escuelas, sin embargo, son más proclives a los cambios de lo que parecen y, por supuesto, más flexibles que otras instituciones. Promover cambios no sólo es posible, también es necesario para el centro.
- Rozarse con el Ampa. Qué pereza relacionarse con los otros padres. Menos mal que tenemos los medios digitales, foros, grupos… Pues bien, no es suficiente. Existe un instrumento muy concreto de debate y participación que es el Ampa, y depende nosotros y nosotras que resulte útil para todos. Escuchar y leer lo que se allí se cuece es solo un comienzo. Hay que implicarse de una manera u otra. Y hay que rozarse con los demás padres, piensen como piensen y sean como sean.
- Consejo Escolar. Es un órgano más formal que el Ampa pero también mucho más poderoso. De él dependen, entre otras cosas, los presupuestos y la elección de la Dirección. Tradicionalmente padres y madres han participado poco, muy poco, y hoy en día… sigue ocurriendo lo mismo: solo entre un 10 y un 15% de los padres se molestan en votar a sus representantes en el Consejo. Como se suele decir ante cualquier tipo de elecciones: luego no te quejes.
- Seres humanos. Escuelas, Ampa, Consejo… Al final, detrás y delante de cada institución y órgano solo encontramos personas concretas, y cada una es como es. No podemos esperar toparnos con el tipo ideal de docente ni aspirar a que el director o directora sea especialista en Recursos Humanos, innovación pedagógica, organización de procesos y relaciones interpersonales, y todo al mismo tiempo. Todos fallamos en algo. Sé realista. Lo mejor es enemigo de lo bueno.
- Como ciudadanos que pagan sus impuestos no nos sentimos obligados a echar una mano en el centro de salud o en la delegación de Hacienda, aunque sea fregando los pasillos el fin de semana. La escuela sigue siendo diferente, y ojalá esto no cambie. Ayudar al centro escolar es una responsabilidad de los padres, bien con dinero o con tiempo, o con ambas cosas. Lo más fácil, claro está, es dar ideas; todos las tenemos. Poner patas a esas ideas es más trabajoso pero también muy satisfactorio.
- Acompañar al niño o la niña a participar en torneos escolares puede ser relevante o no para los hijos, pero siempre resulta muy conveniente para familiarizarse con algunos profesores y charlar con otros padres sobre la experiencia de cada uno en su relación con la escuela. Este contacto presencial e informal puede resultar más útil que muchas reuniones y circulares.
- Es más fácil decirlo que hacerlo pero hay que intentarlo: no obsesionarse con los resultados académicos y aprovechar el entorno escolar para que los pequeños prueben otras cosas. Club de debate, teatro, cinefórum, club de lectura, club de música… Si los padres trasladan su interés por estas actividades el centro pondrá algo de su parte. Y para que salga redondo, los padres deben participar de alguna manera.
- Docentes por un día. A veces los docentes piden a los padres que intervengan en las clases de sus hijos para ilustrar con su experiencia algún contenido curricular. Casi siempre es un fastidio pero sirve y mucho para mantener una relación fluida e inmediata con los profesores. Y de paso comprobamos lo agotador que puede ser mantener la atención de los chavales durante 50 minutos. Y cómo desanima comprobar el poco interés que suscita el turno de preguntas.
- Orientación. Es la asignatura pendiente en los colegios públicos y privados. Es muy raro que el centro cuente con los profesionales necesarios para hacer un buen diagnóstico de las capacidades y del carácter de cada alumno para hacer propuestas de futuro que les hagan más felices. Pero todavía lo tienen más difícil si madres y padres no les ayudan y dedican un poco de tiempo a aprender, primero, y a pensar, después, sobre los aspectos más básicos de la orientación académica.
- Profesores mudos. Ponemos nuestra mejor voluntad en mantener un relación fluida y productiva con el profesor… pero este no responde. En este caso podemos quejarnos en casa, en las conversaciones con los demás padres e incluso en las redes sociales. No servirá de nada. Si de verdad creemos que determinado profesor está fallando existen canales apropiados, y discretos, que garantizan al menos una explicación y, casi seguro, una solución.
- Padres palizas. Los profesores suelen pecar por defecto y lo padres, por exceso. No seamos padres y madres pesados, que aprovechan cualquier oportunidad para hablar de nuestros hijos o del centro sin respetar el momento o el lugar. Por supuesto, las llamadas de teléfono deben ser por iniciativa solo del docente, y los mensajes de móvil, que deben ser muy raros, solo para concertar o desconvocar citas.
- La protesta organizada. Todos hacemos las cosas, o muchas de ellas, no tanto por convicción sino simplemente para evitar consecuencias indeseadas. Parece un motivo muy mediocre, pero así ocurre. No hay que despreciar, por eso, el recurso de la protesta organizada cuando el centro se opone de manera reiterada y poco justificada a un cambio, una mejora o una inversión que creemos necesarios. Lo más importante, en esta coyuntura, es mantener la sonrisa y el espíritu constructivo, que no se convierta en algo personal.
- El director. Merece un comentario aparte. En algunas autonomías se han visto obligados a subir drásticamente los complementos salariales a directores y directoras de centros públicos porque nadie quería serlo. Y es que se trata de un trabajo duro, mal pagado y bastante solitario. La buena noticia es que, por lo general, son personas que ejercen su tarea directiva con prudencia, ecuanimidad y una enorme pacencia. Merecen, por eso, respeto y comprensión.
- Padres pasotas. Por supuesto que es posible presumir de tener unos hijos estupendos y al mismo tiempo de no haber acudido jamás a ningún acto escolar de carácter educativo o informativo. Vale, pero has jugado con fuego. Además de ser una descortesía con las personas que te están ayudando a educar a tus hijos, has renunciado a conocer algún enfoque, idea o persona que te habrían enriquecido.
- Hoy toca festival. En los primeros años no hay que esforzarse mucho para asistir, y con cierta ilusión, al acto festivo que han preparado los niños para sus padres. En Navidad, Pascua o con cualquier otra excusa, el centro hace un esfuerzo por distraer a los alumnos de las obligaciones académicas y recaba la presencia de los padres para acompañar o incluso participar en el acto de esparcimiento. No hace falta explicar por qué las ventajas de asistir son mayores que los inconvenientes.
- Situaciones de crisis. Ha ocurrido algo grave, una de esas cosas que hacen que un colegio salga en los periódicos y no para bien. Por supuesto el centro se apresurará a realizar algún comunicado que, por supuesto, los padres considerarán insuficiente. Paciencia, prudencia y no alimentar la rumorología.
- Orgullo de escuela. Podemos tener reproches contra determinado profesor o contra el centro en general. Es normal y casi inevitable, pero hacemos un flaco favor a los niños si los verbalizamos delante de ellos. Los alumnos necesitan valorar la escuela, su escuela, la misma donde harán amistades o relaciones que durarán toda la vida y que recordarán con cariño cuando crezcan.
Y tres películas de Maricastaña
La calumnia (1961)
¿Qué puede ser tan grave para que un director como William Wyler ruede ‘dos veces’ la misma película y con casi treinta años de diferencia? La difamación, la calumnia. La censura de los años 30 dejó un mal sabor de boca al director de Ben-Hur y quiso resarcirse contando de nuevo, sin cortapisas, el desolador paisaje que dejó tras de sí la campaña difamatoria contra dos mujeres (Audrey Hepburn y Shirley MacLaine) que dirigen un colegio que solo pretende enseñar a las niñas.
La herencia del viento (1960)
Otra película de Maricastaña, pero es que las de ahora se parecen mucho todas (¡cuánto daño hizo El Club de los Poetas Muertos!). El juicio contra un profesor que enseñaba la evolución de Darwin en una pequeña localidad de la América profunda. Un hecho real que ilustra las dificultades que puede tener una escuela en su relación con el entorno social. Spencer Tracy, inconmensurable en su papel de abogado defensor. Para debatir: ¿sigue habiendo ‘darwins’ en la escuela española?
Semilla de maldad (1955)
El título en castellano es un poco excesivo, aunque el original no es menos expresivo: The Blackboard Jungle. Puestos a elegir una de las decenas de películas que muestran a docentes luchando por motivar alumnos o incluso por su integridad física, elegimos una de las primeras. Glenn Ford, en el trillado papel que una década después repitió con más éxito Sidney Poitier en Rebelión en las Aulas.