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Alcohol: ¿consumo moderado o abstinencia?

padresycolegios.comSábado, 1 de enero de 2022
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Es una de las grandes preocupaciones cuando llega la adolescencia, perenne motivo de discusión y causa de innumerables castigos. Ante el alcohol entre adolescentes, hay básicamente dos posturas: abstinencia total o cierta permisividad basada en la confianza y la responsabilidad.

Autor: Rodrigo Santodomingo

Este mes de enero se puso en marcha en toda España un programa dirigido a evitar el consumo y compraventa de drogas (fundamentalmente hachís) en las inmediaciones de los centros de Secundaria.
Es sin duda un problema gravísimo, una preocupación que atañe a un número creciente de familias. Pero si los porros se han extendido como la pólvora entre nuestros adolescentes, la ingesta de alcohol no le va a la zaga.
Muy al contrario, todos los indicadores apuntan a que nuestros chavales se introducen cada vez antes en el consumo de este estupefaciente legal y socialmente aceptado. Un porcentaje importante cae en el consumo abusivo antes de llegar a la edad adulta; otros acarrearán problemas físicos y psicológicos durante el resto de su vida.
Ante esta evidencia, las autoridades, ONGs y otros colectivos implicados en el asunto están optando por dos vías de aproximación a la relación entre alcohol y adolescencia. El psicólogo Luis García Campos resume ambas posturas: «Mientras unos dicen que la abstinencia o la educación en el no consumo deben ser sus ejes prioritarios, otros apuestan por trabajar a favor de reducir en lo posible los riesgos, asumiendo el grado de integración que las bebidas alcohólicas tienen en nuestra sociedad». De hecho, un reciente estudio de la Universidad de Maryland (EEUU) realizado sobre más de 400 adolescentes demostraba que las estrategias preventivas dirigidas a la abstinencia no conseguían alejar a los chicos y chicas del alcohol y ni siquiera reducir su nivel de ingesta.
El testimonio de una madre aparecido en una publicación de la Fundación Alcohol y Sociedad ilustra una postura más realista, aquella que se centra en aplacar el abuso y no en el mero consumo de alcohol. «Mis hijos», asegura Marta Peláez, «como la mayoría de los chicos y chicas, han bebido alcohol. Una vez, Ernesto, el mayor, volvió a casa con un ojo morado. Creo que la absurdidad de las consecuencias de abusar del alcohol le han servido para aprender a ser más responsable».
Y es que, como afirma García Campos, «las drogas legales se presentan en nuestra sociedad como objetos de consumo atractivos y deseables». El adolescente no vive aislado de un clima de opinión del que seguramente también participan los padres. Si el padre o la madre beben en casa, ¿tienen legitimidad para decirle a sus hijos que beber es malo per se? ¿No resultaría más apropiado cambiar la frase por emborracharse es malo?
Así piensan muchos, para quienes la lucha debería centrarse en que no se trivialicen los episodios de consumo abusivo todos los fines de semana. Salir a pillarse el pedo, en otras palabras.

MITOS Y REALIDADES SOBRE EL CONSUMO

La Fundación Alcohol y Sociedad ha editado una guía para alumnos que recoge una lista de falsos mitos asociados al consumo de alcohol. Confiamos en que alguno te sirva cuando el tema surja en la familia.

Mito: lo peor que me puede pasar por emborracharme es la resaca. Realidad: embriagarse provoca accidentes, comas etílicos e incluso la muerte.

Mito:el que bebe demasiado sólo se perjudica a sí mismo. Realidad: de media, los problemas de alcohol afectan a cuatro personas más además del bebedor. Eso sin tener en cuenta los accidentes de tráfico…

Mito: vomitando se elimina más rápido el alcohol. Realidad: cierto, pero sólo menos de un 2% de lo que se ha ingerido, insuficiente para reducir el nivel de alcoholemia.

Mito: los estimulantes hacen que se pase la borrachera. Realidad: pueden despejar momentáneamente, pero no metabolizan el alcohol, que sigue en el organismo.

Por su parte, Luis García Campos ofrece una serie de pautas de ingesta para reducir el impacto de consumos agudos. He aquí algunas: dejar el vaso en la barra entre trago y trago; tomar tragos cortos; comer algo antes de beber; evitar las rondas; competir con el bebedor más lento (sin que él lo sepa: sólo como referencia); alternar una bebida alcohólica con otra que no lo sea.

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