Aprender a comer sano a través del juego
La obesidad infantil es uno de los problemas de salud pública más importantes de nuestro siglo: casi el 40 % de los niños españoles de entre tres y ocho años sufren esta enfermedad.
Por Diana Oliver
En los últimos años ha habido un aumento del interés por la alimentación saludable como uno de los factores que influyen en una vida más sana. Y no es para menos. Según el último informe de la European Heart Network, las enfermedades cardiovasculares –causadas por factores dietéticos modificables– son la primera causa de muerte en Europa. Esto no afecta sólo a los adultos. Si nos centramos en la infancia, la obesidad infantil es uno de los problemas de salud pública más importantes de nuestro siglo: casi el 40 % de los niños españoles de entre tres y ocho años sufren esta enfermedad. La educación alimentaria, en casa y en la escuela, y crear entornos saludables son fundamentales para ofrecerles una vida más sana y feliz en el presente pero también a futuro.
¿Cómo convertir nuestro hogar en un entorno saludable?
Para Griselda Herrero, dietista-nutricionista y autora de Comer bien en familia (ESPASA), lo primero y más importante, es predicar con el ejemplo. “No podemos pretender que nuestros hijos coman saludable si nosotros no lo hacemos (y no nos ven disfrutar de ello)”. Para Herrero es muy importante que los alimentos que haya en casa sean en su mayoría saludables. “Será mucho más fácil que nuestros hijos coman fruta si les damos a elegir entre 2 o 3 tipos de frutas que si les pedimos que elijan entre una fruta y un bollo de chocolate. Esto no implica, cuidado, que nos obsesionemos con que sólo entren alimentos súper sanos en casa; pero sí deben ser la mayoría y tenemos que enseñar a nuestros hijos a gestionar el consumo del resto para que entiendan que es mejor que no formen parte de nuestro día a día”, explica.
Si queremos crear un entorno más saludable también es importante la planificación de los menús, ya que esto nos permitirá hacer una lista de la compra saludable y preparar comidas más saludables. Sobre esto Griselda Herrero considera interesante implicar a los niños en estas tareas y hacerles partícipes. También es fundamental tomar conciencia de que no se trata sólo de “comer bien”. Según la dietista-nutricionista es fundamental que intentemos “realizar actividades dinámicas que impliquen actividad física con nuestros hijos, mantener una buena higiene del sueño, limitar el uso de pantallas –incluso destinar un espacio libre de ellas en casa; por ejemplo, a la hora de comer–, enseñar a nuestros hijos a tener una comunicación emocional efectiva y evitar conductas malsanas como el consumo de alcohol o tabaco”.
En la mesa sí se juega
La evidencia científica ha demostrado que comer en familia y mantener una organización familiar con las comidas, no sólo previene el sobrepeso y la obesidad infantil, sino que ayuda a que se incorporen patrones de conducta saludables con relación a la alimentación. Explica Griselda Herrero que la infancia, y sobre todo los ocho primeros años de vida, es la etapa donde se genera el desarrollo de competencias sociales, cognitivas, bienestar emocional o salud física, todas ellas fundamentales para generar unos buenos cimientos educativas. En este sentido, según Herrero, “hemos de ver el acto de comer como un espacio de encuentro y comunicación con la familia, lo que nos va a permitir aprender otros aspectos que van más allá de la alimentación en su definición más estricta: respetar las señales de hambre y saciedad, fomentar un vínculo con la familia, establecer raciones adecuadas, a realizar elecciones alimentarias más saludables, favorecer la comunicación social y emocional”. Por tanto, lo idóneo sería que, al menos, una de las comidas diarias se haga en familia.
En su libro, Comer bien en familia, Griselda Herrero apuesta por el aprendizaje de una alimentación saludable a través del juego y deja claro que en la mesa sí se juega. “Partimos de la base de que vamos a intentar que los alimentos que se ofrezcan sean saludables, pero nada de discutir por si se come mucho o poco, insistir en que se pruebe algo o dedicar toda la comida exclusivamente a observar si el niño come lo que nosotros queremos o no. Vamos a sentarnos, a disfrutar de la comida, a hablar de lo que nos apetezca, a divertirnos (jugando, ¿por qué no?) y a crear un ambiente distendido y agradable que permita que todo lo relacionado con la alimentación fluya por sí solo”. En el caso de que ya se haya creado un clima de crispación, La diestista-nutricionista recomienda que nos vayamos alejando de los factores que nos mantienen en tensión: “Dejemos más espacio a los niños para elegir (sin agobiarnos si no eligen lo que nos gustaría), tratemos de que en la mesa haya alimentos saludables, fomentemos la conversación desligada de la comida y ¡juguemos! Vamos a hacerlo divertido, seguro que será mucho más atractivo para los más pequeños”.
El papel de la escuela en la educación alimentaria
Según Griselda Herrero el colegio es clave en la educación alimentaria porque son muchas las horas que los niños pasan en él. “Los centros educativos deberían ser un referente en cuanto al fomento y transmisión de hábitos de salud, tanto directa como indirectamente, porque es parte de la educación. Y cuando hablo de salud no me refiero a hacer dos horas a la semana de actividad física reglada, o celebrar el día de la fruta, o hacer una jornada de sostenibilidad. Me refiero a que todo el colegio, instituto o universidad esté impregnado de esos valores que transmitan salud, tanto de forma directa como indirecta: en las actividades educativas que se realizan, en el currículum escolar, en la actitud de los docentes…”.
¿Están formados los docentes para ello? La formación universitaria no incluye la educación alimentaria y esto, para Herrero, es un problema que va mucho más allá porque los hábitos de salud no se enseñan, se transmiten. “No basta con aprenderse la teoría, hay que ponerlo en práctica, y para ello es más eficiente el ejemplo que decenas de clases sobre alimentación saludable”. Para solucionarlo propone darle el valor y la importancia que merece a este tema en lo que a programas educativos se refiere, pero también incluyendo la figura del dietista-nutricionista en los colegios y creando lazos más estrechos entre familia y escuela, para que todos puedan ir de la mano por el mismo camino. “Desde Norte Salud hemos desarrollado un programa de formación para profesores con el fin de que, mientras se puede conseguir que la figura del dietista-nutricionista esté en educación, los docentes puedan tener unas bases mínimas, actualizadas y fiables en lo que a alimentación saludable se refiere, con el fin de logren transmitir esos conocimientos y necesidades, de forma divertida y motivadora, en el aula. Y para ello, obviamente, necesitamos profesores motivados que quieran mejorar sus centros educativos y la salud de sus alumnos”, concluye.