¿Aprobar merece premio?
Cada curso cuando nos acercamos al final de curso, padres y profesores buscan fórmulas para que sus hijos, esos alumnos que flojean, saquen el curso y con buena nota.
En estos tiempos de crisis económica y temor al “rescate financiero” podríamos hablar también de “rescatar a nuestros alumnos” de un fracaso escolar anunciado.
A Manoli, madre de tres hijos, esta semana le llamó la tutora de su hijo mayor, en 4º de la ESO, para que se reunieran. Parece que Rubén aprobará el curso, porque va bien, pero Cristina quería avisar a su madre para que no se confiaran y le obligaran a trabajar todos los días un rato en casa. Y todo porque la semana pasada en un examen rutinario, Rubén sacó un 3 en Inglés. Manoli cree que la nota de un único examen no debería servir para juzgar el trabajo de todo el curso. No obstante, ahora ha apuntado a Rubén a una academia para reforzar el aprendizaje y que el final de curso sea un éxito.
Sin embargo, el padre de Rubén, Antonio, le ha prometido por su parte un ordenador portátil nuevo si aprueba todo el curso con buenas notas. Las vacaciones de la familia están en juego. Como Antonio, ofrecer un premio o un regalo cuando un hijo aprueba una evaluación es un recurso muy utilizado por los padres, pero este método es un poco arriesgado y no siempre da los frutos esperados.
ALICIENTE
Hasta la administración pública ha recurrido a esta fórmula dentro de una estrategia gubernamental. El Consejo de Gobierno de la Junta de Extremadura aprobó un plan especial de formación dotado con 3,9 millones de euros para facilitar a 4.000 jóvenes desempleados de entre 18 y 25 años la obtención del graduado en ESO.
El objetivo, según explicaba la vicepresidenta, Cristina Teniente, es que estos jóvenes adquirieran una titulación básica que les permita mejorar su acceso al mercado laboral. Para incentivarles, se les ofreció la posibilidad de obtener el título en 35 semanas y a los alumnos que lo consiguieran, la Junta les abonaría 1.000 euros. “Se trata de un plan ambicioso desde su inicio y en el que no se han escatimado medios económicos ni personales”, destacaron.
Sin embargo, todavía es pronto para hablar de que la iniciativa ha sido un éxito. Unos 2.500 alumnos se matricularon al empezar el curso en este programa, para el que inicialmente se habían previsto 3.900 plazas. Cuatro meses después, un millar de ellos habían abandonado ya las aulas. La Consejería de Educación ha explicado que ese 40% de abandono es similar al que se da en la formación para adultos.
EL RESCATE DE LOS ALUMNOS
Al margen de los alicientes económicos, que parece lo último recomendable, lo cierto es que a estas alturas de curso los padres hacemos todo lo que podemos para que las notas finales de nuestros hijos sean lo más brillantes posibles. El saber no ocupa lugar y un título hoy puede dar a nuestros hijos ese acceso al mercado laboral tan complicado sobre todo para los más jóvenes.
Dentro de esta dinámica y aunque el valor de una persona no puede ni debe medirse por las calificaciones académicas, muchos padres como Antonio basan su sistema de motivación en recurrir a ofrecer un regalo para que los estudiantes den un último empujón al curso. Pero ¿son conscientes los alumnos a los 10 u 11 años de que les ofrecemos un regalo como un detalle para mostrar la alegría por su éxito? ¿Lo ven como un chantaje? ¿Saben que lo más importante de ese esfuerzo por aprobar es que aprendan además de que pasen de curso?, ¿Saben que serán más inteligentes y aportarán valor añadido a la sociedad y al mercado laboral actual? Para Elisa Cuadrado, psicopedagoga, “nuestros hijos necesitan que se les felicite o se les muestre alegría por sus logros como manera de hacerles sentir que están encaminados en la ruta del éxito y la felicidad”.
Aunque muchos alumnos muestren indiferencia ante sus exámenes, lo cierto es que a nadie le gusta fracasar en sus exámenes. La satisfacción por el éxito es algo natural en las personas, pero los padres acostumbramos a explotarlo muy poco. En realidad, “la alegría y el bienestar interior que producen el éxito y la superación de las dificultades, no se puede suplir con ninguna recompensa material”, aconseja la psicopedagoga. Según Cuadrado “las buenas notas se han de aplaudir, elogiar, etcétera, pero jamás comprar en el sentido de dar dinero o regalos porque provoca que los alumnos asocien aprobar a una recompensa y cada vez pedirán algo mejor y más caro al tiempo que le dan menos valor”, comenta.
Es más, “cuando a pesar de la recompensa prometida, nuestro hijo no aprueba, la sensación de fracaso y la decepción será mayor, ya que no sólo no ha conseguido superar el examen o la evaluación, sino que además los estímulos tampoco han valido para obtener el regalo adicional”, explica.
Por tanto, es preferible no recurrir a los premios, porque el trabajo del estudiante es estudiar. Otra cosa es celebrar en familia el éxito de los hijos cuando consiguen los objetivos propuestos con una cena especial en familia, con un brindis o haciendo una tarta o una actividad en su honor.