BERNHARD BUEB, el pedagogo más polémico de Alemania. "El objetivo de toda educación es enseñar autodisciplina "
Elogio de la disciplina, del ex-director del prestigioso internado alemán «Salem»
(allí estudió cinco años la Reina Sofía), es un alegato contra el laissez faire
educativo en un país que aún se escandaliza frente a cualquier propuesta que
remita, siquiera lejanamente, a la barbarie del nazismo. Su edición germana ha
sido un rotundo éxito de ventas. Entre viaje y viaje, Bernhard Bueb nos recibió sin
prisa en los pasillos del Aeropuerto de Frankfurt.
Autor: RODRIGO SANTODOMINGO
P. De la noche a la mañana usted se ha convertido en un personaje popular. ¿Cómo lleva la fama?
R. Es algo a lo que no estaba acostumbrado en absoluto. Ahora me invitan a la televisión, la radio, me ofrecen colaboraciones en el Bild Zeitung [el periódico más vendido en Europa]… En Alemania se han vendido 160.000 ejemplares de mi libro, muchísimo para una obra de estas características. También se ha traducido a siete idiomas, con gran éxito en el mercado italiano, en Corea… Cuando escribí el libro pensé que el problema que planteo, el desprestigio de la disciplina en la educación, era propio de Alemania, pero parece que se reproduce en todos los países con buen nivel de vida.
P. También la reacción a esa pedagogía derivada de mayo del 68 empieza a adquirir visos de movimiento internacional. En Francia quieren que se vuelva a llamar al profesor de usted, y en España mucha gente habla en términos parecidos.
R. Sí, eso parece. Me han comentado que algo similar ocurre en Italia. Y en Suiza, un país donde nunca pensé que hubiera problemas de disciplina. He dado muchas conferencias allí, están muy interesados en mis tesis.
P. En el caso concreto de Alemania, usted culpa al nazismo de haber provocado un rechazo social absoluto a cualquier noción de respeto, orden o autoridad.
R. Y lo curioso es que ahora mis críticos me acusan de nazi. Dicen “mírale, propone obediencia y autoridad, igual que los nazis”. Aquí sigue habiendo reacciones muy emocionales, se hacen asociaciones automáticas. También están los que afirman lo contrario, ¿sabe?, “gracias a Dios que alguien tiene la valentía de levantarse contra toda esta locura”.
P. Su libro contiene por otra parte grandes dosis de relativismo. Insiste en que en educación no hay recetas universales, incluso aboga por que, llegado el caso, los educadores admitan ante sus hijos o alumnos que se han equivocado.
R. Mucha gente ha opinado sin haber leído el libro. Los que me critican han leído algunos fragmentos. Y los que me alaban, otros. Parece que haya escrito dos libros en uno. Repito que en Alemania sigue habiendo reacciones muy poco racionales. Hace poco una presentadora de televisión sugirió que las mujeres debían ocuparse más de sus hogares y le ocurrió algo parecido: al día siguiente todos los periódicos la tildaban de nazi. ¡Y no es alguien importante en absoluto! 62 años después, la guerra sigue estando muy presente.
P. Es algo que sorprende. Desde fuera muchos percibimos que los alemanes ya tuvieron su momento de reflexión, culpa y arrepentimiento, que el nazismo está superado.
R. Le diré algo. La mayoría de los que se oponen a mis tesis son gente mayor, por encima de los 50 años. Los jóvenes no hacen este tipo de asociaciones, no tienen problema en admitir que hace falta más disciplina. Quizá en 10 ó 20 años se podrá hablar de estas cosas sin ser acusado de nazi.
P. ¿Se ha sentido políticamente utilizado? ¿Le han convertido los conservadores en su portavoz educativo?
R. Yo soy conservador, pero no tanto como parezco. Por ejemplo estoy a favor de que la escuela esté abierta por las tardes, con actividades obligatorias, para favorecer la integración de los alumnos inmigrantes, que en Alemania, sobre todo los turcos, siguen teniendo problemas de idioma incluso en las segundas generaciones. Es una idea que defienden los socialdemócratas. Cuando publiqué el libro, los conservadores pensaban: “éste es nuestro hombre”, y ahora no están tan seguros… Esta es mi ventaja: ser un espíritu libre es muy útil cuando uno habla de educación.
P. Recomienda a los padres que no discutan o argumenten con sus hijos sobre cosas cotidianas, tipo la hora de irse a la cama o las golosinas que pueden comer. Que reserven sus energías para temas más importantes que sí requieren un diálogo.
R. Los padres y profesores actuales pierden muchísimo tiempo discutiendo sobre asuntos nimios. Ves a niños que no saben comportarse en lugares públicos, que hacen ruido, arman escándalo, y los padres argumentan y argumentan. Es agotador. Los adultos no nos comportamos así en nuestras relaciones: si viene la policía, uno obedece a la primera. Pero si le dices a un niño “¡estate quieto!” , los demás piensan “¡oh!, ¡le vas a partir el alma!, ¡le vas a crear un trauma!”.
P. Paradójicamente, hay quien apuesta por importar la democracia a la escuela o la familia, pero nunca plantearían darle a un niño de 12 años el derecho al voto u otros derechos civiles o políticos, hacerle partícipe del ejercicio democrático en la esfera pública.
R. A las viejas democracias como Gran Bretaña o Estados Unidos nunca se les ocurriría democratizar la escuela. Y sus ciudadanos son plenamente democráticos cuando llegan a la edad adulta. Cuando tú pides a un chico de 15 años que elija a alguien, no puedes pretender que tenga la capacidad de ver con suficiente distancia sus problemas. Es algo que observé infinidad de veces en mi experiencia en el colegio interno, sobre todo con las normas sobre consumo de alcohol.
P.Uno tiene la impresión de que defiende la disciplina más como un concepto a asimilar en el proceso formativo que como un estilo de educar. Que no cree en el profesor o el padre ultra-severo que infunde miedo. Más contenido que forma.
R. El objetivo de toda educación es enseñar autodisciplina. Empieza con la disciplina –hay que decir al niño lo que tiene o no tiene que hacer–, pero el éxito llega si el joven comprende que hay que ser autodisciplinado para tener éxito. Muchas veces hay que forzar a los hijos o alumnos a hacer cosas, algo inconcebible para mucha gente que piensa que, en caso de imponer, luego tendrán que pagar un psicólogo para curar los traumas que le han creado al niño.
P. En su obra, disciplina y amor aparecen como la pareja perfecta de una buena educación.
R. Tienes que amar a los niños. Un padre o un profesor estricto que no ama a los niños es peligroso. La gente me dice que animo a este tipo de educadores, en fin, no creo que vayan a cambiar por haber leído un libro… Lo que sí puedo hacer es ayudar a aquellos que dudan sobre cuál es la forma correcta de educar. Ayudarles a reflexionar, no darles una receta que no poseo.
P.Usted es un ferviente defensor de los internados como lugar idóneo para recibir una educación integral, para hacer más fácil y natural el tránsito entre la disciplina y la autodisciplina. En España muchos lo siguen viendo como un lugar de castigo.
R. Sí, sé que en España el panorama de colegios internos es muy pobre. ¿Sabía que su reina, Sofía, estuvo en “Salem” cinco años? Del 1950 a 1955, yo aún no estaba allí. Luego ha vuelto unas cinco o seis veces a visitarnos, la última hace aproximadamente un año. Ella cree profundamente en los internados.
P. ¿Le han contado qué impresión dejó?
R. La de una persona muy educada y humana que se hacía querer. Muy simple en su estilo de vida, nada arrogante.