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Cólico del lactante

padresycolegios.comSábado, 1 de enero de 2022
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Es frecuente recibir en la consulta o en los servicios de urgencias a padres muy ansiosos, preocupados y trasnochados, que acuden porque su hijo, lactante de 1-4 meses de edad, presenta llanto excesivo, persistente, que no se calma con los recursos habituales, como cambiarle los pañales mojados, alimentarlo o arrullarlo con cariño. Los padres refieren que no duerme ni deja dormir.

El médico, después de un examen muy detenido y cuidadoso, y tras descartar causas orgánicas, como fractura, invaginación intestinal, hernia, enfermedad por reflujo gastroesofágico, alergia alimentaria, cuerpo extraño en un ojo, etc., llega a la conclusión de que se trata de un paciente afecto de “cólico del lactante”. Se estima que alrededor del 40% de los lactantes lo presenta, aunque las diferentes estadísticas son muy variables en sus datos.

El cólico puede definirse como un conjunto de síntomas caracterizado por crisis de irritabilidad, agitación o llanto inconsolable. El lactante está irritable y flexiona continuamente sus miembros inferiores sobre el abdomen. Con frecuencia, expulsa gran cantidad de gas a través del ano, posiblemente, el mismo que deglute con el llanto; por ello, no se puede identificar este gas con la causa del problema.

El cólico aparece, generalmente, a partir de la tercera semana de vida y puede durar hasta finalizado el tercer o cuarto mes. Es más frecuente por la tarde y dura entre una y cuatro horas diarias.

En general, se cumple la regla de los tres:
• Aparece antes del tercer mes.
• El llanto dura tres o más horas.
• Se presenta más de tres días a la semana.
• Dura más de tres semanas.

Las causas de este patrón de llanto no se conocen. Para algunos, es la forma que tiene el niño de solicitar atención de sus cuidadores. El bebé puede estar cansado y quiere tranquilidad para descansar, o tiene sed, frío o calor; o bien necesita succionar o ser atendido y estimulado en ese momento. Esta forma especial de comunicar sus deseos y solicitar ayuda puede ser debida a la inmadurez del sistema nervioso y puede considerarse normal para su edad.

Los conocimientos actuales sugieren que estos niños que lloran excesivamente son normales, pero más sensibles, irritables y difícilmente consolables. Los padres pueden tratarlos de manera inadecuada por desconocimiento y por la intolerancia al llanto, y esta conducta puede acrecentar el problema. Es probable que aparezcan problemas emocionales en los padres o en su estado físico. En muchos casos, este patrón de llanto del niño se modifica cuando cambia la forma de los padres de responder al mismo.

Actualmente, hay trabajos de investigación muy recientes que demuestran cambios importantes en la flora intestinal de los lactantes que padecen cólico, y ello ha abierto una vía muy esperanzadora para el tratamiento. Se ha comprobado que la flora intestinal de estos niños es diferente a la de los niños que no tienen cólicos. Los niños con cólicos tienen menor número de colonias de Lactobacilos y mayor número de bacterias putrefactivas. Esto tiene repercusiones notables en el procesamiento de azúcares y grasas en el intestino, y puede contribuir a originar trastornos que se manifiestan como cólicos.

La administración por vía oral de determinadas cepas de bacterias, como Lactobacillus reuteri, ha demostrado en amplias series que mejora la evolución de los cólicos ya en la primera semana de iniciar la toma y es más eficaz que otros remedios utilizados, como la prescripción de fármacos, como la simeticona, para el meteorismo (gases).

También se ha demostrado que estos lactobacilos actúan mejorando la tolerancia a los alimentos, facilitan el vaciamiento del estómago y normalizan el hábito de evacuación de las heces.

Estas bacterias probióticas se encuentran habitualmente en la leche materna.

Los hallazgos comentados sugieren que la alimentación del lactante con una leche que aporte bacterias probióticas que contribuyan a modificar esta población bacteriana intestinal incrementando el número de las bacterias citadas (Lactobacilos) puede repercutir beneficiosamente y mejorar este cuadro que tanta angustia genera en las familias y que, en el niño, produce alteraciones del sueño, que, a largo plazo, pueden crear trastornos conductuales.

Para el tratamiento de estos niños, es importante, ante todo, disminuir la preocupación de los padres, informándoles de la naturaleza del proceso y de la ausencia de problemas de salud en su hijo.

Hay que recomendar a los padres que acudan de inmediato a la llamada del niño e intenten identificar sus necesidades: hambre, deseo de succionar, quiere ser acariciado o, simplemente, se “aburre” y desea ser estimulado. A veces, está cansado y precisa tranquilidad y sosiego para dormir. En este caso, se debe colocar al niño en una habitación con poca luz y sin ruidos. Si a los 6-7 minutos no se ha dormido, hay que cogerlo y acariciarlo. Hay que hacerle sentir que se está cerca de él, hablarle en voz baja y nunca transmitirle angustia.

Debe advertirse a los padres que, cuando oigan llorar al niño, deben cerciorarse de que está despierto antes de cogerlo.

Actualmente, debe considerarse el beneficio que una leche con probióticos, como el L. reuteri, puede portar a estos niños y a su familia.

En cualquier caso, es imprescindible la consulta al pediatra.

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