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Conflictos más frecuentes en la alimentación (1ª parte)

padresycolegios.comSábado, 1 de enero de 2022
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Este mes iniciamos un tema trascendente en los primeros años del niño y que preocupa especialmente a los padres, los conflictos más frecuentes en la alimentación. Lo daremos en dos partes: en la primera incluiremos los apartados “tener calma” y “Ana no quiere comer” y el próximo número trataremos: “Aarón se niega a cenar en su casa” y “Daniel se resiste a comer entero”.

TENER CALMA

El tema de la comida en las edades que nosotras nos movemos es de gran importancia; sabemos tanto como madres como educadoras que los niños aprovechan la comida y el sueño para hacernos frente.

Si el bebé no come, nos ponemos muy nerviosas, porque cada mes debe ganar peso y así no lo conseguirá.

Me gustaría poner un ejemplo de una niña que, cuando comenzó este curso en la Escuela Infantil, tenía cerca de seis meses; se llama Lucía.

Cada día, a la hora de la comida, la educadora la sentaba en la mesa alta, tipo trona, donde podía permanecer cómodamente, junto con otros niños de su edad.

Pero desde el momento que veía acercarse el plato, Lucia comenzaba a llorar; estaba claro que teníamos un conflicto: ¿no aceptaba la comida?, ¿no le gustaba este momento porque no tenía hambre…?
Con sus casi seis meses había que introducirle el puré de verduras; ya había comenzado su mamá en casa y le costaba muchísimo.

¿Por qué siempre lloraba?
El primer paso a dar siempre es la entrevista con la familia, para que nos cuente todos los detalles sobre el tema; en este caso, acerca de la comida.

La mamá de Lucia nos decía que no había manera de meterle nada, con la expresión “no come ni para vivir”; teníamos que ponernos de acuerdo, para probar si en la Escuela cambiaría la actitud de la niña, aceptando los alimentos mejor, y viendo si sus reacciones serían positivas.

El primer acuerdo sería no forzar a la niña, acercándole la cuchara a la boca esperando que fuera ella la que succionara el puré.

Ya se sabe que a los bebés se les coge en brazos, echados mirando hacia arriba y se les echa las cucharadas de puré como si fuesen pollitos y si, además, rechazan la comida pues hay que bailarles, tener a otra persona que le haga juegos, teatro, para tenerles distraídos y así traguen sin enterarse. NO, por favor.

Porque comenzamos así y según se hacen mayores nos irán exigiendo que hagamos más concesiones: poner la televisión para ver los dibujitos o la película que le gusta al niño, en otro momento querrá bajarse de la trona o silla para que nosotros le persigamos por la casa con el bocado en la mano. Insisto: NO, por favor.

Otro acuerdo sería tener paciencia, en la convicción de que terminaría comiendo todo y de todo; pero cuando pasaban los días y aún seguía comiendo poco, todos sabíamos que el tiempo apremiaba y, por ello, comenzábamos a sentirnos impacientes.

Es precisamente en esos momentos cuando debemos seguir constantes y empeñados en que ganaremos.

Un aspecto importantísimo que no puedo olvidar es el tema afectivo: los niños por muy bebés que sean entienden de cariño y afecto, ellos saben qué personas les quieren, les dedican tiempo, les valoran y consiguen la empatía necesaria para sentirse bien con ellas; todo eso se nota y los bebés también.

Por lo tanto el conseguir la empatía con Lucía era el primero de los retos de la educadora.

Desde los primeros días nos dimos cuenta que Lucía nos iba a costar conseguir que aceptase la hora de la comida con sus alimentos; pero nos íbamos a empeñar para que llegase a disfrutar este momento.
¿Qué actitud debemos tomar con la niña (o niños), en general?

Principalmente muy tranquila y relajada, dedicándole tiempo y paciencia, sin agobios ni prisas; tenemos que tener claro que iremos consiguiéndolo poco a poco, y que el primer día comerá pocas cucharadas de puré, o quizás ninguna.

Pero es fundamental contar con el apoyo de sus padres, y su confianza en nosotras; es factor clave para conseguir el fin, que es que nuestra pequeña Lucía aprenda a disfrutar comiendo y compartiendo esos momentos con sus compañeros y educadoras. Y lo hemos conseguido.

ANA NO QUIERE COMER

Ana es una niña que tiene 2 años y medio; es su primer curso en la Escuela, viene muy contenta desde el primer día y disfruta jugando con sus compañeros.

Es una niña despierta, ingeniosa, alegre, divertida y le gusta participar en cualquier tarea colaborando con su trabajo; ella es muy responsable.

Me gustaría describir algún rasgo, que definiera a Ana, para conocerla un poco, ya que me voy a centrar en el gran reto de buscar estrategias para conseguir que la niña acepte comer.

Los adultos tenemos claro que la alimentación es muy importante en nuestras vidas, y queremos que nuestros hijos tengan una buena educación en ese aspecto.

Es importantísimo comer todo y de todo, y adquirir una alimentación sana desde pequeños, justo en la edad que nosotros estamos educando.

Cuando llegó Ana a la Escuela, ya estábamos informadas de sus gustos, sus juegos favoritos, su manera de comer y sus mañas para conseguir no comer; también conocíamos qué alimentos eran sus preferidos; éstos eran los que le daban en su casa cuando no había forma de que tomara nada.

Ana era una experta a la hora de la comida, porque sabía muchos trucos: llorar, patalear, negarse a sentarse en la mesa con sus compañeros… y, sobre todo, había que deshacer todas las mañas adquiridas: distraerla para meterle la comida cuando no se entera, hacer teatros, dejarle algún juguete… todos nosotros conocemos detalles de este estilo.
¿Qué recursos pondremos en acción y cómo vamos a actuar durante el tiempo de la comida, con la niña?

La premisa fundamental (recordad) es tener paciencia y tesón por parte de los educadores.

Y la parte fundamental del plan, es la colaboración y puesta en marcha del mismo con la familia.

Punto importante: poner en el plato de la niña poca cantidad de comida, en un principio, para que se sienta capaz de conseguir comerlo todo.

Es una buena estrategia darle la oportunidad a Ana de servirse la comida, para que sea ella quien decida la cantidad que quiere comer; podremos poner en práctica esta acción con todos los compañeros de su mesa, e incluso con todos los niños del grupo.

Dejar que sean los niños quienes decidan la cantidad que quieren comer es confiar en ellos; es una actitud novedosa que les resulta chocante y divertida a la vez; el educador dejará claro que hay que servirse cierta cantidad, porque no vale decidir que no se quiere nada.

Surge la algarabía y la conversación entre ellos, aparte de la organización, sobre quién se sirve primero, y los comentarios lógicos: yo me voy a echar mucho porque soy muy mayor, yo quiero poco porque no me gusta…

Tanto si es mucha como si es poca la cantidad la que cada niño ha decidido servirse, deberá comérselo todo; ese habrá sido su compromiso al aceptar el trato de servirse lo que quisiera.

Otra estrategia que suele dar muy buenos resultados es crear la figura del CAMARERO.

Cada día nombraremos un camarero en ca
da mesa, que será el responsable de repartir los platos y cubiertos a sus compañeros, además de retirarlos a un barreño cuando cada niño haya terminado la comida de su plato.

Para ser camarero se necesita tener eficacia, ser buen organizador, estar atento a las demandas que surjan en la mesa, terminar la comida del plato de los primeros para poder recoger y organizar los platos y cubiertos siguientes, con el fin de que no se le amontone todo y tengan que esperar mucho los compañeros.

A todos los niños les encanta ser camarero para mandar a los demás, para demostrar sus cualidades y para hacer crecer su autoestima.

Así que puede ser un buen recurso para que nuestra protagonista Ana quiera participar en el juego de ser camarera. El camarero se lo tiene que comer todo.

Estas estrategias suelen dar muy buen resultado; y debemos probarlas para poder opinar sobre su eficacia.

En el caso de Ana fue efectiva; solucionamos sus problemas. Terminó comiendo.

Más información en: www.acento.info

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