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Conflictos más frecuentes en la Alimentación (2ª parte)

padresycolegios.comSábado, 1 de enero de 2022
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Completamos el tema de los conflictos más frecuentes sobre alimentación. La educación nutricional exige a los padres paciencia, dedicación, no hacer concesiones inaceptables y un cierto respeto por el apetito del niño, siempre que el crecimiento y desarrollo del mismo, a juicio del pediatra, se encuentre dentro de la normalidad.

Una correcta alimentación del niño durante los primeros años de vida puede repercutir positivamente en su estado de salud, así como en su rendimiento escolar. Sin embargo, los padres que se preocupan en exceso por la comida pueden llegar a crear en sus hijos una dependencia no saludable en un acto que debe ser normal y placentero.

3. Aarón se niega a cenar en su casa

Hoy me ha preguntado la madre de Aarón sobre cómo come en la Escuela el niño. Y me he quedado sorprendida con la pregunta: en la Escuela el niño come muy bien y de todo. Pero ella me cuenta que lleva dos días que no quiere cenar; se niega rotundamente.

Aarón tiene un año y siete meses, come purés de verdura, legumbres, carne, pescado, de todo; está preparado para llevar una alimentación completa y así lo hace en la Escuela.

La madre, entonces, me ha dado toda clase de explicaciones: “le puse ayer para cenar un filete de carne, que se lo hice muy jugoso, porque era tierno; no lo quería. Yo también comí a la vez para que me viera y se animase; tampoco quería.

Entonces, le hice patatas fritas que son blanditas, le hice una tortilla que es más blanda que el filete, le trituré la carne para que la masticase con facilidad… pero lo único que se tomó fue un biberón de leche con muchos cereales”. Después de explicarme todos los detalles de la cena de la noche anterior, se quedó muy pensativa y me preguntó, o más bien afirmó: ¿todo esto me lo hace a mí, no? Es que no puedo con él.

La madre de Aarón le quiere resolver tanto las dificultades que presenta durante la cena, para que no se quede sin comer, que no se da cuenta que no son los alimentos los culpables de que el chico no mastique ni trague; es que se sale con la suya y sabe que conseguirá el biberón con cereales, después de que le haga hacer varios platos diferentes y preferidos por él, porque su objetivo es ganarle la partida a mamá.

Los hijos saben muy bien donde ganar a los padres, y los momentos de comida y sueño son los preferidos y elegidos por ellos. ¿Quién no tiene un ejemplo de la batalla, para conseguir que su hijo durmiera solo o al menos que nos tuviese poco rato ayudándole a conciliar el sueño, relajarlo y convencerlo para que no se levantara de nuevo de la cama a pedirnos agua, pis o cacas, a lo que no podíamos negarnos ante necesidades fisiológicas tan importantes?

Todos estos detalles los saben los niños y de eso se valen, de nuestra bondad y de nuestro buen hacer como padres; aunque en ciertos momentos consigan que pierdas los estribos y las ganas de ser su padre o su madre.

En la Escuela, después de nueve meses conocemos muy bien a Aaron y sabemos que le gusta probar a los adultos, para conocer sus reacciones.

En principio prueba a no querer comer; no le sirve.

También prueba a meterse mucha cantidad y así no poder tragar, o intenta forzarse o toser para echarlo; no es que todas estas estrategias no le sirvan, que lo puede hacer puesto que es su decisión y de él depende, pero en la Escuela conoce al adulto que tiene delante, que mantiene una actitud firme, serena y constante, y que por supuesto le dará de comer lo que haya cada día, y que deposita su confianza en el niño y esto el pequeño lo sabe. Es recíproco.

Los educadores que estamos con los niños los conocemos muy bien y sabemos que no podemos flaquear en estos temas, máxime cuando el niño come generalmente muy bien y de todo. No podemos perder la batalla ni dejarnos ganar.

También somos capaces de detectar cuando los niños no comen, porque están enfermos o desganados; y, entonces, tendremos que elegir otra motivación: ponerles poquita comida en el plato, o la más apetecible, por ejemplo.

La madre intentaba explicarme que todo lo que hacía, hasta triturarle la comida, era para que comiera, porque no podía estar sin cenar.

Yo creo que a la madre de Aarón le encantaría poder imponerse y conseguir que su hijo tomara cada día la cena que ella le prepara; pero a la vez se da cuenta de que no puede imponerse. Parece tan fácil de palabra, pero resulta tan difícil llevarlo a la acción. ¿O no es tan difícil? Depende de nosotros (sus padres).

4. Daniel se resiste a comer entero

Daniel es un niño que acudió a la Escuela Infantil con 5 meses; era, y digo era porque ya ha cumplido dos años, un bebé precioso, rubio, que se resistía a mirarnos cuando comenzó la adaptación; lloraba bastante y le costó aceptarnos, estaba muy unido a su madre y parecía que no quería separarse de ella.

La simbiosis que tenían madre e hijo era muy grande, les unía algo muy especial: el pecho de la madre. Daniel tomaba leche materna como alimento, así que cuando llegaba su mamá se tiraba hacía el pecho para que le diera; para él en ese momento la leche materna era algo más que alimento, era consuelo, cariño, refugio, relajación, descanso, individualidad, apego…; en definitiva: simbiosis.

Daniel tuvo que comer en la Escuela y comenzamos por el puré de verduras, resultó fácil, el niño poco a poco lo fue aceptando bien, quizás al principio no comía cantidad suficiente pero no nos preocupaba demasiado ya que podía complementarlo con el pecho; ya iríamos viendo y analizando el desarrollo de este proceso, no íbamos a adelantarnos, teníamos que dejar al niño que siguiese su propio ritmo.

Siguió con los purés de carne, pollo, pescado… y así con todos los purés de diferentes sabores, texturas, olores…siempre sonreía y disfrutaba con la comida.

Daniel siempre estaba dispuesto a comer, la cantidad podemos considerarla abundante y se enfadaba si no le dábamos el primero; esta reacción nos decía que al niño le gustaba comer y disfrutaba de ello.

Cuando cumplen un año más o menos por ese tiempo, les damos el puré de primer plato y les ofrecemos unos trocitos de ración: carne, pollo, pescado… para que prueben, lo toquen, lo miren y vayan haciéndose a las nuevas texturas, y sabores de los alimentos; para que se lo metan a la boca y lo mastiquen, sientan curiosidad por ver qué pasa si te lo tragas…son los primeros acercamientos a los alimentos enteros.

Daniel se mostraba interesado en aquellos trozos pero no se decidía a probarlos, miraba a sus compañeros con detenimiento, y todos los gestos de los demás no pasaban desapercibidos para él; estaba estudiando lo que hacía cada amiguito, también tenía en cuenta a las educadoras, sus reacciones y sus palabras de ánimo; él sonreía pero no accedía a probar el nuevo alimento.

Estuvimos atentas a ésta reacción, porque si había probado de todo (carne, pescado, pollo…, pasado con las verduras, en puré) qué había sucedido ahora, ¿por qué se negaba a comer entero si eran los mismos alimentos? Los sabores los conocía de sobra; tenía que ser otro factor, la textura quizás, la forma, el color, el tamaño…

Primer plan: observar la reacción del niño ante cada alimento: ¿serían todos rechazados por él o había alguno que aceptaba y comía? Así que cada día le poníamos su segundo plato con los trozos, hasta ver si eran todos rechazados o no, no teníamos prisa, contábamos con tiempo suficiente para que poco a poco fuese mirando, probando, oliendo, descubriendo cada trozo de alimento sólido.

La peculiaridad de que los alimentos fuesen en trozos no era la parte fundamental de su rechazo y que no probase, ya que Daniel comía trozos de pan, galletas, trozos de fruta como manzana, pera, naranja… o sea que había alimentos que sí aceptaba entero.

Ante las primeras observaciones sobre la reacción del niño ante la comida, decidimos adoptar una postura natural: cada día le íbamos a poner el segundo plato como a los demás sin insistirle; esperábamos su decisión y respuesta ante los diferentes alimentos, si no lo comía se lo quitaríamos sin darle mayor importancia, nuestra única insistencia iba a ser invitarle a probar.

Lo más interesante en estos casos, cuando los niños rechazan la comida, por el motivo que sea, es la postura del adulto; ésta tiene que ser la de estar tranquilo sin nerviosismos ante la situación de que no coma, ya lo probará, tampoco íbamos a estar impacientes mirándole, insistiéndole, agobiándole. No teníamos que dejar que nos metiese en su dinámica.

Las reacciones de Daniel eran curiosas de observar, cuando le poníamos el segundo plato:
• Miraba con detenimiento la ración para seguidamente dirigir la mirada al adulto, observando su reacción.
• Su interés continuaba por los compañeros: ¿cómo reaccionan ante la comida, qué hacen con ella, la comen, les gustaba…? Durante la observación detallada podíamos ver como el niño hacía movimientos con la boca, como si fuese él el que está comiendo; incluso se le caía un poco la baba de gusto.
• Otra reacción muy habitual es llamar la atención del educador para que le mire y explicarle que no va a comerlo; por eso es interesante mantener una postura relajada, que el niño observe que no nos preocupa que no coma, no debemos meternos en ese terreno y mantener una lucha por conseguir ganar porque entonces surgirá la lucha.
• Si el educador se mantiene relajado ante la postura del niño, éste se dará cuenta de que no merece la pena plantear batalla al adulto, no ocurre nada, no hay reacción.

Cada día Daniel podía mirar, observar y tocar los alimentos, juntarlos, separarlos, descubrir todos sus ingredientes y con el paso de los días acercárselos a la boca y chuparlos. Una vez que los tuvo a todos bien estudiados, se decidió a probar las croquetas que le gustaron muchísimo, la pechuga de pollo bien doradita y el pescado rebozado y crujiente; estos tres alimentos fueron los que aceptó casi a finales de curso, el resto no fueron elegidos por el niño.

Fue curiosa su elección: los tres alimentos tenían algo en común, el color, los tres se presentaban dorados y crujientes. Siempre que llegaba a su plato las croquetas, el pollo o el pescado hacía un gesto de agrado y miraba al educador con una sonrisilla de complicidad como diciendo (ya sabes que esto si me lo comeré); el resto de alimentos cuando yo quiera.

Daniel sabía muy bien cómo expresar al educador sus decisiones y postura ante la comida. Todos teníamos claro que iba a comer de todo cuando él decidiera.

Como conclusión sobre las diferentes posturas ante la comida podemos extraer las siguientes:
• Premisa primera y fundamental es no obligar a los niños a comer, ni forzar, ni enfadarse con ellos; tienen que comer por sí mismos.
• Observar y analizar los motivos de por qué un niño se niega a comer.
• Dialogar con la familia sobre la alimentación de su hijo para mantener las mismas actitudes.
• Cuando sabemos que un alimento no le gusta o se niega a comer, la mejor postura es ponerle poca cantidad para que pueda llegar a terminarlo; de esta manera irá probando y poco a poco aceptando todos los alimentos, sabores, olores, texturas…
• Nombrarle camarero con frecuencia para animarle a comer, con la responsabilidad de que tiene que poner, quitar, recoger platos, cubiertos…hacer bien las tareas del camarero.
• La comida suele ser muchas veces motivo de desencuentros entre adulto-niño, donde ellos nos plantean batalla y nosotros entramos en ella siendo difícil buscar un punto intermedio.
• La comida tiene que ser un momento agradable donde disfrutemos de los alimentos y la comunicación con los demás.

Daniel llegó a disfrutar comiendo tres alimentos enteros, esperamos que consiga disfrutar con muchos más.

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