22 consejos para convivir con los abuelos
1. Comenzamos con una idea tan evidente como cierta: nuestros hijos tratarán a los abuelos como les tratemos nosotros. Si en torno a los mayores hay atención, respeto y cariño, cualquier indicación o reconvención a los más pequeños será coherente con lo que ven, aunque a veces lo admitan mal.
2. Los mayores también son sujetos responsables. Sus hijos tienen el deber de hablar con ellos sobre los nietos y hacerles participar -cada cual según sus circunstancias- en las cosas de la casa y en la formación de los pequeños. No siempre acertarán, y habrá que corregirles, porque los padres son los primeros responsables de sus hijos.
3. Cada persona tiene su carácter y su historia, y los mayores tienen el derecho a ser más tolerados. Esto lo entienden muy bien los adultos pero los niños necesitan que sus padres se lo expliquen y medien en los inevitables conflictos. La veteranía es un grado.
4. Siempre que sea posible, lo deseable es que los mayores tengan su espacio propio en la casa; un lugar diferente al dormitorio donde encuentren la intimidad y la tranquilidad cuando les apetezca, y que el resto de la familia respete.
5. El abuelo o la abuela siempre lo es por parte de mamá o de papá, no de los dos. Es inevitable que este hecho se ponga de manifiesto en las relaciones familiares. El cónyuge ‘político’ tiene que evitar mostrar distanciamiento o indiferencia, porque esa apariencia -aunque sea falsa- puede ser emulada por otros miembros de la familia.
«Nuestros hijos tratarán a los abuelos como les tratemos nosotros. Si en torno a los mayores hay atención, respeto y cariño, cualquier indicación o reconvención a los más pequeños será coherente con lo que ven, aunque a veces lo admitan mal»
6. Hablar a los niños de sus mayores. Generalmente se trata de biografías muy diferentes de las actuales y pueden resultar muy amenas. Hay que enfocarlas de manera positiva para que valoren más a los abuelos. Además, proporcionan temas de conversación que motivan e interesan a los mayores.
7. La salud ocupa y preocupa más a las familias con mayores. Los pequeños pueden suponer una distracción para sus abuelos, y los hijos más mayores pueden colaborar en la vigilancia de las dietas, la compra de medicamentos, etc. No es bueno prodigar las conversaciones sobre los achaques, aunque hay que ser comprensivos con las quejas.
8. Disfrutar el ocio familiar es para todos. Los niños tomarán nota si ven a sus padres integrar a los abuelos: desde ver y comentar juntos un programa de televisión hasta cenar en una hamburguesería. Quizá ir al cine no les apetezca a muchos, pero sí los libros, revistas, periódicos…
9. Perder a los amigos y parientes suscita melancolía y tristeza a los mayores. Hijos y nietos deben fomentar las relaciones sociales de los abuelos fuera del ámbito doméstico: acompañarles a visitar a viejos amigos y familiares, proporcionarles un ocio adecuado cerca del hogar donde relacionarse…
10. Escucharles. Todos necesitamos que nos escuchen y los ancianos todavía más. La soledad, pese a vivir en compañía, está siempre al acecho de los mayores. A veces resulta duro escuchar una y otra vez las mismas cosas, u otras que no nos interesan en absoluto, pero con paciencia se acaba sacando partido de esas charlas.
«Los niños tomarán nota si ven a sus padres integrar a los abuelos: desde ver y comentar juntos un programa de televisión hasta cenar en una hamburguesería»
11. Hablarles. Con frecuencia parece que los temas de padres e hijos no interesan a los abuelos y tendemos a apartarles de la conversación y de las bromas. Por desgracia, no siempre reclaman esa atención, y recae sobre los demás la misión de adoptar una actitud proactiva e imaginativa. Los más pequeños pueden ayudar mucho.
12. Los pequeños no tienen por qué cargar con el cuidado físico de los mayores, pero aprenden mucho si les dejamos ayudar en la medida de sus posibilidades. En el peor de los casos, al menos deben ser conscientes de la necesidad de los cuidados, de la fragilidad de esas personas y de la responsabilidad que suponen para toda la familia.
13. Los hijos de parejas divorciadas valoran la relación con los primeros abuelos. No siempre es fácil, pero demuestra la madurez la expareja y proporciona a los hijos un ámbito más amplio y rico donde desplegar su afectividad, curiosidad, etc. Una buena excusa para mantener el contacto son los cumpleaños, los actos académicos, el deporte escolar…
14. Protegerles. Los adultos deben vigilar la relación de los pequeños con los mayores, orientarles y, en su caso, corregirles. El cariño y la juventud no lo justifican todo. Los nietos, aunque sean talluditos, a veces no saben callarse, o sacan temas de conversación inadecuados, o no detecten el sufrimiento psíquico o físico del abuelo en un momento dado…
15. El dinero. La psicología de los mayores tiene sus peculiaridades, igual que la de los jóvenes. Hay que saber detectar las señales que envían para afirmar su autonomía en cuestiones de dinero. El anciano puede ser dependiente en su movilidad, en planificar y adquirir los alimentos y en muchas otras cosas, pero puede también ser perfectamente consciente del manejo del dinero, de su dinero.
16. El patrimonio material de los abuelos con frecuencia es objeto de comentarios que los pequeños escuchan. Las tiranteces con los tíos y otros familiares transmiten valores negativos, al igual que estar expuestos a constantes referencias a la salud de la economía familiar, aunque esta sea muy buena.
17. La diversidad de opiniones en el seno familiar es lo habitual e incluso lo deseable. La gestión de las diferencias debe incluir a los abuelos, aunque con ellos hay que poner un cuidado especial. Para lo hijos, además, puede suponer el primer aprendizaje en la aceptación de la pluralidad y en la destreza en el diálogo.
«Los pequeños no tienen por qué cargar con el cuidado físico de los mayores, pero aprenden mucho si les dejamos ayudar en la medida de sus posibilidades»
18. La religión, en cambio, para muchos no es una cuestión de opinión. Las diferencias en esta materia requieren un añadido de delicadeza. Hay que preguntarles abiertamente sus preferencias. Acompañarle si quiere ir a misa; o al contrario, facilitar que pueda quedarse en casa si los demás son practicantes. En todos los casos, demostrar con obras el respeto por sus convicciones y deseos.
19. La visita al médico forma parte de la rutina de una persona mayor. Lo normal es acompañarle al centro de salud, al especialista o al hospital, pero eso incluye un esfuerzo de comprensión y de empatía que pasa por pedir las explicaciones necesarias al facultativo y trasmitirlas y comentarlas con el paciente.
20. Generalmente no hace falta explicar a los niños que su abuelo o abuela están poco o muy enfermos. Suelen darse cuenta. Sólo si la familia se enfrenta a un proceso terminal es conveniente hablarlo con todos los miembros de la familia y en los términos que aconseje la edad y el carácter de cada uno.
«La diversidad de opiniones en el seno familiar es lo habitual e incluso lo deseable. La gestión de las diferencias debe incluir a los abuelos, aunque con ellos hay que poner un cuidado especial»
21. El fallecimiento del abuelo suele ser la primera experiencia de un menor ante la muerte. No hay recetas mágicas para preparar a los pequeños para este trauma. Empatizarán con el dolor de sus padres y aprenderán de ellos que las lágrimas pueden ser serenas, que el duelo es un estado profundamente humano y que la seguridad de la muerte no puede con la alegría de la vida.
22. Ingresar a una persona mayor a una residencia se debe casi siempre a motivos objetivos: enfermedad, falta de medios materiales y humanos para atenderles… Las visitas no siempre son agradables pero existe el riesgo de sobreproteger a los niños evitándoles esos encuentros. Otras veces la separación está justificada, pero el abuelo debe seguir presente en la conversación y el ambiente familiar.