Cristian Olivé: “La autoridad no se gana imponiendo la fuerza, sino con respeto y confianza”
El maestro catalán, autor de ‘Profes rebeldes’ (Grijalbo), ha sido nominado a los premios Educa Abanca.
Por Diana Oliver
Cristian Olivé sabe que para aprender hay que emocionarse. Esto ya lo dicen expertos en neuroeducación como Francisco Moral Teruel, pero Olivé lo lleva a la práctica en sus clases de lengua y literatura en un instituto de Barcelona. En ellas utiliza el lenguaje de las redes sociales, las pancartas de las manifestaciones del 8 de marzo, las series de HBO y la música de Rosalía. “Ellos consumen estos contenidos por puro entretenimiento; yo le doy la vuelta para convertirlo todo en herramienta educativa”, cuenta. Y no sólo esto. Con un cambio en la mirada a la infancia y la adolescencia, Olivé hace trizas la educación “autoritaria” y la clase magistral que poco tiene que ver para este profesor con los tiempos que vivimos. “Yo defiendo una educación que avance al mismo ritmo que la sociedad y me gusta que el proceso de aprendizaje sea bastante individualizado para poder tener en cuenta todas las diferencias”, sostiene. Nominado al Premio Educa Abanco al Mejor Profesor de España, Cristian Olivé ha contado su experiencia en Profes rebeldes (Grijalbo), un libro en el que plantea si el sistema educativo ayuda a los jóvenes a crecer con espíritu crítico y da una larga explicación a por qué todos los maestros y maestras deberían ser rebeldes por convicción.
¿Por qué crees que es importante acercarse a lo que le gusta a los adolescentes a la hora de dar clase?
Es importante acercarse a sus gustos porque se sorprenden y viven el aprendizaje de un modo más auténtico. Además, les lanzamos dos mensajes: no juzgamos negativamente aquello que les gusta y, además, les demostramos que todo lo que aprendemos en el aula tienen una aplicación en la realidad.
¿De qué recursos haces uso en tus clases que salen de lo “habitual” o tradicional?
Suelo utilizar el lenguaje de las redes sociales, como Instagram, WhatsApp o Youtube. También están presentes las series y otros contenidos audiovisuales que consumen. Y, por supuesto, la música más actual y cercana a su mundo. Ellos lo consumen por puro entretenimiento; yo le doy la vuelta para convertirlo todo en herramienta educativa.
Consideras que es importante hablar de tú a tú al alumno. ¿Aún hay profesores que no lo hacen?
Cuando pregunto a mis alumnos qué es lo que piden de un profesor, me responden de un modo claro: que los mire a los ojos. La autoridad no se gana imponiendo la fuerza, sino con respeto y confianza. No se trata de romper las barreras, se trata de ajustarlas para que todo sea más humano.
Dices en el libro que los jóvenes se sienten incomprendidos. Al fin y al cabo siempre ha sido un poco así. Hablo como sociedad pero también como padres: ¿nos falta confianza, en general, en los adolescentes?
Los adultos tenemos una memoria selectiva. Nos encanta criticar a los adolescentes pero pocos recuerdan cómo eran tiempo atrás en ese misma etapa. Hace falta escucharlos, respetarlos, acompañarlos, guiarlos y aprender de ellos.
“El mundo está cambiando y la educación no avanza al mismo ritmo”. Dado el sistema educativo actual, ¿hay que hacer malabares imposibles para poder educar a los jóvenes acorde al tiempo en el que vivimos?
Yo defiendo una educación que avance al mismo ritmo que la sociedad y me gusta que el proceso de aprendizaje sea bastante individualizado para poder tener en cuenta todas las diferencias. Mis alumnos son todos distintos y a veces me cuesta llegar a todos con ratios tan desbordantes. Por eso, procuro tocarles la fibra con elementos que quien más quien menos conoce. Mi tarea es ir llegando poco a poco al máximo número de alumnos. Las instituciones no nos lo están poniendo fácil.
¿Cómo dar la vuelta a la forma de enseñar?
Sobre todo situando al alumno en el centro; escuchando sus intereses y teniéndolos en cuenta. La escuela de hoy no debe basarse en un aprendizaje basado en la escucha y en la memoria, sino que debe ir más allá. Debe invitar a pensar y a aprender por puro placer.
¿Qué es para ti ser un profe rebelde?
Ser rebelde no es una actitud. Es una convicción porque dejo de lado algunos asuntos que no se contemplan y que deberían estar. Por ejemplo, el autoconocimiento, el descubrir talentos propios, el desarrollo del espíritu crítico y el respeto y la tolerancia. No podemos pretender que sean ciudadanos libres del futuro si no los invitamos a conocerse mejor.
En España, ¿valoramos una profesión como la vuestra?
Ser profe es una profesión de alto riesgo. No estamos ni bien vistos ni disponemos de los recursos necesarios para realizar nuestro trabajo al cien por cien.
¿Se puede cambiar la educación sin valorar la figura del docente?
Cuando se toman decisiones del ámbito educativo, no se suele tener en cuenta qué opina la comunidad educativa. No tiene sentido que los docentes quedemos al margen de decisiones que nos afectan en nuestro día a día. Tenemos mucho que decir y esperamos que se nos tenga en cuenta.
Todos recordamos un profesor que nos ha marcado para bien o para mal. ¿Hasta qué punto es importante la figura del docente?
Es esencial para que un alumno se sienta parte de su propio aprendizaje. Cuando recuerdo mi etapa como estudiante, me vienen a la cabeza aquellos docentes que me miraban a los ojos y me trataban como lo que era: una persona. Me encantaba que asumieran que se habían equivocado y que tuvieran ganas de aprender también de mí. Un docente debe generar esa chispa para que el alumno tenga ganas de más.
¿Qué necesita un profesor para convertirse en un buen profesor?
Debe amar a las personas. Es un trabajo extremadamente social. Debe mirar a los ojos a sus alumnos. Debe dejar de lado la actitud jerárquica que no hace más que distanciar a los alumnos del aprendizaje. Debe ser empático. Debe ser él mismo en clase para que todo se vuelva auténtico. Y, sobre todo, no debe tener miedo a equivocarse. La base para aprender es el error.