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Cuando esperamos a nuestro bebé

padresycolegios.comSábado, 1 de enero de 2022
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Cuando pensamos en un bebé, sabemos que “no habla” pero puede comunicarse de muchas maneras… Todos pensamos que comenzará a hablar “a su debido momento”, como si alguna información guardada en los genes se disparara y comenzara este largo y complejo proceso como el dominio del lenguaje. En realidad lo que heredamos es la “potencialidad de hablar” y para que esto se despliegue hace falta “seres humanos afectuosos” alrededor del bebé que pongan palabras a sus primeras señales de comunicación y a sus acciones.

Es decir que un vínculo afectivo sólido es la clave para que el bebé aprenda a comunicarse primero y a hablar, después. Aunque esto también vale para muchos otros aprendizajes.

Un bebé humano no puede sobrevivir sin los cuidados y el afecto de sus seres queridos. Antes de el niño comience a balbucear las primeras palabras como las entendemos la mayoría de los hablantes, los pequeños se comunican de muchas formas, la primera de ellas el llanto y los adultos vamos interpretando el mismo hasta distinguir cuando “llora de hambre” O “llora porque quiere que lo cambien” “ o bien “llora porque esta aburrido”. Agita sus brazos y piernas porque está contento o quiere llamar tu atención, sonríe cuando alguien le hace gracias frente a su carita, mira asombrado ante algún ruido sorpresivo…

Interpretar las reacciones y el por qué de su llanto o sus movimientos es la vital para establecer las primeras bases de la comunicación con el bebé.

Solo si las bases de la comunicación se han establecido, los niños comenzarán a balbucear y luego a hablar tal como lo hacen a su alrededor, los adultos que lo cuidan y se vinculan afectivamente con él.

El vinculo emocional con sus papás desde que nacen es fundamental para el desarrollo de sus conexiones cerebrales en relación con la adquisición del lenguaje. Las respuestas positivas que recibe el bebé de los adultos, favorecerá que esa comunicación primigenia y rudimentaria se vaya especializando y complejizando cada vez más.

Si observamos a adultos comunicándose con sus bebés, observamos lo que se ha dado en llamar el “baby talk”, es decir una voz melódica, casi cantada, un tanto aguda, poniendo énfasis en algunas palabras sobre otras. Poner palabras a las rutinas de cuidado y relación diaria mejorará las posibilidades de aprendizaje y comunicación del bebé.

Durante el primer año de vida, los intercambios y la comunicación entre la madre y su bebé son exclusivamente pre-verbales y se apoyan en la habilidad para “interpretar” las necesidades y emociones de su bebé (empatía) y en la imitación de las expresiones faciales; esto promueve un “diálogo” que influye en el desarrollo del pequeño. La información que le llega, a partir de los cuidados que le prodigan sus padres, favorecerá el despliegue de sus potencialidades y propiciará el desarrollo de su madurez cerebral.

“El ser humano nace con un sistema nervioso que necesita desarrollar y madurar, y con una mente que debe estructurarse. El afecto será la chispa que encienda, conecte y despliegue todas sus posibilidades biológicas, emocionales y cognitivas a partir de los primeros intercambios”. Así vemos la importancia de los primeros intercambios emocionales con sus padres, que tendrán la función más importante de todas, la de “humanizar” al bebé, ayudándole a desarrollar su lenguaje y a organizar sus pensamientos “El desarrollo de un niño está sujeto no sólo a las leyes naturales que rigen la evolución, sino también al elemento organizador que promueve el vínculo con sus padres. La comunicación pre-verbal juega un papel clave en el desarrollo cognitivo, la comunicación y la integración socio-emocional del niño”

“La mayor parte de los intercambios en este diálogo bebé-adulto están basados en procesos inconscientes que escapan al control racional de los padres. La respuesta que los adultos ofrezcan a las primeras manifestaciones favorecerá el despliegue y la riqueza de nuevas formas de comunicación. Esto es lo que se conoce como ilusionar a un bebé, es decir, que comprenda que cada manifestación suya provoca una respuesta en los otros y que erá respondida inmediatamente y de la manera adecuada. Así irá desarrollando la confianza en los adultos que le cuidan y esto, a su vez, alimentará su deseo de conectar con ellos y enriquecerá sus recursos para comunicarse”.

De 0 a 8 meses. El descubridor
Cómo se expresa: carece de intención comunicativa, es decir, no tiene una idea en mente para comunicar. El llanto es una de las primeras formas de expresión. Sonríe y devuelve la sonrisa a alguien que lo mira expectante o con alegría y emite sonidos de placer o de molestia (vocalizaciones y balbuceos). Más adelante, moverá sus manos para coger un objeto o extenderá sus brazos para dirigirse a un adulto. Cambia el volumen y tono de su voz; puede tratar de imitar un sonido o alguna expresión facial del adulto que tenga en frente.

Qué comprende: responde al tono de la voz del adulto, pero no comprende las palabras. Comienza a reconocer rostros, objetos, voces y sonidos con los que se relaciona habitualmente. Comprende gestos sencillos (si mamá le extiende los brazos, es posible que él extienda los suyos para que lo alcen) y anticipa lo que sucederá a continuación en una rutina cotidiana o algún sonido que le resulte familiar (como el agua de la bañera, que asociará al baño).

De 8 a 13 meses. El comunicador
Cómo se expresa: a los 8 o 9 meses, los bebés dan un salto cualitativo muy importante, despliegan la intencionalidad comunicativa. Coincide con una maduración cortical y con el hecho de haber establecido una confianza con el adulto. No expresa ninguna palabra “comprensible”, pero tiene una idea en mente y envía mensajes “comprensibles” para los adultos que tienen contacto habitual con él. Señala, triangula (atención conjunta) la mirada entre el adulto y el objeto que quiere, y puede seguir el interés de otros (puede mirar donde el adulto señala o mira). Protesta, mueve sus manos para saludar o despedirse, emplea vocalizaciones y balbuceos más complejos y parecidos a los de su lengua materna.

Qué comprende: primero, las cosas que suceden en las rutinas cotidianas y más adelante, el lenguaje que se repite una y otra vez durante las mismas. Esto es fundamental porque lo primero que se desarrolla es la comprensión del lenguaje y más tarde comienzan a aparecer balbuceos que intentan imitar las palabras que comprende.

De 12 a 18 meses. Palabras-frase
Cómo se expresa: la primera palabra es un momento muy especial. La reacción que percibe el bebé de su alrededor le alienta a seguir intentándolo. Las primeras palabras pueden “parecerse” poco a la forma que tienen en el lenguaje adulto y son mejor comprendidas por las personas que habitualmente están con ellos.

Los niños usan una sola palabra para expresar muchas cosas: “oche” puede significar que quiere un coche, que se ha roto el coche o tantas cosas que solo en la situación puede ser comprendida por el adulto.Qué comprende: aumenta su nivel comprensivo de las palabras que escucha en las situaciones cotidianas. Puede señalar cosas o personas cuando se lo piden y comprender &#2
43;rdenes sencillas, sobre todo, si se relacionan con sus hábitos diarios o son acompañadas por señalizaciones.

De 18 a 24 meses. Combinaciones de dos palabras
Junta dos palabras, pero sin nexos, artículos, preposiciones o verbos, es decir, sin una estructura gramatical semejante a la del adulto. Por ejemplo: coche papá. Estas combinaciones también deben ser descifradas en el contexto porque podrán tener muchos significados, vamos en coche, ¿dónde está mi coche?

De 24 a 36 meses. Oraciones simples
Poco a poco, estas frases sencillas serán cada vez más complejas con los elementos que los adultos empleamos en nuestro lenguaje coloquial y podrán sostener conversaciones cada vez más largas.

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