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¡Déjale que descubra su propio espacio!

padresycolegios.comSábado, 1 de enero de 2022
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Desde que el niño nace, suele dormir al lado de sus padres. De hecho, la cuna suele estar tan cerca que, alargando la mano, se puede acariciar al bebé. Pero esa costumbre no puede durar toda la vida, ya que no es beneficioso ni para el niño ni para los padres. Desde aquí te damos algunos consejos sobre cómo hacer que el cambio de la cuna a la cama sea positivo, y te demostramos que, en algunos casos, la separación es buena.

Alrededor de los dieciocho o veinte meses, un niño ya está preparado para pasar de la cuna a una cama, o a una cuna sin barrotes, ya que a esta edad el niño está en plena adquisición de su autonomía y comienza a reconocer que hay cosas que ya puede hacer solo y que le dan confianza en sí mismo.

“Le explicas que es un niño mayor y que por eso ya puede dormir en una cama como sus padres o hermanos. También es importante que no se modifiquen los hábitos que tenía a la hora de acostarse, ya que todo sería un cambio demasiado brusco”, afirma Gabriela Atala, madre de dos niños de 2 años y 8 meses respectivamente.

“Este cambio significa ganar autonomía ya que tiene mayor capacidad de movimientos y más independencia”, asevera Sonia Pérez, experta en contenidos pedagógicos de Imaginarium.

Implicar al niño en el cambio

Para que este cambio sea más fácil para el niño, lo mejor es hacer que participe activamente en el proceso.

“El niño tiene que sentirse a gusto y seguro con el mobiliario escogido. El tamaño de la cama no debe ser excesivamente grande que haga que el niño se pierda en ella; debe proporcionarle seguridad (con barreras de seguridad), tener bordes redondeados y además no debe dejar huecos en los que los pies y manos del niño se queden atrapados. Hay algunos trucos para facilitar la tarea como situar la nueva cama en el mismo lugar en el que estaba su cuna e invitarle a dormir con el muñeco que le ha acompañado en la cuna desde su nacimiento”, cuenta Sonia Pérez.

Problemas que pueden surgir

Al principio, el cambio puede costar tanto a los padres como al niño, pero las consecuencias de no sacarlo del cuarto de los padres pueden generar problemas a largo plazo, como por ejemplo, que los pequeños sean más temerosos y propensos a las pesadillas nocturnas, y menos independientes. Por eso, aunque surjan problemas, hay que saber sobrellevarlos y aceptar que la separación será positiva.

“Durante los primeros días, el pequeño se puede caer de la cama, pero pronto su sistema nervioso perceptivo se adaptará a este nuevo espacio sin límites y, para evitar caídas, es necesario poner un colchón ó almohadones”, afirma Ana Daviña, profesora de Educación Infantil.

“Los problemas que pueden surgir es que el pequeño tenga miedo a caerse de la cama, o a no sentirse seguro y protegido en un espacio más grande que en el que dormía hasta ahora”, afirma Sonia Pérez,

Lo fundamental ante esta nueva situación, es que sean los padres los que acudan siempre al cuarto del niño en el caso de que lo necesite, y no llevar al niño al suyo. Si esta premisa se mantiene, los niños se acostumbran a ser independientes, y a la vez sabrán que nunca estarán solos, ya que sus padres duermen cerca de él. Así, todo el mundo verá los beneficios de una separación ventajosa y que hará crecer tanto al niño como a los padres en su vida familiar.

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