Disciplina positiva para que las mañanas no sean un caos
Durante el curso escolar las mañanas pueden convertirse en un auténtico caos. Cuesta sacar a los niños y niñas de la cama -sí, aunque el fin de semana a las 7.00 h. estén en pie–, cuesta desayunar a tiempo y cuesta que se vistan. Analizamos cómo se puede simplificar este proceso.
Por Diana Oliver
Sobre cómo afrontar las mañanas para que no se conviertan en un auténtico caos hay muchos textos escritos. Basta con teclear el asunto en la barra de Google para que aparezca un listado con más de un millón de entradas. La cuestión es que pocas veces se repara en cómo afecta este caos matutino a la relación que cada día estamos construyendo con nuestros hijos e hijas, qué herramientas –reales– tenemos a nuestro alcance para que el clima familiar sea el más agradable posible y qué tenemos que cambiar para que esas herramientas tengan –de verdad– alguna utilidad. Es en este sentido es en el que trabaja la Disciplina positiva: una metodología que facilita herramientas siempre que haya habido un cambio previo en la mirada a la infancia. “Como personas adultas tenemos que tomar perspectiva y tener en cuenta los factores propios del desarrollo evolutivo de las niñas y niños, pero también su necesidad de adultos de referencia que muestren su amor incondicional para generar un vínculo afectivo de calidad”, explica Arantxa Arroyo, maestra de Educación Infantil certificada como Educadora de Aula y Familias en Disciplina Positiva.
Emociones, capacidad de resolución de conflictos y autocuidado
Recuerda Arantxa Arroyo que la regulación emocional depende del nivel madurativo de las niñas y niños pero, a medida que van creciendo, también dependerá de las estrategias que les enseñemos. “La regulación emocional en la primera infancia es un proceso de corregulación: su estado dependerá del nuestro”. Esto se produce, según Arroyo, por las neuronas espejo que, como su propio nombre indica, copian los estados emocionales del otro. Es por ello que la experta incide en que debido a que nosotros, como adultos, ya tenemos esa madurez biológica somos quienes debemos poder gestionar un conflicto. “Si entramos en una “lucha de poder”, las relaciones transversales se desvanecen y llegan las jerárquicas en las que uno, por supervivencia, intentará sobreponerse de una forma u otra”, explica.
Lo anterior viene a decir algo sabido cuesta asimilar: para poder enseñar a nuestros hijos, antes debemos aprender nosotros. Es decir, que si nuestra regulación emocional es deficiente es probable que nos cueste poder ayudarles a regular sus propias emociones. No siempre es fácil. Influyen nuestras propias mochilas pero también otro buen número de factores: el estrés, las dificultades económicas, la ausencia de conciliación, las expectativas… Un cóctel que, sin que sirva de excusa, no se lo pone nada fácil ni a las familias más concienciadas e implicadas.
Lo sabe Arantxa Arroyo, quien afirma que seguramente nos lleguemos a plantear: “Vale, yo todo esto ya lo sé pero al final acabo gritando”. Para la educadora hay un elemento clave que en nuestra lista de prioridades vamos relegando al último lugar: el autocuidado. “Debemos tatuarnos que la persona más importante en nuestra vida somos nosotras mismas y que todo lo demás depende del tiempo que dediquemos a cuidar nuestra salud física y emocional. Dedicarnos tiempo mejorará nuestras relaciones familiares y sociales”, señala.
Herramientas para que las mañanas no se conviertan en una batalla
Si nos centramos en las mañanas, que suele ser el momento más conflictivo del día, es sabido que hay premisas que pueden hacerlas más fáciles. Entre ellas, mantener una buena rutina de sueño –lo que implica cenar antes y acostarnos pronto– o dejar todo preparado la noche anterior. En esto último ayuda mucho dejar la mesa del desayuno lista, pensar el desayuno, elegir la ropa del día siguiente y preparar las mochilas así como nuestros propios bártulos. Pero hay más. Hay algunas herramientas “extras” que pueden hacer mucho más fácil ese tránsito de casa hacia el colegio. Herramientas, todas, que pasan ineludiblemente por ese cambio necesario de mirada a la infancia.
- Medir el tiempo: La maestra de Educación Infantil y experta en Disciplina Positiva Arantxa Arroyo opina que lo primero que debemos hacer es asimilar que el concepto “tiempo” es algo que para niñas y niños pequeños es totalmente abstracto. “La comprensión del paso del tiempo es un proceso muy complejo que hace falta una madurez cerebral para ello”, explica. Para ayudarles a interpretarlo recomienda hacernos con diferentes relojes de arena para que de manera muy visual los niños y niñas ver la cantidad de tiempo que ha pasado y qué tiempo les queda. “Será un elemento externo el que les va marcando el transcurso de la mañana y no nuestra voz”, apunta.
- Establecer rutinas: Otra herramienta que la educadora ve útil es la de tener unas rutinas establecidas para hacer más sencillo el tránsito del tiempo entre que se levantan y llegan al colegio. “Se trata de una tabla temporal en la que encontramos las diferentes acciones (en forma de pictograma, dibujo o foto) que hay que hacer en un periodo de tiempo, y que ayudan en la autonomía de las niña y niños externalizando el recordatorio materno/paterno de lo que toca hacer a continuación”, explica.
- Escuchar a nuestros hijos e hijas: De nada sirve lo anterior si no se trata de una actividad familiar en la que se le pregunte al niño o la niña cuáles son las acciones necesarias en la mañana y en qué orden. “A veces el momento “vestirse” es una verdadera odisea y he podido comprobar como muchas familias después de preguntar a su peque en qué momento querían hacerlo y éste decidirlo, la vestimenta dejaba de ser un problema. Al contar con ellos, preguntarles y tenerles en cuenta a la hora de tomar decisiones estaremos fomentando su sentimiento de pertenencia e importancia en la familia, algo fundamental para su desarrollo físico y emocional”, insiste Arantxa Arroyo.
- Acompañar emocionalmente una situación conflictiva: Durante las mañanas, y pese a haber establecido todas las herramientas anteriores, pueden aparecer situaciones conflictivas. Para enfrentarnos a ellas Arroyo aconseja emplear la fórmula RePeSA: Reconocer el sentimiento (“Te has enfadado mucho porque no encontramos la goma que te gusta”), Permitirlo (“Yo también me frustro cuando no encuentro algo que estoy buscando”) y Proponer Soluciones Aceptables (“¿Quieres respirar conmigo para calmarnos o prefieres salir del baño para despejarte?”). “Esto no quiere decir que el conflicto se disipe de manera inmediata, pero seguramente ayudará a rebajar tensión y la niña o niño se sentirá comprendido, lo que mejorará la situación”, cuenta.
- Tener en cuenta sus necesidades fisiológicas: Por último, debemos tener en cuenta que en emociones como la frustración a menudo influye que las necesidades fisiológicas estén cubiertas. “Si el niño o la niña ha dormido mal o tiene hambre tenemos que tenerlo muy presente y entender que es prácticamente imposible que pueda abordar de manera racional estas situaciones, puesto que es tanto biológica como fisiológicamente imposible”, nos recuerda la experta en Disciplina Positiva.