Drogas
No pretendemos alarmar, pero las drogas están tan presentes en nuestra sociedad que es conveniente mantener los ojos bien abiertos para que no crucen el umbral de nuestro hogar. Desde la prevención al tratamiento, pasando por los síntomas de consumo, te ofrecemos una guía para hacer frente a una de las grandes lacras de nuestro siglo.
Autor: RODRIGO SANTODOMINGO
¿Mi hijo toma drogas?
Detectar el consumo de estupefacientes por parte de tus hijos depende de múltiples factores. ¿Qué toma? ¿Con qué frecuencia? ¿Dónde lo hace? Tampoco hay que olvidar que no todos los organismos (en especial los cerebros…) responden de igual forma a la ingesta de las mismas sustancias. Y luego está el nivel de confianza que mantengamos con ellos, su facilidad para mentirnos, el grado de conocimiento mutuo…
En su último libro, Drogas fuera (Editorial Temas de Hoy), la psiquiatra María Inés López-Ibor advierte que “no hay un signo que demuestre con certeza que consumen (a no ser que lo veamos), pero sí que existen signos que pueden hacernos sospechar”. Son los siguientes:
Deterioro en el aspecto. Su aspecto y su higiene se vuelven más descuidados. También pueden parecer más cansados, incluso somnolientos, pálidos, con ojeras…
Pérdida de interés. Puede que abandone antiguas aficiones que antes le motivaban o que baje su rendimiento escolar sin causa aparente. La falta de motivación es uno de los efectos más citados al hablar del cannabis.
Cambio en las relaciones familiares. Tienden a evitar los momentos en familia (difícil distinguir, ya que hablamos de adolescentes…). Más preocupante es que se distancien de sus hermanos o de amistades asentadas.
Desajustes de sueño. Cambios en el ritmo sueño-vigilia. Duermen a destiempo y permanecen despiertos de madrugada.
Mentira. Uno de los síntomas más evidentes. Tienen algo que ocultar, así que mienten más y aprenden a afinar y sofisticar sus triquiñuelas.
Hay opciones más tajantes: el Ayuntamiento de Milán anunció recientemente que dispensará test antidroga a las familias con hijos entre 13 y 16 años. Es un alternativa fiable, pero algunos educadores la tachan de auténtica locura antipedagógica.
¿Qué consumen?
Cocaína
Somos, según las autoridades de EEUU, el país de Europa donde más cocaína se consume. Antaño droga de adultos, este alcaloide extraído de la planta de coca ha irrumpido con fuerza en el ocio de los menores: en la última década, su consumo en la franja 14-18 años se ha cuadriplicado hasta situarse en un 7,2%. Los riesgos son para echarse a temblar. Desde infartos a todo tipo de psicosis, pasando por impotencia o problemas respiratorios. El crack, otro derivado de la planta, es minoritario en España, pero ya se empieza a oír hablar de él.
Alucinógenos
Tus hijos pueden tener acceso a dos tipos: el ácido LSD (al que llamarán “tripis”) y los hongos alucinógenos (conocidas bajo la inconfundible denominación de “setas”). Normalmente son sustancias de consumo ocasional, incluso en aquellos que toman drogas a diario. Los efectos son lo que su propio nombre indica. Sobre sus riesgos, en las setas están pocos estudiados, pero ha quedado demostradísimo que el LSD devora la mente: alucinaciones permanentes, esquizofrenia, dificultades con el pensamiento abstracto. La lista es larga.
Cannabis
En las plazas y parques de toda España. En colegios e institutos, zonas de marcha o a la vuelta de la esquina. El cannabis (en nuestro país se consume mucho más la resina de la planta –hachís– que sus hojas y flores –marihuana–) ha penetrado hasta tal punto por estos lares que ya a nadie sorprende ver a un grupo de chavales liándose un porro.
Las autoridades advierten: el gran problema del cannabis es que entre nuestros jóvenes ha calado hondo un mensaje de inocuidad; para muchos, es igual o menos dañino que el tabaco. Y las cifras de consumo se han disparado: en Madrid, uno de cada cuatro chavales entre 14 y 18 años lo fuman habitualmente, prácticamente a diario. La apatía, la perdida de memoria y (en consumos prolongados) la aparición de trastornos de ansiedad son sus peligros más evidentes.
De Diseño
Las drogas de diseño (últimamente se impone la denominación “de síntesis”) son un mundo para perderse. En sentido literal, porque cada poco tiempo aparece una nueva sustancia que añadir al listado de estimulantes/perturbadores a los que se puede cambiar la estructura química para conseguir determinados efectos. El más conocido es el éxtasis (ahora también a la venta en versión líquida –éxtasis líquido–, o en cristales puros –MDMA–), pero hay otro tipo de composiciones procedentes de la misma familia.
Y en sentido metafórico, porque los efectos de la química sobre el cerebro son devastadores. Aún han sido poco estudiados, pero no escasean los casos de paranoia aguda, depresiones o ese estado difuso que los chavales llaman estar “quedado”. De vez en cuando se oyen noticias de colapso y muerte por sobredosis.
¿Cómo puedo ayudarle?
Cita textual extraída de la página web de la Fundación de Ayuda para la Drogadicción (FAD): “La familia desempeña un papel importante en el proceso asistencial de un drogodependiente. Además de facilitar que el consumidor tome la decisión de hacer algo para remediar su situación, de motivarle para el tratamiento, puede ofrecer un apoyo paralelo al mismo, decisivo en la rehabilitación. Paralelamente al proceso que se realiza con los afectados, existen programas en los que se orienta y se facilitan pautas de actuación para los familiares, capacitándoles para abordar mejor estas situaciones”.
La FAD se dirige a un público general, no necesariamente a menores. Pero es de sentido común concluir una regla de oro a la hora de abordar los problemas de drogas: a menos edad, más importante será el papel de los padres.
Otra verdad de perogrullo indica que la mejor estrategia es la prevención. En este sentido, el Gobierno de EEUU recomienda en su programa anti-drogas que “los niños y adolescentes quieren que sus padres les hablen sobre drogas y que les dejen su posición clara. Si esto no es así, podrían sentirse tentados a consumirlas”. Es decir, no des nada por hecho.
Y habla con ellos en un clima relajado, con confianza y sin amenazas. Es importante que comprendan que no deben evitar consumir por temor a un castigo, sino por propia convicción.
Si la prevención ha hecho aguas y te encuentras con el problema de cara, necesitarás paciencia y mucha mano izquierda. Estos consejos, incluidos en un documento del Royal College of Psychiatrists del Reino Unido, te pueden servir para echar andar.
Asegúrate de que estás en lo cierto (e infórmate). Un error gravísimo sería acusarle de algo que hasta ese momento sólo son sospechas. Esto minaría terriblemente la confianza de tu hijo. También es conveniente que te informes sobre la sustancia que consume antes de hablar con él.
Mantente tranquilo. No es momento para furias desatadas ni broncas antológicas. Lo que tu hijo necesita es darse cuenta de que tiene un problema grave y que puede contar con sus padres para superarlo.
No discutas ni intentes argumentar con ellos mientras estén bajo los efectos de las drogas. Resulta, en el mejor de los casos, inútil: ya no hablas con tu hijo.
En los casos más graves, es probable que lo más conveniente sea ponerse en manos de un especialista o intentar la terapia de grupo, muy efectiva en estos casos.
Nadie duda de que el colegio tiene que aportar su granito de arena en la prevención, pero pocos profesores estarían de acuerdo en que el centro también tiene que ser parte de la solución cuando el problema ya existe. Según la expresión de moda, sería un ejemplo palpable de “importación de los problemas de la sociedad a la escuela”. Como es lógico, a lo que si están obligados los docentes es a informar a los padres en caso de que su hijo haya sido cazado tomando drogas dentro del recinto escolar.
Por fortuna, lo cierto es que cada vez es más habitual la colaboración de los centros educativos a la hora de informar sobre el escabroso mundo de las sustancias prohibidas. Charlas-coloquio, exposiciones, debates en clase… Hay organizaciones (la FAD es una de ellas) que se encargan de enviar a expertos a los colegios para que transmitan a los alumnos los peligros de coquetear con estupefacientes.
Y en la cara represiva de la moneda, sólo recordar que el Ministerio del Interior puso en marcha el pasado año un plan masivo para vigilar el tráfico de drogas en los aledaños de los institutos. En muchos casos, el problema se había ido de madre.