Educar el pensamiento crítico: Los juegos de escape, aprender jugando
Escuchar, analizar, investigar, contrastar, buscar soluciones… son cualidades que ayudan a cultivar el pensamiento crítico. ¿Cómo fomentarlo en el aula?
Por Olga Fernández
“Cuestionar incluso aquello que parece obvio”, es la esencia del pensamiento crítico. Para activar esta forma de pensar es necesario que se den una serie de condiciones. El filosofo Francesc Torralba, director de la Cátedra Ethos de la Universidad Ramon Llull, en Barcelona, es coautor del informe “¿Somos críticos? Fundamentos para una educación comprometida”, donde resume cómo educar a los niños en el pensamiento crítico.
Una de las claves es “tener la audacia de criticar, de atreverse a decirle al emperador que va desnudo”, comenta en clave metafórica. La más importante de todas es distanciarse de la fuente de información a nivel intelectual, es decir, enseñar al niño a ser escéptico y no creer de entrada todo lo que transmite una fuente.
Otras serían no excluir ningún objeto de la crítica, evitar el principio de autoridad, realizar la crítica pensando en la comunidad y no a nivel individual, y actuar desde la humildad (aceptar las críticas de los otros).
En la escuela
Todo niño tiene capacidad de pensamiento crítico, solo hay que cultivarlo. Uno de los más novedosos es el room escape, un juego de escape que permite aprender matemáticas de forma lúdica. En el aula, el profesor reúne a un grupo de alumnos en una sala de la que se tienen que escapar en un tiempo determinado.
Para hacerlo, deberán resolver unos problemas y seguir unas pistas que estarán relacionadas con los contenidos curriculares que trabajan en clase, y deberán utilizar sus capacidades intelectuales, creativas y de razonamiento deductivo y hacerlo en equipo. “Fomenta el trabajo cooperativo entre alumnos, el razonamiento deductivo y la práctica de las habilidades sociales.
Y resulta especialmente interesante cuando los niños pueden descubrir nuevas facetas de sus compañeros”, explica Amalia Gordóvil, profesora de Psicología de la Universitat Oberta de Catalunya. El juego permite poner en marcha y fomentar actividades mentales complejas y habilidades socioemocionales, como “observar, adivinar, anticipar, ponerse en el lugar del otro, expresar sentimientos, …”, enumera Gordóvil.
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El scratch, aprender a investigar jugando
“Otra forma de aprender jugando es el scratch, un lenguaje de programación creado por el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT)dirigido a niños y niñas de entre 8 y 12 años, que también fomenta el pensamiento lógico y la creatividad. De manera que los niños aprenden a programar sus propios juegos, historias y animaciones y que lo hacen de forma lúdica y sencilla.
“La actividad intelectual asociada a la programación enseña a pensar de forma abstracta, lógica y estructurada. El scratch potencia el aprendizaje por indagación, por investigación y por resolución de problemas”, explica Adriana Ornellas, profesora de Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación de la UOC. Para los expertos, este lenguaje de programación tiene varios beneficios:
- Desarrolla el pensamiento lógico: el niño es capaz de descomponer un problema en pequeñas partes, lo que le obliga a realizar un seguimiento secuencial para encontrar la solución.
- Fomenta la creatividad: tienen que imaginar historias y crear juegos..
- Mejora la comprensión: pueden comprobar cómo el ordenador ejecuta sus órdenes.
- Facilita el pensamiento sistémico: la programación les permite entender cómo funciona un sistema y cómo se relacionan sus partes.
- Mejora el rendimiento escolar: “aprenden programación, conceptos matemáticos, inglés, etcétera.
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