El cine: una herramienta educativa infravalorada
“El cine está infravalorado como herramienta educativa porque quienes deberían usarlo (educadores, profesores, maestros, padres) lo utilizan poco. El cine no tiene por qué ser en sí mismo educativo, de hecho no es lo normal, pero con mediadores, cuando se plantea como elemento educativo, tiene mucho potencial para serlo”, afirma Enrique Martínez-Salanova, profesor de Tecnología Educativa, Antropología de la Educación, Didáctica y Comunicación e Imagen.
Su visión la comparte en gran medida Carmen Arocena, doctora en Comunicación Audiovisual y coeditora del libro Películas para la Educación: aprender viendo cine, aprender a ver cine, que considera que los filmes se utilizan como herramienta educativa “pero se desperdicia su potencial usándolos de manera equivocada, como aperitivo, como entretenimiento o avance de un determinado tema”. Para la experta, a menudo, en las experiencias que buscan incorporar el cine a la educación, se olvida que el cine “es un arte, una forma de lenguaje con sus juegos retóricos y estilísticos”, algo que le parece “injusto, una especie de falta de respeto” que no se comete, en cambio, con la literatura o con la música.
En el libro publicado por Cátedra del que Carmen Arocena es coeditora se abordan casi medio centenar de películas relacionadas con diversas temáticas de interés para niños y adolescentes, cintas que ofrecen “diferentes puntos de vista sobre un mismo tema y que confrontan ideas”, algo que la doctora en Comunicación Audiovisual considera “importante” porque solo del debate, de escuchar opiniones diferentes, “surge el aprendizaje”. Para Arocena, el visionado de películas contribuye a crear “futuros ciudadanos con criterio, capaces de expresar su opinión y de aceptar la del otro”, algo que adquiere especial relevancia en una sociedad como la actual, en la que estamos tan acostumbrados a consumir textos audiovisuales “que no somos conscientes de que son efectos de lenguaje y que, como todo lenguaje, pueden servir para mentir o para manipular”. Por tanto, educar con el cine también serviría para “enseñar a leer este tipo de mensajes y, de alguna manera, educar en un cierto gusto audiovisual”.
“El cine puede aportarlo todo a la educación de los niños”, afirma por su parte Martínez-Salanova, que destaca en especial el desarrollo de la capacidad “de curiosidad e investigación”. A juicio del docente, renunciando al cine y a su valor como herramienta educativa los profesores y sus alumnos “están perdiendo una ocasión imposible de recuperar”, ya que es de vital importancia enseñar a ver cine a los niños desde pequeños para que luego, durante su adolescencia y su adultez, “puedan seguir viendo cine con ciertos criterios”. En ese sentido, recuerda que el cine “es creatividad, es lenguaje, es historia, es música, es dramas humanos, es millones de cosas” y explica, como ejemplo, que incluso una película de historia, por inexacta que sea, “puede dar lugar a una investigación para ver qué hay de cierto y de falso en ella, de forma que del cine pasamos a los libros, a las enciclopedias, a internet… A la búsqueda de información”.
del cine al aula
Carmen Arocena reconoce que existe “un cierto desconocimiento” entre el profesorado sobre cómo sacar más partido a los filmes “porque trabajar con ellos requiere unas experiencias particulares” y un profesor, sea de la asignatura que sea, “no tiene por qué saber analizar películas”. En palabras de la doctora, lo más importante es elegir bien las películas, ya que “no es posible terminar de ver una buena película y seguir siendo el mismo”, además de que una película bien elegida “siempre puede propiciar un fructífero debate”.
Para Enrique Martínez-Salanova, por su parte, cuando queremos darle al cine una función educativa tiene que haber necesariamente “una introducción, un contexto y que la persona que actúa de mediadora tenga idea de para qué sirve esa película en concreto”. Al respecto, añade que los profesores tienen que trabajar previamente las películas y planificar un recorrido para conseguir el fin deseado y fomentar “el debate, el análisis, la búsqueda de conclusiones y las ganas de saber más” de los alumnos: “Si un filme es suficientemente interesante sobre él se puede trabajar durante todo un curso académico, sin necesidad de visionarlo cada día”.
Trabajar las películas para presentarlas a los alumnos de la forma correcta supone, por tanto, un trabajo extra para los profesores que no todos están dispuestos a asumir: “Hay muchos profesores que tienen a gala aburrir, que dicen que el conocimiento es aburrido y parten de esa premisa”, asegura el profesor de Comunicación e Imagen, que aprovecha para recordar a los docentes una máxima: que el cine es “una excusa, un pretexto y un recurso magnífico porque está filmado absolutamente todo el siglo XX y los anteriores han sido recreados”.