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El desarrollo de las habilidades manuales

padresycolegios.comSábado, 1 de enero de 2022
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Hablar de habilidades manuales es hablar de motricidad fina. Para ello primero tenemos que fijar el término motricidad. La motricidad es esencialmente movimiento. Los actos motóricos comienzan con la motricidad gruesa (desplazamiento de todo el cuerpo en el espacio); continúa con la motricidad media (movimiento del cuerpo y miembros sin cambiar de lugar) y termina con la motricidad fina (giros, torsiones y rotaciones de brazos, manos y dedos)

Añadimos el prefijo psico al sustantivo motricidad para poder englobarla y entenderla en una concepción más amplia que abarca e incide en la construcción de la personalidad y ejerce su influencia sobre los aspectos afectivos, emocionales e intelectuales del niño.

En la evolución del niño es esencial la motricidad. Ésta va pasando por distintas etapas desde los movimientos automáticos y sin control hasta los que vienen ordenados por la representación mental previa. De una forma más gráfica podemos decir que el niño, en el inicio de su vida tiene el pensamiento inhibido por el movimiento y va llegando gradualmente a una verdadera organización mental en la que este movimiento es el resultado de una orden dada por el cerebro para realizar una acción concreta y específica.

Dentro de la motricidad fina es donde se encuadran las habilidades manuales que comprenden todas aquellas actividades del niño que requieran de una precisión y un elevado nivel de coordinación. Para adquirir estos niveles es precisa la madurez del sistema nervioso central y un adecuado desarrollo muscular y viso-motor. Cuando se alcanza este grado de maduración y a través de un largo aprendizaje con el que se van superando los diferentes niveles de dificultad, se consigue la adquisición plena de cada una de sus facetas.

Para ayudar al desarrollo de estas facultades se ha de seguir un proceso cíclico, iniciando el trabajo desde que el niño se manifiesta capaz, partiendo de un nivel muy simple para continuar durante todos los años de su desarrollo con objetivos más complejos y bien definidos acordes con sus correspondientes edades. Hay que tener muy en cuenta que, aunque estas habilidades se desarrollan en un orden progresivo, su cadencia es desigual ya que se va produciendo por procesos acelerados en algunos momentos mientras que en otros la evolución queda muy ralentizada.

Podemos ir observando esta evolución desde el nacimiento:
Las manos de un bebé recién nacido están cerradas la mayor parte del tiempo y como con el resto de su cuerpo, tienen poco control sobre ellas. Si se toca su palma, cerrara el puño, pero esto es una acción de reflejo inconsciente llamada el reflejo Darwinista y desaparece en un plazo de dos a tres meses. Así mismo el bebé agarrará un objeto puesto en su mano pero sin ningún conocimiento de lo que está haciendo

Aproximadamente a las ocho semanas comienzan a descubrir y jugar con sus manos, al principio solamente involucrando las sensaciones del tacto pero después, cerca de los tres meses, incorporan también el sentido de la vista.

La coordinación ojo-mano comienza a desarrollarse entre los dos y cuatro meses, comenzando así un periodo de práctica llamado ensayo-error al ver los objetos y tratar de tomarlos.

A los cuatro o cinco meses la mayoría de los niños pueden tomar un objeto que esté dentro de su alcance, mirando solamente el objeto, no sus manos. Este logro llamado “máximo nivel de alcance” se considera un importante cimiento en el desarrollo de la motricidad fina. A la edad de seis meses. Los niños pueden tomar un pequeño objeto con facilidad por un corto periodo y muchos comienzan a golpear objetos. Aunque su habilidad para sujetarlos sigue siendo torpe, les atrae mucho tomar objetos pequeños e intentar ponerlos en sus boca.

Durante la última mitad del primer año, comienzan a explorar y probar objetos antes de tomarlos, tocándolos con la mano entera y eventualmente los empujan con su dedo índice. Uno de los logros motrices más significativos es el coger cosas usando los dedos como pinzas, es decir, oponiendo índice y pulgar. Esta habilidad aparece entre los 12 y 15 meses.

A partir de la adquisición de la “pinza” el niño mejora considerablemente sus habilidades manuales, manipula los objetos con mayor destreza y controla objetos de tamaño cada vez más pequeños. Con todo esto amplía las posibilidades de descubrimiento de su entorno más cercano.

A partir de los quince meses podemos empezar a entrenar al niño en el manejo de la cuchara, permitiéndole la experimentación y que vaya siendo agente activo de su alimentación. Veremos como en poco tiempo es capaz de llevarse la comida a la boca derramando cada vez menos cantidad. Habremos contribuido a potenciar su desarrollo y a incrementar su autoestima.

Poco a poco les iremos enseñando y dando la posibilidad de que se vayan vistiendo y desvistiendo con menor ayuda. Empezaremos con prendas fáciles: quitarse el gorro, sacarse los guantes o los calcetines.. para ir incrementando paulatinamente el nivel de dificultad.

Al principio de los dos años será capaz de quitarse la ropa, que no esté abrochada, él sólo y cuando alcance los tres años ya podrá vestirse ajustándose incluso cierres y botonaduras sencillos. Para facilitar estos aprendizajes es muy importante que vistamos a los niños con ropas faciles de quitar y poner, evitando aquellas que tengan cierres complicados. El niño se siente muy complacido cuando realiza estas actividades sin ayuda. No solo incrementa su coordinación manual sino que favorece su autonomía e independencia del adulto.

Una manera muy importante de favorecer todas sus habilidades manuales es por medio de los juguetes apropiados y de las manualidades realizadas con diferentes materiales. Hoy en día los fabricantes de juguetes educativos ya destacan la edad a la que están dirigidos y las habilidades que se potencian con ellos; entre estos caben destacar los de ensamblaje y encaje que permiten construir según la creatividad del niño con piezas cada vez más pequeñas y los muñecos que están vestidos con ropas que reproducen las diferentes y complejas formas de abrochar: con cremalleras, botones, velcro, corchetes de presión, haciendo lazadas….

En cuanto a las manualidades sus posibilidades son infinitas, a modo de ejemplo:
• la manipulación con papel de diferentes durezas y texturas para arrugarlo, rasgarlo, hacer bolitas flojas y apretadas, doblarlo, picarlo, pegarlo, cortarlo, etc…
• pasar las hojas de los cuentos por orden creciente de dificultad: los de tela, plástico, rígidos, y a partir de aquí de hojas cada vez mas finas hasta llegar a las revistas donde queramos que los niños encuentren alguna hoja atractiva que les habremos mostrado previamente.
• Amasar y hacer bolitas, “churros”, y dar forma con distintos materiales: arcilla, plastilina, y cualquier masa adecuada para ellos (SI, también nos valen las que empleemos en la cocina dejándoles a ellos alguna porción para su experimentación).
• Ensartar cuentas en hilos y cuerdas apropiadas a su edad haciendo “collares para mamá”. El tamaño de la bola con su orificio y la rigidez del hilo irá en proporción inversa a la edad del niño. Cuanto menos es el niño mayor será la bola y su orificio y más rígido el hilo.
• El garabateo que comienza al año y termina aproximadamente a los tres años emplea como instrumento una prolongaci&#
243;n de la mano y es una actividad tan importante como ejercicio viso-motor e imprescindible para abordar con éxito fases posteriores que consideramos merece un artículo posterior.

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