El hermano mayor, ¿el más listo?
Todos hemos escuchado decir en alguna ocasión que los primogénitos son más inteligentes que los hijos medianos y pequeños, pero ¿es sólo palabrería o hay algo de cierto en ello? ¿Es verdad que el orden que se ocupa entre los hermanos influye en el desarrollo cognitivo? Veamos algunas de las tendencias e investigaciones que la Ciencia de la Educación ofrece sobre el tema.
A lo largo de los años han ido surgiendo diferentes teorías sobre la importancia que tiene en su rendimiento académico el orden de nacimiento que ocupa un niño con respecto a sus hermanos. A principios del siglo XX, el psicólogo austriaco Alfred Adler, uno de los más fieles seguidores de Sigmund Freud, afirmaba que los primogénitos eran más responsables, trabajadores, ambiciosos e inteligentes que los hijos medianos y pequeños, a los que describía como más independientes, audaces y creativos. En la década de los 70, el psicólogo estadounidense Robert Zajonc continuaba defendiendo esta misma idea y explicaba que los hermanos mayores alcanzaban resultados escolares más óptimos porque ejercían de profesores con sus hermanos y porque trataban de darles ejemplo y de este modo, aplicaban y fijaban mejor los conocimientos que habían adquirido.
Más adelante, el profesor Peter Lindert, de la Universidad de California-Davis (EEUU), “completó” esta teoría argumentando que mientras no hay más niños en casa, los padres dedican todo su tiempo y atención al hijo mayor, lo que hace que éste cuente con una mayor estimulación cognitiva que los hermanos que llegan después. Además, los progenitores son más exigentes y estrictos con él, algo que influye positivamente en sus avances y por consiguiente, también en sus resultados académicos. Por si esto fuera poco, cuando nace el segundo bebé, los aprendizajes del primogénito van aún más deprisa. ¿Por qué? Porque el niño se da cuenta de que a sus padres les agrada que él sepa vestirse solo, comer solo y entretenerse solo y en su afán por satisfacerles, pone todo su empeño en aprender más para ser “más mayor”. Y a ello se suma que él mismo comprueba que está mucho más espabilado que su hermanito, lo que refuerza su autoconfianza y le da la seguridad que necesita para poder seguir avanzando y superándose a sí mismo a marchas forzadas.
Pero a finales de los años 80 el panorama cambia. Aparece la Teoría de las Inteligencias Múltiples, del psicólogo estadounidense Howard Gardner, y las fórmulas “pro-primogénito” comienzan a perder fuerza, una tendencia a la baja que ha continuado hasta nuestros días. Gardner no concibe la inteligencia como algo estable y estático, sino como algo que puede variar a lo largo del tiempo y que hace referencia no sólo a una, sino a diversas facetas del ser humano (inteligencia lingüístico-verbal, musical, lógico-matemática, viso-espacial, naturalista, interpersonal, intrapersonal y corporal-kinestésica).
En este mismo sentido, el filósofo y pedagogo español José Antonio Marina explica que la inteligencia es como el juego de póker: a cada cual le tocan genéticamente unas cartas (la inteligencia), pero el uso que hagamos de ellas es el que va a determinar nuestro desarrollo cognitivo y nuestro mayor o menor éxito académico. “Efectivamente, en esta partida de cartas entran en juego muchos más condicionantes y de mucha mayor trascendencia que el lugar que cada cual ocupa en la familia, como la capacidad de concentración, la confianza en las propias capacidades, la constancia, el autodidactismo, el hábito de estudio, la resiliencia o fuerza para sobreponerse a las circunstancias adversas de la vida… Por ello, los programas de estimulación temprana y los métodos que potencian estas aptitudes van a suponer una gran ayuda en el desarrollo general del niño y más concretamente en su éxito educativo, al margen de que sea el hijo mayor, el mediano o el menor”, apostilla Rafael M. Hernández Carrera, doctor en Ciencias de la Educación y coordinador de Kumon, Instituto de Educación de España.
todos pueden llegar
Estas teorías más modernas, que defienden que el desarrollo cognitivo no está determinado por el lugar que se ocupa entre los hermanos, han sido reforzadas por un reciente estudio realizado en la Universidad de Leipzig (Alemania). Los expertos que lo han llevado a cabo han cruzado información de más de 20.000 personas de las bases de datos de Alemania, Reino Unido y Estados Unidos y han observado que, efectivamente, el hermano mayor posee un cociente intelectual superior, pero sólo en el dominio puramente intelectual, lo que pone de manifiesto un gran hallazgo: este dato, tan valorado en épocas anteriores, es estadísticamente notable, pero intrascendente a efectos prácticos. “Dicho de otro modo, los hermanos medianos y pequeños pueden llegar tan alto como los primogénitos, siempre y cuando su entorno familiar funcione; es decir, siempre que los padres les dediquen tiempo y atención y eduquen las cuatro dimensiones de su persona (corporal, intelectiva, volitiva y afectiva). En este ambiente, cualquier niño, independientemente del orden de nacimiento que ocupe en su familia, puede desarrollar todo su potencial”, concluye Rafael Hernández- Carrera.
BENJAMINES QUE HICIERON HISTORIA
Los hechos hablan por sí solos y son muchos los hermanos pequeños que han pasado a la posterioridad, a los que en absoluto ha influido de forma negativa ser los últimos (o casi) de su prole. Algunos ejemplos dignos de mención: Johann Sebastian Bach (el menor de ocho hermanos), Benjamín Franklin (el decimoquinto de diecisiete), Leon Tolstoi (el cuarto de cinco), Gustavo Adolfo Bécquer (el segundo de dos), Auguste Rodin (el tercero de tres), Thomas Edison (el benjamín de seis), Marie Curie (la menor de cinco hermanos) y René Descartes (el menor de tres).