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El hermano menor:la tentación de ser el juguete de la familia

padresycolegios.comSábado, 1 de enero de 2022
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Ser el hermano pequeño
tiene sus ventajas,
pero junto a ellas están
también sus inconvenientes.
Tratarlo igual
que al resto y no relajar
la disciplina ayudan a
que el rey de la casa no
llegue a ser un tirano.

Autor: ÁNGEL PEÑA

“Tener hermanos mayores te abre camino para todo, se afronta la vida de otra forma: te trasmiten mucha experiencia de la vida”. Gema valora su posición en la familia. Una posición que reconoce privilegiada. Tiene 25 años y cuatro hermanos de 32, 30, 29 y 27.
Es sólo un caso entre muchos, pero Gerardo Castillo, profesor del Departamento de Educación de la Universidad de Navarra, cree que el mito del benjamín como príncipe de la casa tiene una sólida base: “Ocurre que con el paso de los años, los padres suelen rebajar el nivel de exigencia y se vuelven más comprensivos y tolerantes con los hijos pequeños, que les pillan ya ‘cansados’ de tanto luchar dentro y fuera de casa; además, suelen estar ya más ‘relajados’, sin la tensión que produce ‘sacar la familia adelante’; por eso tienden a actuar como sus abuelos”.
Gema reconoce esta realidad en forma de manga ancha: “Mis padres decían que con la mayor sí educaban, pero que yo los había cogido cansados, que conmigo eran ya como abuelos”. A eso se le suma la ternura que despiertan los pequeños en toda la familia, un sentimiento que no caduca: “Siempre se sienten en la obligación de protegerte”.
Castillo, sin embargo, cree que los padres deben actuar en todas las edades como padres, no renunciar a ejercer la autoridad y la exigencia. Aunque admite que la tentación es fuerte, asegura que “nunca es admisible ser un padre permisivo”.
En este sentido, resulta clave en la educación del benjamín de la familia evitar la sobreprotección y el permisivismo de los padres, “hacerle ver al hijo que ser el pequeño o el último de los hermanos no es un privilegio, darle oportunidades para que afronte las dificultades por sí mismo y asignarle encargos que desarrollen su responsabilidad”, añade Castillo.
Por otro lado, la vida del hermano menor no es siempre un camino de rosas. Entre los inconvenientes, Gema recuerda la secular costumbre de los hermanos mayores: “Me obligaban a hacer favores sólo porque era la más pequeña”. Pero aquello, reconoce, quedó en la infancia. Ahora sólo queda lo bueno.

 LA FRAGILIDAD DEL BENJAMÍN ANTE LOS MAYORES
La ingenuidad infantil puede tener su lado tenebroso. Aunque la crueldad de los niños, que a veces puede ser muy refinada, no suele ir a más. La ausencia de malicia termina curándolo todo. Los benjamines son especialmente vulnerables a algunos abusos que pueden aumentar la sensación de fragilidad que ya de por sí conlleva su posición familiar.

“Hay casos en los que los hermanos mayores (especialmente los adolescentes) utilizan al pequeño, por ejemplo, para divertirse cuando están aburridos o para que les sirva de mensajero con los padres en algunas cosas”, explica Gerardo Castillo. Y sentirse utilizado, concluye, “puede disminuir la autoestima y seguridad del niño y originar desconfianza hacia los hermanos”.

Gema recuerda una anécdota al respecto que, aunque ahora le hace sonreír, resulta conmovedora: “Cuando tenía cinco o seis años, mi hermana mayor estuvo una semana entera convenciéndome de que era adoptada. Me contaba la historia con todo lujo de detalles: me decía que me habían dejado en una cesta de mimbre el 29 de junio de 1981 y que me oyó llorar la portera y bla, bla, bla. Al final mi madre me sonsacó lo que me pasaba, porque me estuve una semana sin dormir”. La hermana de Gema terminó estudiando Periodismo.

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