El optimista, ¿nace o se hace?
Ser unos padres optimistas es mucho más que ser unos
padres alegres y divertidos. El optimismo nos permite
ver lo positivo de cuanto nos rodea. Es un hábito de
pensamiento que aporta a nuestra familia seguridad y
confianza en que los errores, los problemas y las dificultades
son oportunidades de mejora.
Autor: CARMEN HERRERA GARCÍA
El optimismo, el buen humor y la alegría se parecen, pero no son la misma cosa. El optimismo es un hábito de pensamiento positivo. Recientes estudios demuestran que las personas optimistas se deprimen con menos frecuencia, gozan de mejor salud y tienen más éxito en la escuela y en el trabajo.
Dado que somos modelos de conducta frente a nuestros hijos, conviene que determinemos cuál es nuestra tendencia de pensamiento y, si observamos que tenemos una tendencia pesimista, necesitaremos valorar hasta qué punto nuestra actitud merma en nuestros hijos la posibilidad real de cambio y de mejora.
Educar hijos optimistas es una labor de cada día. Para ello hemos de cuidar mucho la manera en que corregimos a nuestros hijos, puesto que cuando corregimos estamos también enseñando a valorar y resolver los problemas con los que se enfrentan nuestros hijos.
Procuraremos, cuando debamos corregir a nuestros hijos:
1. Describir concreta y temporalmente el incidente.
2. Concretar el problema sin cargar las tintas sobre el error del niño.
3. Permitir al niño tener la oportunidad de reconocer su problema.
4. Ofrecer una salida adecuada que le ayudará a resolver por sí mismo la situación.
Nuestros hijos están en una etapa de constante cambio y aprendizaje. Una actitud optimista nos permitirá no confundir lo que nuestro hijo es con lo que nuestro hijo hace. Errar y equivocarse forma parte del crecimiento, de la madurez. Nosotros como padres debemos estar junto a nuestro hijo ayudándole a superar sus errores.
Aprender juntos a sacar provecho de los conflictos, las dificultades y los problemas edificará en nuestra familia unos hábitos sanos de crecimiento y superación.
CONSEJOS PRÁCTICOS
> A ser optimista se aprende sobre todo por imitación. Consideremos si nuestra respuesta habitual ante los problemas es optimista o pesimista. Para ello nos ayudará intentar ver durante unos días diferentes situaciones desde los dos puntos de vista. Por ejemplo, es de noche y se acaba de ir la luz. Podemos quejarnos de la compañía eléctrica, de su poca formalidad, etc., o podemos encender una vela y sentarnos toda la familia junta.
> Cuidemos que el estrés no merme nuestra capacidad creativa frente a los problemas. El exceso de trabajo suele dejar muy poco espacio al buen humor.
> La diversión en familia es una de las prácticas más beneficiosas para las relaciones y el equilibrio personal y familiar.
Consideremos que nuestros hijos están creciendo y mejorando día a día. Nuestra ayuda debe ser constante. El exceso de exigencias puede tener un resultado tan nefasto como la ausencia de ellas.
> La forma en que corregimos a nuestros hijos debe ser considerada y realista, adecuada a las circunstancias. Los fatalismos y las exageraciones no hacen más que dañar la autoestima de los niños.