Los héroes de Francis Scott Fitzgerald son tortuosos, quebradizos y llenos de matices, como los primeros años del siglo XX en los que comenzó a adquirir la dimensión de autor que la historia ha terminado por otorgarle con mucho merecimiento.
Fitzgerald nació a finales del siglo XIX y si decimos que comenzó a escribir a principios del siglo XX, es decir, a muy temprana edad, fue porque así sucedió: durante su estancia en el Saint Paul Academy and Summit School de Minnesota, el autor de Suave es la noche o El gran Gatsby pintarrajeaba las tapas de sus libros, dejaba volar su mente con facilidad, se abstraía en las clases y se dedicaba a soñar, seguramente, con Zelda, la mujer que aún no conocía y que, años después, marcó su vida de adulto. Hoy, ese niño no podría haber escrito cuentos. Probablemente hubiera sido víctima de un diagnóstico de déficit de atención por haber tenido la mirada perdida y las tapas de los cuadernos decoradas. Un habitual de nuestras páginas, el psiquiatra Paulino Castells, se rebela junto a su hermana, la doctora en Farmacia Marta Castells, contra los cánones establecidos ante el TDAH y el déficit de atención y nos lo cuenta en su último libro: TDAH: un nuevo enfoque.
P. Siendo un tanto genérico, parece haber dos frentes en el estudio del TDAH: quienes lo tratan como a muchas otras enfermedades psiquiátricas y lo intentan solucionar con medicación y quienes la consideran un trastorno conductual y tratan el problema a medio plazo, para lo que hace falta más tiempo, lógicamente. ¿Existe un término medio?
R. Sin duda existe un término medio: el sentido común. Estamos viviendo una supuesta pandemia de TDAH que ha hecho saltar todas las alarmas sociales y es lógico que aparezcan posturas contrarias a la medicación a ultranza.
P. Usted defiende un estudio del caso, del entorno, de la familia… ¿Dónde comienza ese análisis?
R. Tomando el pulso emocional de la familia. Es decir, analizando pormenorizadamente cada una de las situaciones que plantea la familia: ¿cómo se comporta un niño supuestamente con TDAH en casa con sus padres y hermanos? ¿cómo está su relación social? ¿en el colegio lo machacan o aceptan su conducta?, etc. etc.
P. Los padres de un niño detectan un comportamiento que pueda estar asociado al TDAH. ¿Cómo deben actuar?
R. Consultando con su pediatra, que es el profesional que mejor conoce al niño y a su familia. Luego, el pediatra si ve sospechas de TDAH, lo remitirá al especialista paidopsiquiatra o neuropediatra, para que elaboren su diagnóstico.
P. En muchas ocasiones, los profesores se enfrentan con chavales con déficit de atención que revolucionan una clase entera, o los padres con un hijo que hace lo propio en casa. ¿Qué consejos podemos darles en primer lugar?
R. Soy consciente del desgaste emocional que produce un niño revoltoso en el aula y en el hogar, y lo analizamos con profundidad en nuestro libro TDAH. Un nuevo enfoque. Obviamente, hay que informar a los padres y maestros de que el niño en cuestión no quiere “molestar a propósito” sino que su actitud no depende de su control. A veces, con esta simple información se calman las situaciones enfrentadas… pero, lo que no es permisible, es la “moda” actual de maestros que reclaman (y exigen) a los progenitores que mediquen a sus hijos para que no les alteren la clase. Por aquí, no paso.
P. La visión conjunta de su último libro en compañía de su hermana, una doctora en Farmacia, es interesante y novedosa. Ella, por ejemplo, relaciona muy estrechamente la alimentación y el TDAH, mientras que usted habla de una visión global y de soluciones, casi, personalizadas. ¿Se puede generalizar en un problema como el TDAH?
R. Todo lo que expone mi hermana Marta en el libro, en su vertiente de farmacéutica experta en alimentación, es de lo más novedoso, y creo que abrirá un antes y un después en la prevención y tratamiento del TDAH. Lo que yo aporto, bajo mi visión de psiquiatra de familia, con bastantes años a cuestas en estas labores, es la vertiente operativa para tratar estos casos.
P. ¿Qué opina sobre el tratamiento farmacológico como primera opción para tratar trastornos conductuales, no únicamente el TDAH, sino la anorexia o la bulimia? ¿Está en extinción la llamada medicina humanista?
R. Contesto primero a su segunda pregunta. En absoluto está en extinción la medicina humanística, sino que está más vigente que nunca.
Respecto al tratamiento farmacológico del TDAH y otras patologías frecuentes en el ámbito psiquiátrico, ya dejo bien claro en el libro que soy un defensor de la gran eficacia del arsenal terapéutico medicamentoso de que disponemos actualmente los profesionales de la salud mental. Ahora bien, a lo que me opongo es a la gran facilidad en que se dispensan actualmente muchos fármacos, que con un poco más de paciencia y de humanidad en la entrevista médica, quizá no serían necesarios.
P. ¿Hasta qué punto el entorno influye? Hay estudios, como los de Steven Pinker, que opinan que determinados comportamientos y conductas, como los que hablamos, están impresos en el código genético y que difícilmente se pueden modificar. ¿Qué opina sobre ello?
R. Hace tiempo que ya no tiene vigencia el dicho castellano de “genio y figura hasta la sepultura”. La genética tiene su parcela en el diseño de enfermedades y en la eclosión de las mismas… quizá en un 20 o 30 por ciento, no más; pero el entorno se ha visto con una gran capacidad “terapéutica” para neutralizar la influencia hereditaria, sin olvidar los actuales descubrimientos de la epigenética, que es la capacidad de cambiar los genes de generación en generación por el ambiente.
Los héroes de Francis Scott Fitzgerald son tortuosos, quebradizos y llenos de matices, como los primeros años del siglo XX en los que comenzó a adquirir la dimensión de autor que la historia ha terminado por otorgarle con mucho merecimiento. Fitzgerald nació a finales del siglo XIX y si decimos que comenzó a escribir a principios del siglo XX, es decir, a muy temprana edad, fue porque así sucedió: durante su estancia en el Saint Paul Academy and Summit School de Minnesota, el autor de Suave es la noche o El gran Gatsby pintarrajeaba las tapas de sus libros, dejaba volar su mente con facilidad, se abstraía en las clases y se dedicaba a soñar, seguramente, con Zelda, la mujer que aún no conocía y que, años después, marcó su vida de adulto. Hoy, ese niño no podría haber escrito cuentos. Probablemente hubiera sido víctima de un diagnóstico de déficit de atención por haber tenido la mirada perdida y las tapas de los cuadernos decoradas. Un habitual de nuestras páginas, el psiquiatra Paulino Castells, se rebela junto a su hermana, la doctora en Farmacia Marta Castells, contra los cánones establecidos ante el TDAH y el déficit de atención y nos lo cuenta en su último libro: TDAH: un nuevo enfoque.Fitzgerald nació a finales del siglo XIX y si decimos que comenzó a escribir a principios del siglo XX, es decir, a muy temprana edad, fue porque así sucedió: durante su estancia en el Saint Paul Academy and Summit School de Minnesota, el autor de Suave es la noche o El gran Gatsby pintarrajeaba las tapas de sus libros, dejaba volar su mente con facilidad, se abstraía en las clases y se dedicaba a soñar, seguramente, con Zelda, la mujer que aún no conocía y que, años después, marcó su vida de adulto. Hoy, ese niño no podría haber escrito cuentos. Probablemente hubiera sido víctima de un diagnóstico de déficit de atención por haber tenido la mirada perdida y las tapas de los cuadernos decoradas. Un habitual de nuestras páginas, el psiquiatra Paulino Castells, se rebela junto a su hermana, la doctora en Farmacia Marta Castells, contra los cánones establecidos ante el TDAH y el déficit de atención y nos lo cuenta en su último libro: TDAH: un nuevo enfoque.
P. El TDAH es un trastorno relativamente reciente. Lo que antes era un chaval nervioso se ha convertido en un enfermo al que medicar, antes de investigar los motivos de su comportamiento. ¿Cómo se ha llegado a esta situación tan curiosa?
R. Porque nuestra sociedad actual quiere tener al personal lo más uniformizado posible, sin que haya elementos que distorsionen lo que se entiende por “políticamente correcto”… y nuestros hijos no escapan de este omnipresente control. Hoy día todo niño un poco más movido de lo “normal” y algo más distraído de lo habitual”, no se libra de que le coloquen una pastilla en la boca y le pongan una supuesta etiqueta de TDAH.
P. ¿Dónde acaba un niño nervioso y empieza la hiperactividad, si es que hay una línea que lo separe?
R. Esta frontera que delimita al niño “problemático” (el niño “trasto”, para entendernos) del niño con “trastorno” (potencial merecedor del diagnóstico de TDAH), la corremos hacia un lado o hacia otro según nuestras apetencias y paciencias, tanto a nivel de padres como de maestros.
P. Siendo un tanto genérico, parece haber dos frentes en el estudio del TDAH: quienes lo tratan como a muchas otras enfermedades psiquiátricas y lo intentan solucionar con medicación y quienes la consideran un trastorno conductual y tratan el problema a medio plazo, para lo que hace falta más tiempo, lógicamente. ¿Existe un término medio?
R. Sin duda existe un término medio: el sentido común. Estamos viviendo una supuesta pandemia de TDAH que ha hecho saltar todas las alarmas sociales y es lógico que aparezcan posturas contrarias a la medicación a ultranza.
P. Usted defiende un estudio del caso, del entorno, de la familia… ¿Dónde comienza ese análisis?
R. Tomando el pulso emocional de la familia. Es decir, analizando pormenorizadamente cada una de las situaciones que plantea la familia: ¿cómo se comporta un niño supuestamente con TDAH en casa con sus padres y hermanos? ¿cómo está su relación social? ¿en el colegio lo machacan o aceptan su conducta?, etc. etc.
P. Los padres de un niño detectan un comportamiento que pueda estar asociado al TDAH. ¿Cómo deben actuar?
R. Consultando con su pediatra, que es el profesional que mejor conoce al niño y a su familia. Luego, el pediatra si ve sospechas de TDAH, lo remitirá al especialista paidopsiquiatra o neuropediatra, para que elaboren su diagnóstico.
P. En muchas ocasiones, los profesores se enfrentan con chavales con déficit de atención que revolucionan una clase entera, o los padres con un hijo que hace lo propio en casa. ¿Qué consejos podemos darles en primer lugar?
R. Soy consciente del desgaste emocional que produce un niño revoltoso en el aula y en el hogar, y lo analizamos con profundidad en nuestro libro TDAH. Un nuevo enfoque. Obviamente, hay que informar a los padres y maestros de que el niño en cuestión no quiere “molestar a propósito” sino que su actitud no depende de su control. A veces, con esta simple información se calman las situaciones enfrentadas… pero, lo que no es permisible, es la “moda” actual de maestros que reclaman (y exigen) a los progenitores que mediquen a sus hijos para que no les alteren la clase. Por aquí, no paso.
P. La visión conjunta de su último libro en compañía de su hermana, una doctora en Farmacia, es interesante y novedosa. Ella, por ejemplo, relaciona muy estrechamente la alimentación y el TDAH, mientras que usted habla de una visión global y de soluciones, casi, personalizadas. ¿Se puede generalizar en un problema como el TDAH?
R. Todo lo que expone mi hermana Marta en el libro, en su vertiente de farmacéutica experta en alimentación, es de lo más novedoso, y creo que abrirá un antes y un después en la prevención
y tratamiento del TDAH. Lo que yo aporto, bajo mi visión de psiquiatra de familia, con bastantes años a cuestas en estas labores, es la vertiente operativa para tratar estos casos.
P. ¿Qué opina sobre el tratamiento farmacológico como primera opción para tratar trastornos conductuales, no únicamente el TDAH, sino la anorexia o la bulimia? ¿Está en extinción la llamada medicina humanista?
R. Contesto primero a su segunda pregunta. En absoluto está en extinción la medicina humanística, sino que está más vigente que nunca.
Respecto al tratamiento farmacológico del TDAH y otras patologías frecuentes en el ámbito psiquiátrico, ya dejo bien claro en el libro que soy un defensor de la gran eficacia del arsenal terapéutico medicamentoso de que disponemos actualmente los profesionales de la salud mental. Ahora bien, a lo que me opongo es a la gran facilidad en que se dispensan actualmente muchos fármacos, que con un poco más de paciencia y de humanidad en la entrevista médica, quizá no serían necesarios.
P. ¿Hasta qué punto el entorno influye? Hay estudios, como los de Steven Pinker, que opinan que determinados comportamientos y conductas, como los que hablamos, están impresos en el código genético y que difícilmente se pueden modificar. ¿Qué opina sobre ell
R. Hace tiempo que ya no tiene vigencia el dicho castellano de “genio y figura hasta la sepultura”. La genética tiene su parcela en el diseño de enfermedades y en la eclosión de las mismas… quizá en un 20 o 30 por ciento, no más; pero el entorno se ha visto con una gran capacidad “terapéutica” para neutralizar la influencia hereditaria, sin olvidar los actuales descubrimientos de la epigenética, que es la capacidad de cambiar los genes de generación en generación por el ambiente. P. El TDAH es un trastorno relativamente reciente. Lo que antes era un chaval nervioso se ha convertido en un enfermo al que medicar, antes de investigar los motivos de su comportamiento. ¿Cómo se ha llegado a esta situación tan curiosa?R. Porque nuestra sociedad actual quiere tener al personal lo más uniformizado posible, sin que haya elementos que distorsionen lo que se entiende por “políticamente correcto”… y nuestros hijos no escapan de este omnipresente control. Hoy día todo niño un poco más movido de lo “normal” y algo más distraído de lo habitual”, no se libra de que le coloquen una pastilla en la boca y le pongan una supuesta etiqueta de TDAH.P. ¿Dónde acaba un niño nervioso y empieza la hiperactividad, si es que hay una línea que lo sepR. Esta frontera que delimita al niño “problemático” (el niño “trasto”, para entendernos) del niño con “trastorno” (potencial merecedor del diagnóstico de TDAH), la corremos hacia un lado o hacia otro según nuestras apetencias y paciencias, tanto a nivel de padres como de maestros.