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El último de la clase

padresycolegios.comSábado, 1 de enero de 2022
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Hace tiempo que está mal visto que haya un último de la clase. Esto suele traer consigo que tampoco haya un primero. La aspiración es a la igualdad. Pero, ¿qué se consigue en realidad?

Autor: Rafael Gómez Pérez

Es inevitable que en una clase haya una o varias personas que son más ineficientes que el resto, no necesariamente menos inteligentes. Con determinadas mediciones,  la curva o campana de Gauss es implacable: unos pocos con lo menos, una media con lo medio, unos pocos con lo más. Como pasa, por ejemplo, en la altura, en el peso, en la belleza. Nadie tiene culpa de esto: las cosas son así. Es la distribución normal.

Hoy no es políticamente correcto que alguien sea más que alguien. O mejor: no es políticamente correcto decirlo, porque la realidad de las desigualdades está ahí. Hay quien tiene un Ferrari, quien un Audi, quien un Ibiza, quien tiene que ir en autobús. Se puede comer por 8 euros y por 100. Hay botellas de vino que cuestan un euro y otras seismil. ¿Para qué seguir? Y la hipocresía está en que esta sociedad, a la vez que deplora las desigualdades, las valora como dignas de interés, de aprecio. Se presume de coche, de móvil de nueva generación, de un crucero por el Índico, de un traje de Armani, de…

NADIE ES MÁS QUE NADIE

Es verdad  que nadie es más que nadie, en cuanto ser humano. Todos tenemos los mismos derechos y deberes, ni uno más ni uno menos. Nadie es más persona que nadie. No hay aristocracia de la sangre, eso es una antigua memez. Puede haber aristocracia del mérito, pero entonces, precisamente por que se es inteligente, no se emplea para nada la palabra aristocracia. Aristocracia quiere decir gobierno de los mejores. Pero los realmente mejores nunca se llamarían a sí mismos mejores.

La igualdad de comportamiento es imposible. Siempre se destaca o por exceso o por defecto. Lo triste de una situación muy difundida es que esté mal visto destacar por la inteligencia y bien visto destacar por haberse fumado ya un porro, ligarse (o presumir de eso) a más chicas o chicos o tener más piercings colgando…
Pero está claro, de nuevo lo implacable de la distribución normal: hay más gente superficial y voluntariamente ignorante que gente con la cabeza y el corazón en su sitio.

APOYAR AL DISTINTO

Como no todo el mundo es igual en características, cualidades, actitudes, virtudes, etc. parece razonable apoyar al que tiene menos para auparlo todo lo que sea posible, dentro de la justicia y de la equidad, no de la trampa. A nadie se le va a llamar el último de la clase, ni  se va a hablar de “pelotón de los torpes”, entre otras razones porque todo puede cambiar y colgar un sambenito nunca es digno.

Pero hay que apoyar también, de otra forma, a los que tienen más cualidades y están más dotados. Sería una injusticia aplicar eso que ha sido siempre la máxima de la envidia: hundir al que destaca.

Aunque sólo fuera por interés. Son de los que destacan de los que la sociedad podrá recibir las mejores prestaciones y los más extensos beneficios, a favor de todos, pero especialmente de los que menos destacan. Todos nos beneficiamos de que existan médicos competentes, en primera línea, eminencias, excelentes… Cuanto más sepan ellos, mejor para todos. El igualitarismo a cualquier precio es una trampa mortal.

Pero ahí está la última reforma del Bachillerato, que permite pasar curso  suspendiendo un montón. Se dice: es para integrar, para no excluir. Pero con ese premio a lo que casi siempre es consecuencia de la vagancia, el nivel se rebaja y se consigue el milagro: todos son los últimos de la clase.


VERGÜENZA DE SABER

Ricardo, un niño de doce años, hijo de un buen amigo, es de esas personas con las que da gusto hablar: porque, siendo muy listo, es niño y tiene de las cosas una perspectiva fresca, nueva, distinta.

Pues me cuenta su padre que sus notas son normales tendiendo a bajas. No porque no pueda sacarlas mejor, sino porque se avergüenza en clase de ser el más listo.

Prefiere destacar, como destaca, en el deporte, porque ahí la superioridad está no sólo reconocida, sino muy valorada. Al fin y al cabo no hay nada deshonroso en ser campeón de liga, de la Copa y de la Champions.

Hablo con Ricardo.
–Cuando preguntan en clase y nadie lo sabe y tú sí, ¿no levantas la mano, no te gustaría responder?
–¡Me dan unas ganas! Pero mejor que no. No me gusta nada pasar por empollón.
–No es ser un empollón, es saber.
–No, mejor así. Aunque me da no sé qué que el profe diga a veces que está aburrido con una clase tan pasiva…
–Tan pasota…
–Yo pienso a veces que lo importante es saber, no me importa que no lo reconozcan…
–Pero el día de mañana…
–El día de mañana no estaré metido en una clase, como en un corral.

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