En África, libros electrónicos para revolucionar el aprendizaje
Es hora de tomar una clase de vocabulario en la clase de Bernard Opio en la Escuela Primaria Humble en Mukono, Uganda. Una palabra nueva que los estudiantes ya aprendieron este año es «Kindle».
Opio les indica que saquen sus lectores de libros electrónicos Kindle, de Amazon.com. En cuestión de segundos, la mayoría de los adolescentes tiene abierto un Diccionario Oxford de inglés en sus pantallas. «Les tomó a los niños sólo unos días aprender a usarlos», afirma el maestro.
La Escuela Humble, cuyos estudiantes son niños necesitados en una parte de África arrasada por la pobreza y el VIH, está en la vanguardia de un esfuerzo para reinventar con tecnología los programas de alfabetización en el mundo en vías de desarrollo. La premisa es que la nueva ecuación económica de la edición digital podría lograr que haya más y mejores libros en aulas como la de Opio.
«En lugar de tener sólo 1.000 libros, tienen 10 veces o 100 veces más», afirma David Risher, cofundador de una organización sin fines de lucro de San Francisco llamada Worldreader que lidera el experimento en Uganda y otros dos países africanos.
Una visión de «un Kindle por niño» para los países en desarrollo enfrenta considerables desafíos, incluido el costo de los lectores electrónicos y asegurarse de que los niños realmente aprendan mejor en los aparatos que con los libros de papel. África está llena de programas de tecnología con buenas intenciones que fracasan porque los aparatos no se usan, caen en las manos equivocadas o simplemente no tienen electricidad para funcionar.
Un proyecto en curso llamado «Una laptop por niño», que fue lanzado en 2005 con la meta de producir computadoras portátiles con conexión a Internet para educar a niños del mundo en vías de desarrollo, gastó US$30 millones para fabricar su propia notebook con una batería de larga duración. El grupo ha vendido más de dos millones de computadoras, que hoy valen US$185 cada una, pero ha encontrado competencia de fabricantes comerciales así como críticas a su misión en medio de las necesidades básicas que tiene la gente en esos países. Ahora está desarrollando una laptop con una pantalla táctil al estilo de una tableta.
Los primeros resultados de Worldreader son prometedores, afirma Risher, de 46 años, un ex ejecutivo de Amazon que recaudó cerca de US$1,5 millones para su programa de dos años de fundaciones, casas editoriales, donantes individuales como el presidente ejecutivo de Amazon, Jeff Bezos, y la propia empresa. Distribuyó 1.100 dispositivos Kindle y 180.000 libros electrónicos a niños y maestros en Ghana, Kenia y Uganda.
Los lectores electrónicos tienen algunas ventajas sobre las computadoras portátiles en lugares remotos. El Kindle es liviano y resistente, y puede funcionar durante semanas con una sola carga. Al tener capacidad para conectarse a Internet, son básicamente grandes teléfonos móviles, una tecnología que ha resultado exitosa en todo el continente africano.
Comparados con los libros tradicionales, los lectores electrónicos facilitan la distribución de obras de autores africanos que pueden ser difíciles de conseguir en papel.
Llevar un libro electrónico a uno de los niños de Worldreader cuesta alrededor de US$5 por título. Eso incluye el precio de unos US$100 del Kindle, que Worldreader consigue como donaciones o compra de Amazon a precio mayorista, una funda protectora, materiales de capacitación y apoyo, y otros costos. Worldreader recibe libros electrónicos de dominio público o donaciones de casas editoriales, o publica de forma digital obras de autores locales.