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Examen de cuentacuentos

padresycolegios.comSábado, 1 de enero de 2022
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El arte de contar un cuento, que no leerlo, requiere de unas habilidades
concretas, pero su dominio tiene un premio de valor
incalculable: el niño da los primeros pasos en las complejidades
de la realidad a bordo de la fantasía y bien acompañado.

Autor: Ángel Peña

«Habría que examinar a los aspirantes a padres de contar cuentos». Para Antonio Rodríguez Almodóvar, Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil, el momento privilegiado en el que un niño escucha sus primeras narraciones es una responsabilidad, además de un placer. Más solemne, Bruno Betthelheim dice que «la tarea más importante y más difícil de la educación de un hijo es la de ayudarle a encontrar sentido a la vid». Esa búsqueda del sentido, que Victor Frankl supo describir con maestría definitiva en un escenario tan oscuro como los campos de concentración nazis, se puede orientar en otro más luminoso, el de la imaginación.
Les ofrecemos algunos consejos para aprobar el examen de contador de cuento y licenciarse como padre.
Para empezar, antes de afrontar el reto, es necesario hacer propio el cuento: si no nos entusiasma a nosotros, es difícil que consigamos atrapar a un oyente de concentración tierna y, por tanto, dispersa. Aparte de, por supuesto, leer con detenimiento el cuento que vamos a contarle al niño, no vendría mal una inmersión en la vasta tradición de narraciones, de la que vamos a convertirnos, por cierto, en correa de transmisión. Pero, sobre todo, es absolutamente necesario suspender la actitud adulta: fuera desengaños y escepticismos.
La elección del cuento es una decisión muy personal, pero especialistas como Arthur Rowshan echan una mano con criterios objetivos que tienen que ver fundamentalmente con la edad. Así, los niños más pequeños, por debajo de los cuatro años, tienden más a los relatos cortos y con estructura repetitiva que le ayude a recordar y concentrarse; la temática, además, debe rondar temas cercanos y cotidianos: sus juguetes, los padres…
Más adelante, aumenta el interés por estructuras más elaboradas y los contenidos fantásticos. Y la regla de oro: no negar jamás la repetición del mismo cuento. Puede ser que el niño no haya terminado de asimilar el mensaje o, simplemente, que lo considere como un refugio: ha encontrado un lugar perfecto.
Elegido el cuento, la consigna que va a regir la narración es la siguiente: vamos a contar, no a leer. La mirada seguirá al niño, que se debe sentir el centro de atención. Los gestos y la modulación de la voz –diferente según cada personaje– son imprescindibles, pero no hay que exagerar: la clave es que el hilo de la historia no se corte jamás. Pero antes que todo esto, no debemos olvidar las palabras mágicas. El «érase una vez» es una de las mejores llaves de entrada al mundo de la fantasía, ninguna otra sofisticada fórmula literaria tiene una capacidad semejante de suspender la incredulidad: todo lo que contamos a continuación es, durante un instante privilegiado, cierto. Menos importante pero siempre útil, es el «colorín colorado» del final. En cualquier caso, siempre hay que evitar la tentación de «explicar» los cuentos: perdería la magia. Es cierto que las buenas historias de toda la vida están llenas de símbolos y mensajes que ayudan al niño a madurar y enfrentarse a sus primeras contradicciones, pero la eficacia de éstos depende de que sea el mismo niño el que, poco a poco, igual que necesita hacer la digestión para que la comida se le convierta en energía, la realidad se le revele.
Tampoco hay que escatimar los momentos oscuros. La psicóloga infantil Paola Santagostino explica: «No tengáis miedo de asustar a los niños con brujas y orcos: permiten la proyección de los sentimientos negativos. Basta con que al final venzan los buenos». Rodríguez Almodóvar añade la necesidad de un entorno adecuado: «El adulto fiable o el grupo, es equiparable, en su nivel, a la antigua comunidad reunida alrededor del fuego y el cuentacuentos».
Terminada la narración, hemos de someternos sin soberbias al veredicto del niño. Y tener en cuenta que si le ha gustado, no admitirá variaciones la siguiente vez que nos pida el cuento. Ellos mandan.

NUESTRO PROPIO CUENTO

Si contarle un cuento a un niño es una aventura apasionante, construirlo juntos puede ser aún mejor.
En El arte de contar cuentos, Sara Cone Bryant resume las características básicas de este tipo de relatos:
1. ACCIÓN: no interesa tanto lo que piensen o sientan los personajes, sino qué pasa: «y entonces qué…».
2. SENCILLEZ: el lenguaje debe ser claro, parte del vocabulario propio del niño.
3. REITERACIÓN: con una bien dosificada repetición de unos pocos elementos que hacen avanzar la narración.

Pero el momento más mágico se producirá cuando el niño se preste a colaborar. Aquí, como matiza Santagostino, es básico no corregirle, aunque el resultado nos parezca inconexo. En todo caso, si el niño está en dificultades, lo mejor es, en lugar de proponer una solución, sugerir la aparición de un ayudante mágico o intentar averiguar las motivaciones de los diferentes personajes.

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