Francisco Castaño: "Educamos a los niños en Walt Disney, cuando la vida es de Walking Dead"
‘La mejor versión de tu hijo’, de Francisco Castaño, es un libro con pautas y herramientas para ayudar a que los adolescentes saquen lo mejor de sí mismos.
Eva R. Soler
“¿Qué padre o madre no ha soñado con que sus hijos vinieran acompañados con un manual de instrucciones? Pues aquí lo tienen”, bromea Francisco Castaño, autor, entre otros libros, de “La mejor versión de tu hijo”. Castaño es padre de dos hijos, profesor de educación secundaria y asesor y orientador familiar en temas de educación y fracaso escolar. Sensibilizar a los padres en la importancia de formarse para educar y ayudarles en la tarea de conseguir que sus hijos encuentren su propio camino son los objetivos que a este experto en educación le gustaría conseguir con esta obra y las charlas y asesorías familiares que imparte.
¿Es fácil o difícil conseguir la mejor versión de nuestro/as hijo/as?
Más que fácil o difícil, lo que debemos plantearnos es que ese debe ser el objetivo: que consigamos la mejor versión de nuestros hijos. No que sean mejores que otros, sino que sean lo mejor que pueden ser ellos y puedan dar lo mejor de sí. Eso, ¿es difícil? Bueno, hay que tener en cuenta dos cosas. Primero, para educar hay que estar preparado y formado. Esto es fundamental. Igual que para desempeñar cualquier trabajo, te formas; a la hora de educar también hay que formarse. Y por otro lado, como a la hora de educar a nuestros hijos, interviene el vínculo emocional y afectivo con ellos, esto hace más difícil que enfoquemos la educación de una forma más racional. Esto, probablemente, es lo que más cuesta.
Ahora se habla mucho de la necesidad de integrar la educación emocional en el colegio, pero en el libro afirma que ésta corresponde, sobre todo, a los padres.
Educar lo tenemos que hacer entre todos: padres, colegios, sociedad… La educación emocional en los colegios hace referencia a la gestión de las emociones, les ayuda a identificarlas. No podemos impedir que nuestros hijos se enfaden. A veces, en la consulta, los padres me dicen: Es que le he quitado el móvil y se ha enfadado, ¡claro! Es normal. Lo que hay que aprender es enseñar a los hijos a gestionar ese enfado adecuadamente. De lo contrario, no aprenden a asimilar la frustración. No hay que impedirles las emociones negativas, que estén enfadados o tristes. Hay que evitar la sobreprotección, porque si no, el día de mañana, cuando las cosas no van como ellos quieren, no van a saber gestionarlo. En este sentido, yo digo: Educamos a los niños en Walt Disney, cuando la vida es de Walking Dead.
Los padres también necesitan aprender a gestionar sus propias emociones
¡Claro! En el libro hablo mucho de la coherencia y la necesidad de ser coherentes. Si yo grito a mi hijo, no voy a pretender que mi hijo no grite. Si estoy enfadado, doy pataletas… no voy a pretender que mi hijo esté calmado. En este sentido, en el libro van a encontrar recursos y herramientas para educar adecuadamente. Hacemos cursos y formación para temas que nos gustan. Los cursos para padres también se hacen cada vez más, van en aumento, pero no alcanzan el mismo nivel que los otros. La responsabilidad más grande que tenemos los padres en la vida es educar a nuestros hijos y para esto también nos tememos que formar.
¿Son muy distintos los adolescentes de ahora que los de antes?
No. No hay diferencia ente los adolescentes de ahora con los de antes, lo que ha cambiado es la sociedad, pero la adolescencia en sí no ha cambiado. Es importante ponernos en su lugar para entenderlos (acordarnos de nuestra propia adolescencia). Si no los entendemos, no podemos mirar hacia delante con ellos. Hay que mostrar empatía con ellos, pero no como colegas, sino manteniendo nuestro rol de padres: “Entiendo que te apetezca estar más rato con el móvil, pero ahora lo tienes que apagar ya” Hay padres que se enfadan porque su hijo le pide llegar más tarde a casa. Hay que entender que él quiera llegar más tarde, pero ahí entramos los padres, podemos entender que quieran llegar más tarde pero no por eso les dejamos. Hay que comprender que la idiosincrasia del adolescente conlleva esto: empiezan a tener juicio crítico, falta de conciencia de riesgo, saltarse las normas, son una olla de hormonas en ebullición… nosotros tenemos que educarles para que tomen la mejor decisión posible, pero al final, la decisión la tienen que tomar ellos. Si se equivocan, tienen que aprender de sus errores.
En el libro hace mención a cómo los padres utilizan el grupo de whatsapp de la clase para resolver obligaciones de los hijos, como los deberes
Los grupos de whatsapp tienen una utilidad: información rápida e inmediata para cosas que pueden ocurrir como, por ejemplo, una excursión. Si lo utilizamos para resolver los olvidos de los deberes no lo estamos haciendo bien. Hay que entender que el objetivo no es que vayan con los deberes hechos o sin hacer, sino que lo importante también es que aprendan a prestar atención en clase, que se los apunten ellos, que asuman sus obligaciones y aprendan a resolver ellos sus problemas o contratiempos (que aprendan de sus errores): “Si no lo pregunto en el grupo, no es para fastidiarte: te pondrán un negativo, pero aprenderás a apuntártelo la próxima vez”. Si somos nosotros los que estamos siempre “salvándoles”, en la sobreprotección, corremos el riesgo de que se convierta en una obligación y encima, cuando no lo hacemos, nos echan la bronca. Si les preparamos la mochila y se nos olvida el libro de matemáticas se enfadan con nosotros. ¡Pero si es su responsabilidad!
También afirma que el aburrimiento es necesario
Las agendas de nuestros hijos no pueden ser peores que las nuestras. El aburrimiento agudiza el ingenio y es la única manera de que desarrollen su imaginación, de que busquen cosas diferentes que hacer, con actividades no estructuradas. El problema es que, como están acostumbrados a moverse en entornos estructurados y dirigidos, no les damos pie a la improvisación. Con el aburrimiento se fomentan habilidades importantes para el día de mañana: creatividad, imaginación, saber buscar soluciones, hacer frente a la improvisación… Si lo tienen todo controlado o dirigido, al final no piensan, sólo ejecutan. Necesitamos que nuestros hijos piensen y para que piensen se tienen que aburrir.
Apunta un dato: sólo un 12% de los adolescentes obtiene información sexual de sus padres, ¿por qué nos sigue costando hablar de sexo con nuestros hijos?
Parecemos todos muy modernos, pero hablar de sexo con nuestros hijos continúa siendo tabú y nos cuesta trabajo. Hay que hablar de sexualidad con nuestros hijos con naturalidad, porque si evitamos este tema, ellos se van informar a través de amigos, primos (y a saber qué consejos le dan) o de internet (con el riesgo de que accedan a contenido pornográfico y asuman la creencia de que la pornografía es sexualidad real, cuando no lo es). Para abordar todas estas dudas que puedan surgir en torno a la sexualidad de nuestros hijos en la adolescencia, realizo, junto a una psicóloga sexóloga directos en mi cuenta de Instagram (@francasta1), además de tratar otros temas. Un buen consejo es hablar con ellos de esto desde pequeños, desde que se despierta su curiosidad por el tema, con naturalidad y así, cuando lleguen a adolescentes seguirán hablando con nosotros sobre ello y podremos aconsejarles sin dramatismo.
Otro dato alarmante: el 87% de los padres de niños acosadores o acosados desconoce que lo son.
Sí, es un estudio realizado en el ámbito de la Unión Europea sobre ciberacoso, que es un grave problema. En muchas ocasiones, los padres no tienen ni idea de lo que hacen sus hijos con el móvil. Los menores se sienten valientes detrás de una pantalla y hacen o dicen cosas que no harían cara a cara. Si los padres les damos el móvil sin más y no les supervisamos, no les enseñamos, los niños no distinguen que es lo que está bien y lo que no. Por otra parte, el carácter de un niño también puede influir a la hora de convertirse en ciberacosador o acosado, pero también guarda mucha relación con los valores que le inculquemos desde la familia. Hay que educar a los niños en la humildad: si el niño tiene prepotencia y la autoestima baja, va a intentar destacar haciendo daño a otros.
CLAVES PARA CONSEGUIR LA MEJOR VERSIÓN DE NUESTROS HIJOS
Normas claras acompañadas de cariño. A veces, los padres piensan que poner normas o límites significa no tener cariño a los hijos. Y al revés, también existe la creencia de que, si educamos con cariño, no es necesario poner normas. Sin embargo, si sólo damos cariño a los niños, éstos estarán muy contentos cuando son pequeños, pero cuando crecen siguen demandando cosas que, seguramente, ya no se les pueden conceder y como nunca han tenido límites, esos chicos se convierten en chicos agresivos, inseguros y con una autoestima baja. Y si sólo les pones normas, pero no les das cariño, a los niños no les educas, les adoctrinas y cuando llegan a la adolescencia, que es la época de rebeldía, aparecen los problemas. En ambos casos, van a surgir problemas de conducta, por este motivo hay que poner normas y límites, a la vez que damos cariño, no es incompatible. Por ejemplo: abrazos de oso a la hora de irse a la cama. Se cumple la norma (acostarse a una hora determinada) a la vez que se da cariño.
Buena comunicación La comunicación es imprescindible, no puedes educar sin comunicarte y para comunicarte bien, debes entender el lenguaje tanto de un niño, como de un adolescente. Hay que empatizar con ellos: no podemos pretender que un chico de quince años tenga las mismas pretensiones que nosotros. Él no piensa en el día de mañana, en tener una familia. No, él nos habla de su videojuego, de YouTube… Y nosotros, le tenemos que escuchar, eso es lo más importante, escuchar sus preocupaciones, sus intereses, que nada tienen que ver con los nuestros. Después, les tenemos que enseñar también a ellos a escuchar: son impulsivos y oyen para contestar. Hay que decirles cuando uno está hablando: calla, escucha y, después, me contestas. Es fundamental escucharles y que escuchen.
Valores El respeto, el esfuerzo, la perseverancia, el compromiso, ser agradecidos, la empatía… Hay un montón de valores que podemos enseñar a nuestros hijos. Los valores se educan, los niños no nacen con ellos. Es cierto que hay niños a los que les costará más adquirir un valor que otro, pero tenemos que tener en cuenta que los valores son conductas adaptativas y, como tales, se han de educar.