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“Hay más opciones que nunca para educarse con buen criterio”

padresycolegios.comSábado, 1 de enero de 2022
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Hay ocasiones en la vida en las que una vivencia o una frase dicha en un momento oportuno rellenan años de búsquedas incesantes de eso que alguien, con una vocación algo totalitaria, denominó ‘la verdad’.

Son momentos extraños, poco habituales y llenos de futuro, esos en los que uno se da cuenta de que esas determinadas vivencias responden a ideales que le superan, que le conectan con más personas, que responden a algunas preguntas que el ser humano se lleva haciendo desde que se sintió lo bastante libre como para hacerlo y que se significan con esa parte de nosotros que el día a día, el marketing y nuestra propia estupidez se han encargado de ocultar bajo un ipad, un traje caro o unas gafas de pasta.

Una de esas verdades es que sólo hay dos formas de enfrentarse a la vida y las resolvió muy bien Chesterton en una máxima: “El pesimista te mira a los pies; el optimista a los ojos”. Rafael Martínez Simancas, uno de los grandes comunicadores de este país, ha decidido seguir con esa visión de la vida que le permite mirar a los ojos a los demás, ahora desde las trincheras del periodismo diario en Qué!, desde sus novelas y sentado con sus dos hijos que consiguen facilitar las respuestas más complejas. “Mi hija me dijo en una ocasión que si me sentía mal o enfermo, que simplemente lo que tenía que hacer era no pensarlo. Y tenía tanta razón que le hice caso”.

P. Eres un optimista sin remedio…

R. Nunca he intentado otra cosa, la verdad. Es nuestra obligación.

P. Pero la que está cayendo, ¿no desanima?
R. Bueno, el periodismo es el reflejo de una sociedad en crisis, con sus valores en crisis, con su economía en crisis… No íbamos a ir por otro camino, aunque hay que hacerlo con mucho respeto, porque el periodismo es una profesión en crisis con visibilidad. Hay otras muchas a las que nadie presta atención.

P. La construcción y la comunicación son los dos sectores que más empleo han destruido en los últimos cuatro años…

R. Supongo que tiene que ver con la aluminosis…

P.
¿Y no te da la sensación de que lo que está en crisis son los contenidos?
R. Dios me libre de ser un gurú de la comunicación… pero creo que si eres capaz de contar las cosas bien y diferentes, a la gente le vas a interesar. El lenguaje de un periódico gratuito tiene más cintura, pero lo que si es cierto es que ahora las redes sociales tienen más peso en la opinión pública que el editorial de cualquier periódico. Eso ha mutado.

P. ¿Y la reflexión que aporta el papel? ¿Se pierde?
R. Reflexión puede haber en 140 caracteres. No hace falta un tomo para hacer pensar a alguien. Sólo utilizar las palabras adecuadas. Podemos hablar de Bismarck, que cambiando la línea de un telegrama montó una guerra…

P. Te preguntaba por la reflexión porque creo que cada día tenemos la sensación de tener menos tiempo…

R. Y creo que, efectivamente, es una sensación. Siempre digo que soy escritor en comisión de servicio y, mientras tanto, soy periodista. Y lo que es necesario, absolutamente, es un espacio de reflexión para leer, escuchar, pensar… Es tan parte de mí el periodismo diario como esa cuota de sentarse y pensar.

P. ¿Y no crees que esas sensaciones dificultan el trabajo de educar, por ejemplo?
R. Yo no creo que sea más difícil educar a un chaval ahora que hace 50 años.

P. Y cuando te dice tu hija de 10 años que tiene Twitter, Tuenti, Facebook… ¿No te produce vértigo?
R. Supongo que el mismo vértigo que le podía producir a mis padres la televisión… “Niño, no veas tanto la tele que te vas a quedar tonto”, me decían.

P. En el mundo del rudio y la furia en el que nos movemos, ¿estamos enseñando a nuestros hijos a pensar, a reflexionar?
R. Yo no soy negativo en absoluto. Es lo que hablábamos al comienzo: hay que sacar lo bueno de cada resquicio, de cada cosa que tenemos, y a día de hoy hay mejores escuelas que nunca, mejores profesionales que nunca, medios extraordinarios… Hay más oportunidades que nunca para educarse con un buen criterio.

P. ¿Y la capacidad de análisis?
R. Confío plenamente en el trabajo de la escuela. Si un chaval se quiere ‘empanar’, puede buscar cualquier excusa, más allá de la revolución tecnológica.

P. No hay quien te pille en un renuncio…

R. Mira, he pasado hace poco una situación no demasiado agradable y me he obligado a sacarle la parte positiva. Y no sólo eso, sino a contagiarlo a todo el que pasaba por mi lado. No se puede vivir como el jefe de Astérix, temiendo que el cielo te caiga sobre la cabeza a cada momento.

P. Mi abuelo decía que hay que huir de los tipos tristes, de los que tratan de contagiarte sus problemas y te hacen la vida más difícil…

R. Tu abuelo era un tipo sabio: hay que escapar a toda prisa de los cenizos, de los tristes, de los plomos.

P. Y hace falta sentido del humor.

R. Tanto como respirar. El sentido del humor es un signo de inteligencia, a fin de cuentas. Reírse de uno mismo es la mayor prueba de inteligencia que te puedes encontrar.

P. ¿Qué más nos falta?
R. Aunque no creo que sea una cuestión de nuestra época únicamente, falta altura de miras, falta profundidad, falta humor, falta honor, falta lealtad. Aunque, como te digo, creo que lleva faltando desde que los romanos conquistaron la Galia.

P. Tus hijos, ¿lo saben todo respecto a su padre? ¿Hay que ocultarles el dolor?
R. Pues no tengo una fórmula, la verdad, pero en lo que a mí respecta lo saben todo: cuando he estado mal, cuando he mejorado, lo que me ha pasado… Y te dan soluciones divertidas y sencillas.

P. ¿Hay algo que te dé miedo contarles?
R. Los niños tienen que saber las cosas, pero hay que saber con quién se habla, porque tienden a simplificar las cosas. Me preguntan, por ejemplo, quienes son los buenos y los malos… ¿Acaso los hay? Yo no lo creo…

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