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"He tenido mucho cuidado en que mis hijas no piensen que soy superfantástica"

padresycolegios.comSábado, 1 de enero de 2022
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Aunque afrontó la escritura profesional como una vocación tardía, Carmen Posadas se ha hecho un hueco en el privilegiado grupo de autores más leídos en España. Se casó a los 19 años y pronto fue madre de dos hijas. Autora consagrada de literatura infantil, Posadas es también una de las grandes retratistas de la alta sociedad.

Autor: RODRIGO SANTODOMINGO

P. En tu novela del año pasado, Juego de Niños (Editorial Planeta), hablas de la maldad en los niños, a los que has definido como “adultos en estado puro”, es decir, ni buenos ni malos, un poco las dos cosas. ¿Hasta qué punto tienen los padres responsabilidad para inclinar la balanza hacia uno de los dos lados?

R. Yo creo que hemos vivido mucho tiempo bajo la influencia de Rousseau y el asunto éste del “buen salvaje”; él decía que el hombre es bueno y que son las instituciones las que lo pervierten. Yo creo que está más que demostrado que es justo al revés: el ser humano tiene algunas pulsiones terribles, y el trabajo de la educación es irlas controlando.  

P. Hablabas en un artículo de “buenismo” para criticar a Angelina Jolie y sus recientes adopciones, este afán por convertirse en la madre Benetton, un hijo de cada color. Es un término que en educación se utiliza mucho para criticar esa pedagogía que aborrece los límites y la autoridad. Supongo que es el camino equivocado. 

R.  Yo me acuerdo que antes cuando me preguntaban por mis hijas, me decían: “bueno, ¿tú serás su mejor amiga”; estaba de moda decir esto… Yo siempre contestaba que no, que yo era su madre, algo mucho más importante que ser su amiga, que amigas ya tendría muchísimas en la vida. Eso del coleguismo entre padres e hijos ya sabemos el resultado que ha dado: muy malo. 

P. Hasta los 25 años no te decides a ser escritora, aunque tu vocación es muy anterior. Has dicho que en tu familia la literatura era “el territorio” de tu padre. ¿Quizá no seguiste tu camino antes por miedo a defraudarle?

R. Era una especia de respeto, porque él era un gran, gran lector, la literatura era lo más sagrado. Que la niña dijera que quería ser escritora le hubiera parecido como una profanación. Él era de los que pensaba que después de lo que habían dicho Shakespeare y Cervantes no había mucho más que añadir. No se sentía capacitado, a pesar de ser un gran lector, a ser también escritor. Y yo tuve mucho cuidado con eso, no sólo era el miedo a defraudarle, también hubiera sido una temeridad por mi parte.   

P. ¿En el sentido de que le hubiera obligado a enfrentarse a una vocación que no se había atrevido a afrontar?

R. Exactamente.

P. ¿Y con tus hijas? Siempre me he preguntado hasta qué punto tener un padre o madre triunfador, sobre todo en el ámbito artístico, condiciona la vocación de los hijos.

R. Siempre he tenido muchísimo cuidado en que mis hijas no pensaran en ningún momento que soy superfantástica o supermagnífica. Como decía Oscar Wilde, los hijos empiezan queriendo a los padres, más tarde los juzgan y raras veces los perdonan. Es muy peligroso eso de subirse a un pedestal porque muchas veces la realidad te baja a tierra y para las niñas puede ser una gran desilusión. Siempre he procurado ser una persona con todos mis defectos y con las virtudes que tuviera.  

P. ¿Alguna ha seguido tus pasos en la literatura?

R. No, una es médico y la otra se dedica a la publicidad. Sofía escribe muy bien, de hecho tiene una columna en La Razón, también hemos escrito algún libro juntas. Pero yo nunca la he animado a que siguiera mis pasos, ante todo porque la literatura es un mundo muy resbaloso, no creo que en España seamos más de diez las personas que podemos vivir sólo de esto.  

P. Te casaste y fuiste madre muy pronto, y luego te dedicaste a tu profesión de lleno. Es más habitual al revés: empezar a trabajar, casarse, tener hijos y dejar el trabajo para estar con ellos. ¿Crees que te ha beneficiado llegar a la madurez como mujer, a los 30-35 años, con tus hijas ya adolescentes?

R. Sí, lo hice todo al revés y tuve suerte. Cuando tenía 25 años las niñas ya estaban en el colegio. Pero no se lo recomiendo a nadie. A mí me salió bien, pero es un poco carambola.

P. Has comentado que cuando eras pequeña pensabas que lo de ser tímida –así te defines– tenía cura, pero que luego te has dado cuenta de que sólo podemos, por así decirlo, domesticar una timidez que nunca desaparece. 

R. Es como una enfermedad crónica: no se cura. De niña siempre pensaba, ante determinadas reacciones, “ya no me va a ocurrir, ya no me va a ocurrir”. Me sigue ocurriendo hasta el día de hoy. Lo que sí se aprende es, primero, muchos trucos para que no se note, y también que la timidez es bastante selectiva, que somos tímidos para algunas cosas y para otras no.

P. ¿Y la vagancia? Aseguras que eres muy perezosa, y sin embargo tienes un horario de trabajo muy disciplinado. Al parecer eres muy metódica.  

R. Yo creo que si hubiera sido una persona menos perezosa a lo mejor hubiera hecho menos cosas. Me fastidia mucho, y por eso he luchado y estoy luchando mucho contra ello. Ahora ya me sale natural, pero durante años y años era “bueno Carmencita, ahora te vas a levantar, te vas a sentar y no te vas a mover de la silla”. Ahora ya es como una conducta adquirida, estoy casi programada.  

P. Tu ascenso ha sido lento y gradual. Justo lo contrario del éxito rápido y fácil que tanto se estila ahora.

R.
Tengo un amigo psicólogo que me contaba que hicieron una encuesta con niños donde se les preguntaba qué querían ser de grandes, y que muchos contestaban que querían ser famosos, como si famoso fuera una profesión. Esto dice bastante lo que es la sociedad actual. Antes la fama era la consecuencia de algo, y ahora es algo que la gente busca per se como una forma de vida fácil y glamurosa. Yo creo que es importante inculcar a los niños que la fama es algo muy frágil.

P. A la hora de pasar al público adulto, ¿cuál ha sido la principal enseñanza que te ha reportado escribir para niños durante tanto tiempo?

R. El que consigue retener la atención de un niño consigue retener la atención de un adulto. Si a un niño no le gusta un libro, lo tira a las dos páginas. Un adulto puede leerse un libro por múltiples razones: porque está de moda, porque se considera culto… Escribir para niños es muy difícil, primero porque la oferta de ocio es enorme. Y después porque no hay que pasarse ni a un lado ni a otro: no puedes hacer ni una cosa muy obvia, como los cuentos que nos contaban a nosotros de pequeños, con una moraleja muy clara, y tampoco puedes escribir algo que no tenga valores en absoluto.

P. Ahora que escribes menos literatura infantil, ¿es para ti más que nunca ese refugio de la infancia que todos tenemos?

R.
Sí, además la única manera de escribir para niños es volver a ser el niño que uno ha sido. Hay muchos escritores de literatura infantil que son sumamente infantiles, que no han madurado. Creo que no es mi caso (risas).

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