Jesús Félix Martínez: "Muchos alumnos no rinden porque emocionalmente no están preparados"

La escuela del futuro. Bajo este lema, en el curso 2019-20, La Salle lanzaba un nuevo proyecto educativo, bautizado Nuevo Contexto de Aprendizaje (NCA). Su objetivo de base es dar respuesta a las necesidades actuales de la escuela: «En una sociedad en continuo cambio, el modo de responder a los principios pedagógicos debe ser diferente». Así lo explica el director de la Red de Obras Educativas de la Salle, Jesús Félix Martínez, quien aporta las claves de este proyecto que continúa implantándose con éxito en la red de centros de la institución.

¿En qué consiste el Nuevo Contexto de Aprendizaje (NCA)?
–En un primer término, se trata de consolidar una escuela abierta al mundo, que sea sensible con lo que pasa en la sociedad y trabaje junto a ella. En este sentido, ponemos el acento en el aprendizaje, es decir, el protagonista es el alumno. El educador sigue teniendo un papel relevante, aunque más centrado en el acompañamiento y la mediación. El segundo pilar es el contexto, ya que el escenario social y escolar ha cambiado. En nuestro caso, hemos realizado adaptaciones del espacio arquitectónico, que influye no solo en el aprendizaje, sino en el lugar que cada persona ocupa en él. También el tiempo es un factor clave, por tanto, hay que modular los tiempos en función de la propuesta pedagógica. De esta forma, los alumnos encuentran oportunidades y estímulos diversos y, sobre todo, crecen como personas, que es nuestro objetivo último. En una sociedad en continuo cambio, los principios pedagógicos pueden ser los mismos, pero el modo de dar respuesta a ellos debe ser diferente.

¿Y estos cambios se aplicarán de manera homogénea en todos sus centros o habrá autonomía?
–Sabemos que el cambio es complejo y modular la mente de los educadores para que lo lleven a cabo no es fácil. Por tanto, debe haber un periodo de adaptación del que salga una propuesta común para que todos trabajemos en la escuela que queremos. Partimos de una propuesta global, pero adaptada a las realidades sociales, económicas y culturales de cada centro. Sin cambiarlo, cada centro podrá incorporar elementos que son necesarios en su contexto.

¿En cuántos colegios se ha implantado ya?
–En total, en 95. De cara al año que viene, se prevé que esté ya en todos nuestros centros de Infantil y Primaria y en el 60% de la ESO.

Entre las medidas del proyecto figura la desaparición de los libros de texto. ¿Supone un riesgo para la calidad de los contenidos?
–El proyecto que hemos diseñado busca una propuesta integrada en nuestras escuelas. Llevamos años desarrollando proyectos propios, como los Programas La Salle, algo que las editoriales no pueden aportarnos; no porque no dispongan del conocimiento sino porque los elaboramos según nuestra experiencia. Por otra parte, todos nuestros contenidos parten del currículo y, además, hemos contratado a editores profesionales para su diseño. Creemos que es posible adquirir los conocimientos y competencias desde los contenidos, pero también con propuestas pedagógicas propias.

Con esta medida, La Salle en cierto modo entraría como un actor más en el mercado de las editoriales ligadas a una institución religiosa.
–No es nuestra intención. Entre otras cosas, porque no hemos diseñado libros de texto alternativos, sino que hemos cambiado el modelo. Nosotros podemos compartir el proceso, pero no pretendemos ser una editorial del mercado que genere competencia.

¿Y en qué formato se edita el contenido?
–En Primaria hay una parte en papel, aunque no son estrictamente libros, y en los cursos posteriores es todo digital.

Una duda que surge con estos nuevos modelos, más basados en las competencias que en los conocimientos, es si preparan adecuadamente para la EBAU.
–Nuestra propuesta y otras equivalentes sí lo hacen. No suprimimos el conocimiento, sino que hacemos que el alumno acceda a él de una forma diferente. En nuestro caso, el proyecto tiene una base común: trabajar los principios pedagógicos que consideramos fundamentales. Hemos comprobado que, cuando el conocimiento se trabaja de manera experiencial, el aprendizaje es más significativo. En este sentido, confío en que la EBAU cambie pronto: muchos alumnos no rinden todo lo que pueden porque emocionalmente no están preparados.

¿Y cuáles son esos principios clave?
–Cinco. El primero es la interioridad, relacionada con la introspección y el entenderse a uno mismo. El segundo es la dimensión social del aprendizaje, que persigue no solo entender el mundo sino comprometerse con él. El tercero es la construcción del pensamiento, para generar estructuras que faciliten la comprensión no solo de conocimiento, sino de las personas. El cuarto es cuerpo-mente-movimiento, porque estamos convencidos de que la actividad también facilita el aprendizaje. Y el quinto es la conducta autorregulada, porque si no somos capaces de regular nuestras reacciones, generamos un mundo de intolerancia e incomprensión.

Quizá este enfoque experiencial sea más conveniente para las etapas más avanzadas, ¿no?
–Precisamente esta es una de las claves de nuestro proyecto: no pretendemos solo indagar, también estamos convencidos de que es necesario el saber. Por eso tenemos, por ejemplo, el ámbito al que llamamos “seminarios”, donde el objetivo es el aprendizaje de los conceptos básicos, que son los que aportan las herramientas para realizar luego los proyectos. Estos últimos se enmarcan dentro del ámbito “saber hacer”, donde los alumnos incorporan y aplican lo aprendido en los seminarios. Por último, están los talleres, donde se trabaja el “ser”, desarrollando el resto de ámbitos de la persona, desde el tecnológico al espiritual. Hay proyectos en los que simultáneamente se trabajan varias áreas, al mismo tiempo que los principios antes citados. Hemos creado así un entramado que permite que la construcción integral de la persona no sea algo que dependa de la sensibilidad del educador, sino que de manera natural y sistemática está generada.

¿Y a estos tres ámbitos les acompañan otros?
–Sí. El primero es el de la “acogida”, que pretende despertar en el alumno el interés por lo que va a venir después. Y el último ámbito es el “cierre”, centrado en la metacognición, es decir, en ser consciente de qué, cómo y para qué se ha aprendido. En Infantil y Primaria, por ejemplo, se invita a las familias a este “cierre” para que sean partícipes del producto final. Ahí es donde vemos la comprensión. Cuando algo es bueno no se queda en propuesta pedagógica, se integra en la cultura de la organización.

Mencionaba antes la dimensión espiritual, algo que hoy parece clave trabajar en un momento en que muchos jóvenes sienten un vacío existencial.
–En nuestro caso, lo abordamos no con un matiz cristiano, sino enfocado para todas las personas. No obstante, la cultura religiosa debería tenerla todo el mundo: independientemente de la creencia, es la que nos ayuda a entender el sentido y no dejarnos llevar por lo que opinen otros. El actual debate sobre la religión tiene mucho de ideología y poco de análisis profundo de lo que la persona necesita para construirse.

Respecto al debate sobre mantener la religión confesional o bien transformarla en una asignatura de hechos religiosos, ¿cuál es su postura?
–La de la elección, que las familias puedan elegir. Lo que no debería hacerse es restar valor a ninguna propuesta porque eso influye luego en la opinión de la sociedad. La escuela debe ofrecer y dar respuesta a las distintas opciones.