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Jordi Musons: “La escuela es un lugar donde todo el mundo debería sentirse bien”

padresycolegios.comSábado, 1 de enero de 2022
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Por Adrián Cordellat

Jordi Musons es uno de los grandes referentes españoles en innovación educativa. Director de la prestigiosa escuela Sadako de Barcelona, Musons reconoce que la institución educativa “no tiene una dinámica de cambio muy ágil”, pero pese a ello se muestra optimista porque considera que en los últimos años “están pasando cosas muy interesantes que han cambiado mucho la situación”. En Reinventar la escuela (Arpa), el experto ofrece una completa guía dirigida a docentes, familias y educadores para que la escuela se sumerja de lleno en el siglo XXI y, por el bien de los alumnos, se actualice y modernice en base a todo el conocimiento científico que existe.

Recientemente el Gobierno anunciaba que trabaja en una reforma del currículo que pase por las competencias más que por las asignaturas, como se ha venido estudiando tradicionalmente. ¿Puede ser un primer paso para “reinventar la escuela”?

De momento sólo es un titular, pero como titular es fenomenal. De todas formas, mi sensación es que siempre se busca mucho la polaridad entre lo antiguo y lo moderno, la memoria o las competencias. Sin embargo, creo que hay muchos más puntos de encuentro que de separación. Lo que estamos intentando trabajar es la idea de que podemos mejorar el conocimiento desde una estructura más global, que incluya a la memoria, pero también a las competencias, y sobre todo que incluya nuevas competencias que consideramos fundamentales en la sociedad actual. Con ello me refiero a las competencias sociales y emocionales, que también se aprenden trabajando en el aula.

Este tipo de enfoque ya se aplica de forma generalizada y con buenos resultados en muchos países de nuestro entorno. Sin embargo, en España cuesta. Supongo que mucho tendrá que ver en esa resistencia al cambio los mitos instaurados y que aborda en el libro. ¿Cuál o cuáles diría que son los que más dificultan el cambio?

Seguramente la resistencia más importante es acabar con la idea de que el conocimiento lo dispone el docente y lo debe transferir al alumno; y que una vez que lo ha transferido, el alumno lo incorpora y lo mantiene en el tiempo. Esta mecánica de escucha, memorización, y examen está muy incorporada, pero en realidad no es una memorización que perdure en el tiempo, sino una memorización muy inmediata. Al final, muchos de los aprendizajes a los que los profesores dedican muchas horas para transferir en el aula, acaban diluidos y no perduran en el tiempo. Romper con esta dinámica es un cambio de perspectiva y de mirada que está costando. Quizás porque es un tema muy vinculado a la evaluación, a rendir cuentas en un examen.

Entonces, ¿falta formación para los docentes?

La formación inicial de muchos docentes es buena, pero luego cuando llegan al aula y tienen que aplicar estas metodologías más complejas de gestionar, muchos se sienten incómodos, pierden el control del aula y recuperan los métodos que ellos vivieron como alumnos. Al final, desde el punto de vista del docente es mucho más fácil la gestión si mantienes a los alumnos sentados, separados y en silencio que cuando les das autonomía, les animas a trabajar en grupo… Por eso es mucho más fácil instaurar esta forma de trabajo en aquellos centros donde estas metodologías están mucho más arraigadas. Porque cambiar esta forma de aprendizaje no se hace desde un aula, sino que es parte de la cultura del centro. Si el alumnado no está acostumbrado a una determinada cultura educativa, es muy difícil que se incorpore.

Entre esos mitos de los que hablábamos me ha sorprendido el de la reducción de ratios. Pensaba que era una petición cuasi unánime, pero veo que usted disiente en parte.

Yo no estoy en contra de reducir ratios, todo lo contrario, pero mi sensación es que muchas veces esta idea parte de una mirada desde la perspectiva docente, no desde la perspectiva de los alumnos. Para el docente es mucho más cómodo tener diez alumnos, pero para el alumno, ¿es mejor tener 10 o 20 compañeros? Lo que yo digo es que reducir ratios en las aulas, si sólo implica que se quede un solo docente con menos alumnos, no siempre es algo positivo, porque empobrece la posibilidad de establecer relaciones sociales entre el alumnado. Cuantos más alumnos hay, más relaciones positivas se pueden establecer. Por el contrario, yo creo mucho en el trabajo en equipo entre profesores, en tener docentes que puedan trabajar juntos en el aula. En ese sentido, yo creo que sería mucho más eficiente incrementar las plantillas docentes que reducir las ratios en las aulas.

Hay un aspecto en el que insiste bastante en el libro: la personalización del aprendizaje. ¿Una educación por competencias facilitaría esa personalización o hacen falta otros muchos más cambios en el sistema para llegar a ella?

Desde luego. Hay una correlación muy fuerte entre competencias y personalización del aprendizaje. Pero volvemos a lo mismo: si estudiamos las competencias desde un punto de vista muy tradicional, en el que todos los alumnos y las alumnas tienen que tener las mismas competencias en el mismo momento, eso dificultará la personalización. Hay que partir de una base y es que no todos somos iguales. Por eso, un sistema rígido y cerrado como el actual, sólo es apto para un tipo de alumnado, lo que deja fuera a muchas personas brillantes que se pierden dentro del sistema. Y esto tiene, además, un vínculo muy fuerte con la autoestima. La escuela es un lugar donde todo el mundo se debería sentir bien, porque cuando uno se siente bien es capaz de hacer lo que se proponga.

Dedica un capítulo al impacto de la covid-19 en la educación. Pese a todo lo negativo que ha supuesto, ¿qué aprendizajes puede sacar la escuela de la pandemia para mejorar?

Ha ocurrido una cosa muy interesante y es que la pandemia ha demostrado que las escuelas tienen una capacidad de adaptación y de transformación enorme. Lo que necesitan es un motivo para hacerlo. Ahí es donde echo de menos un liderazgo más institucional y político que anime en esa dirección, porque creo que la capacidad de las escuelas para cambiar existe, pero que necesitan una idea clara y decidida, una motivación extra para el cambio, que evidentemente siempre cuesta más que continuar haciendo lo mismo.

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