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La AUTOEDUCACIÓN en la educación del niño

padresycolegios.comSábado, 1 de enero de 2022
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Durante los primeros siete años se ejerce sobre el alma infantil la influencia máxima, no con lo que se dice, sino con lo que se hace. El niño reproducirá el gesto interior de la amabilidad, la solicitud, el gusto por el trabajo, así como la manera de articular, el tono y el timbre de voz. Es este primer septenio la etapa más importante, la más grave en consecuencias, a la que corresponde también la educación moral.

El niño pequeño no desea ni puede hacer otra cosa que todo lo que observa en los adultos. Participa en cuerpo y alma en todo lo que hacen los que le rodean. Absorbe todo lo que existe en el ambiente.

Respeta la bondad, el amor y la conducta ejemplar del adulto, por ello es tan importante transformar nuestro pensamiento cognoscitivo en acto de autoeducación , requiriéndose constantemente un gran esfuerzo de la voluntad. Hemos de procurarnos momentos de sosiego interior para aprender a discernir lo esencial de lo accesorio en materia de educación: instintos, pasiones, impulsos, que el deseo de mejora rectifica, a través de un intercambio incesante entre reflexión y observación de los resultados.

Las simples amonestaciones y enseñanzas no bastan: es el niño mismo quien ha de verlo en nosotros para desarrollar la empatía. El sermón no tiene efecto, la demostración sí.

Si lo que padres y educadores pretenden es lograr que los pequeños adquieran conciencia de sus actos, deberán tratar de alcanzar ellos mismos un perfecto dominio y ecuanimidad en un esfuerzo ininterrumpido para silenciar las propias emociones y que así pueda imperar el sentido de justicia.

Los niños constantemente nos ponen a prueba porque instintivamente tienen necesidad de obtener la respuesta objetiva y justa. Saben que les es beneficiosa, acompañada siempre de una cálida y comprensiva ternura por lo que sientan interiormente: si perciben ausencia de cariño esto les ocasiona un sufrimiento muy superior a la sanción misma.

La justicia ha de encontrarse libre de todo sentimiento personal para satisfacer el sentido innato de la misma arraigado en el niño.

Es importante que nuestra respuesta sea inmediata: cuanto más rápida y ajustada sea la corrección entre el acto y su consecuencia, tanto mejor.

Reparar y compensar el daño causado vigorizará tanto la conciencia como la individualidad porque estimula el sentido de justicia. Los actos malos deben sustituirse por buenos, esto les ayuda a restaurar de nuevo el equilibrio y la armonía. Contemplar la acción cometida y dialogar cuando las emociones estén apaciguadas, en calma, brindándole siempre ayuda y cariño.

Los reveses son fructíferos. Parece ser que el mejor aprendizaje arranca de fracasos totales o parciales. De ellos nace la enmienda o corrección.

El que tiene la misión de educar no debe dejarse arrastrar jamás por la cólera, ni mucho menos por la rabia. Esta aparente energía, oculta una penosa debilidad en cuanto al autodominio.

Si se trata de niños apáticos o incapaces de concentrarse es, en alguna ocasión, correcto el enfado, porque así se dan cuenta de que ahora sí la cosa se está poniendo seria. Pero en la mayoría de los casos es indispensable no hacer nada hasta haber dominado la irritación que sentimos. Dejarse llevar por la cólera implicaría desencadenar otra mucho más violenta en el alma infantil que le impediría darse cuenta de sus actos.

El bien engendra el bien. Hemos de tener paciencia, saber esperar: toda lucha interna necesita cierto plazo de tiempo para el éxito.

El hecho de encontrarse reflejado como en un espejo proporciona la mejor de las lecciones. Aquello con lo que nos enfrentamos sale a nuestro encuentro desde afuera, haciéndonos sentir en ocasiones una amarga vergüenza y un punzante dolor. Es aquí donde nace el remordimiento, en la comprensión: es precisamente la pena que lo acompaña lo que más profundamente penetra en la conciencia. Si el dolor físico provoca un sobresalto de ésta, el sufrimiento moral lo hará de un modo mucho más intenso.

Es necesario que esas experiencias no permanezcan al nivel de reacciones emotivas: deben ser elaboradas interiormente para deducir de ellas la lección. Así les ayudaremos a transformar su inestabilidad emocional en firme energía, y sus impulsos egoístas en amabilidad y amor al prójimo.

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