“La educación debe recuperar una conciencia crítica”
Un cronista ciego como Jorge Luis Borges escribió en su día que la Historia Universal es la de un solo hombre. Quería decir el argentino que, a través de la mirada de un ser humano podemos encontrar el infinito y plantear todas las preguntas que ni Larry Page ni Bill Gates serán capaces de contestar en mil vidas.
Nos sentamos con alguien que, dentro de su ética, de su manera de enfrentarse al mundo, es capaz de criticar lo que más ama para que avance. Premio Nacional de Historia, catedrático, escritor, animador cultural y autor de libros como Historia de España desde el Arte o Breve Historia de la cultura en España, nos recibe en una de esas tardes en las que la primavera duda si seguir con sol o con lluvia…
Tengo que decirle que con usted se me cae una teoría…
¿Cuál, si puede saberse?
Siempre había pensado que la vocación descansaba en la capacidad de realizar lo que menos trabajo cuesta. Si a uno le cuesta poco trabajo hacer integrales matemáticas, o formulación química, pues se convierte en matemático o en químico…
Es una forma de verlo. En mi caso, la vocación es doble, pero está muy unificada. Soy jesuita y también hombre de letras, pero tengo un sentido casi misionero de la docencia. Creo que todo debe girar en torno a trasladar un mensaje, y el mensaje es mejorar. Esa capacidad de mejora en mi vocación me la ofreció la Historia.
Usted dudó hasta última hora si decantarse por la Historia o por la Literatura… y al final prácticamente acabó descubriendo que son complementarias.
Claro. No se puede entender la una sin la otra, pero en su día entendí que la Historia respondía más a mi deseo de ayudar a la gente. La Historia nos transmite la utopía, el deseo de cambio, de mejora, de ganas de que la sociedad sea mejor. Así entiendo yo mi disciplina, aunque la literatura me ha allanado el camino en mi capacidad de construcción, de comunicación. No sólo hay que saber Historia. Hay que saber contarla.
Algo que consigue usted en sus libros.
Iba a decirlo yo, que como buen bilbaíno no tengo problemas en engrandecer las cosas… Creo que el éxito está en la capacidad de transmisión, sí.
Es curioso que su vocación como cristiano se ocupe del futuro y la de historiador del pasado. ¿Su faceta como docente es la que se ocupa del presente?
Desde luego, aunque evidentemente se mezcla con el futuro. No obstante, en nuestra materia, las Humanidades, no es tan sencillo hablar de futuro.
Parece que se le niega su lugar en el mundo…
Vivimos una sociedad que anula tontamente la posibilidad de crítica y análisis que ofrecen los hombres de letras. No somos gente que deba hablar sólo del pasado, y pongo la crítica en mis camaradas. Las Humanidades, y la Historia, vuelvo a decir, deben ocuparse de transformar el mundo en un lugar mejor.
¿Y este desencanto social por las Humanidades viene dado por la manera en la que se enseñan, por el ritmo frenético del día a día o porque somos unos tecnócratas?
Pues tal vez por un poco de cada cosa. Hay algo muy elocuente que resume esto de lo que hablamos y es cuando a una persona de letras le piden que arregle un asiento contable, o lea un texto sobre química y dice que no puede porque es de letras. Usted no es de letras. Usted es un ignorante.
Las Humanidades se deben adaptar entonces al ritmo de los tiempos…
Desde luego. No hay manera de que no sea así. Tienen que pasar por la informática, por las nuevas tecnologías, por los idiomas, y por las materias interdisciplinares: el cine, la sociología, el derecho, etc.
¿Y cómo se llama la atención de un chaval que tiene que estudiar la Restauración o el mandato de Felipe III?
Es que la pregunta va más allá: ¿cómo cambiar la fama de pesados que tenemos los Historiadores? Pues sabiendo contar las cosas, claro está. Realmente hemos hecho nuestro discurso de espaldas a la sociedad, sin responder las preguntas que desde ella se nos planteaban. Un discurso academicista lejano del suelo, del transitar del día a día de los ciudadanos. Sigue pareciendo que un trabajo o una investigación, cuanto más pese, mejor. Cuanto más prolijo, mejor. Ortega dijo que la claridad es la cortesía del filósofo. Pues bien, debe ser la del historiador también. Deben decir eso de ‘qué bien se expresa, ni que fuera historiador’.
A veces se dice que la Historia no interesa…
Eso es rotundamente falso. En Europa interesa la Historia, y mucho. El problema reside en que los historiadores hemos hecho una Historia basada en datos y cifras, sin explicarla. ¿En qué ha derivado eso? En novelas históricas de dudoso gusto, porque la gente quiere saber de Historia, pero no encuentra la vía adecuada. Además sólo se habla de templarios y masones… Muy aburrido.
¿Cuál es la mayor falla de las novelas históricas?
Que se tratan los personajes del siglo XII con mentalidades del siglo XXI.
Aunque a veces el presente nos retrotraiga al siglo XII…
Somos los mismos, al final, pero los templarios no llevaban reloj.
Hoy nos enfrentamos a otro asunto: mientras el ejército de Estados Unidos entra en la guarida de Bin Laden, Obama lo ve en directo desde Washington. Supongo que la forma de recoger la Historia está cambiando el trabajo del historiador…
Desde luego, pero creo que lo importante es cambiar la mirada. Las técnicas vienen dadas por los tiempos, aunque es cierto que seguimos, en pleno siglo XXI, siendo Petetes de biblioteca, diciendo cosas que no interesan, acumulando datos, sentencias. A día de hoy, es necesario enseñar con imágenes. No se concibe una Historia sin imágenes.
Pero reconocerá que se tiende a lo acumulativo, incluso por culpa de las nuevas tecnologías…
Desde luego. Hoy no se tiene perspectiva, pero se tiene documentación. Eso es un problema, claro, porque por número de datos, los niños de 2040 estudiarán tanto a Belén Esteban como a Barack Obama. A nosotros se nos educaba para no ser sujetos pasivos de la información, sino activos y críticos. Es necesario educar en la crítica, y se sigue educando sin obligar al chaval a entender lo que cuenta. Simplemente lo aprende… Mientras, recuerdo con añoranza aquellos cinefórum de mi juventud.
Entonces, repartimos las culpas.
Desde luego. La Historia tiene que recuperar un lugar en la sociedad entendiéndola, y dejar de ser una materia dogmática e inmovilista. Y la educación debe recuperar una conciencia crítica, tan necesaria en estos momentos. Si no lo hacemos, estamos apañados.
¿Es una contradicción tener una pila de libros de éxito, ser Premio Nacional de Historia y ser jesuita? ¿No le puede la vanidad nunca?
Sigo pensando que la fama es algo ajeno a ti mismo. No te añade ni te quita. Me interesa la fama en cuanto a que te pueda facilitar que tu mensaje llegue a más gente, pero creo que es muy tonto prestarle atención.
Fernando García de Cortázar se despide recordándonos que no sólo es en la Filosofía o en la Historia donde es necesario hacerse las preguntas adecuadas. Es en la vida donde es primordial. Una buena m
25;xima, sin duda.
Notas biográficas
• Bilbaíno, y con eso no decimos todo.
• Catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Deusto. Director de la Fundación Vocento y de la Fundación Dos de Mayo, Nación y Libertad.
• Ha escrito sesenta libros, algunos traducidos a otros idiomas y si tenemos que destacar dos, uno será “Pequeña historia del mundo”, donde se dirige a un público preferentemente adolescente acompañando su narración con ficción, diálogos y aventura. El segundo, para los menos niños: “Breve Historia de España”, del que se ha dicho que es el best seller más importante de la historiografía española de los últimos años.