La ley del más fuerte
Rabietas, burlas, insultos e incluso violencia física. Todas estas conductas se consideran actitudes agresivas. Arrebatos normales en la infancia pero que, a partir de los 2 años, deben ir desapareciendo.
Autor: Iván RODRÍGUEZ
Sábado por la mañana. Ana está de compras con su hijo en un supermercado. Al cruzar el pasillo de las gominolas, el pequeño le pide una bolsa. Su madre no accede a su petición y, ante la negativa, el niño comienza a gritar, a patalear, se tira al suelo e incluso lo golpea.
Esta historia con la que algunos padres se sentirán familiarizados, puede ser más o menos preocupante dependiendo de la edad que tenga el pequeño protagonista. Isabel Serrano Pintado, autora del libro El niño agresivo. Guía para padres y maestros, señala que este tipo de conductas son normales en la infancia y que el techo de estos comportamientos se sitúa en torno a los 2 años. A partir de esa edad, la actitud violenta suele moderarse. En concreto, hacia los 4 años empezarán a disminuir los impulsos destructivos y los intentos de humillar a los demás. Cuando los niños sumen un año más emplearán menos el negativismo, la rebelión o las acciones físicas de rechazo. Pero, ¿qué ocurre cuando el niño crece y no ha dejado en el camino estos hábitos? Según Serrano, podremos afirmar que un niño mayor es agresivo “cuando, entre otras, tiene la misma frecuencia de conductas coercitivas que el niño de 2 ó 3 años”.
¿NACE O SE HACE?
Las teorías de Freud o Lorenz que sostenían que la agresividad era un impulso innato de los seres humanos han sido marginadas por las corrientes actuales. Hoy en día se considera que los niños no nacen con este tipo de conductas violentas, sino que las aprenden. José Cardona Andújar, profesor de Educación de la UNED, señala que algunos de los factores que desencadenan este comportamiento son la inadecuada educación que se recibe en la familia (disciplina excesivamente dura o demasiado permisiva y falta de comunicación con los hijos), así como la falta de valores y principios morales persistentes en nuestra sociedad. Asimismo los problemas de convivencia y la influencia negativa de la televisión y los videojuegos también fomentan actitudes agresivas.
FRUSTRACIÓN
La conducta agresiva suele ser la respuesta de algunos menores ante una situación conflictiva. Mientras que existen niños que despliegan conductas de resignación, otros buscan ayuda y algunos se esfuerzan en superar los obstáculos a los que se enfrentan; también hay menores que responden agresivamente. Serrano también añade que los primeros perjudicados son los propios pequeños: “los niños agresivos no sólo hacen sufrir a sus padres, maestros y a otros niños, utilizando todos los medios posibles, sino que, en muchos casos, son niños frustrados que acaban dañándose a sí mismos, ya que provocan que los demás les rechacen”. Rabietas, burlas, insultos e incluso violencia física. Todas estas conductas se consideran actitudes agresivas. Arrebatos normales en la infancia pero que, a partir de los 2 años, deben ir desapareciendo.
VIVIR EN PAZ |
El modo de afrontar este tipo de conductas agresivas debe gestarse tanto en los centros educativos como en el seno de las familias. El diálogo entre padres e hijos se torna fundamental a la hora de solucionar el conflicto. Daniel Tejada, pedagogo acostumbrado a trabajar con niños extremadamente conflictivos, asegura además que la imposición de normas de convivencia claras es la mejor vía para que el menor aprenda a solucionar conflictos de manera pacífica. Los padres deberán establecer asimismo un protocolo de actuación común con los educadores con el fin de homogeneizar estrategias. Según Isabel Serrano, la misión de ambos colectivos es “modelar comportamientos alternativos a la agresión”, así como “dejar claro qué conductas son permitidas en el centro o en casa y cuáles no”. Por último, destaca que “es contraproducente que yo le pegue a mi hijo para decirle que deje de pegar a su hermano, o que le dé un grito para conseguir que me obedezca”. El pequeño aprenderá estas conductas y, por tanto, reproducirá lo que vea. |