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“La música te enriquece como persona”

padresycolegios.comSábado, 1 de enero de 2022
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Cuando se está al servicio de la música, del arte, de la literatura, hay que dejar que pase a través de ti para llegar a los otros. Somos instrumentos y se trata de lo que seas capaz de irradiar como artista para comunicárselo a los demás”.

En tal vez demasiadas ocasiones hablamos de igualdad como un concepto por alcanzar, sin entender que la misma búsqueda del objetivo interfiere en su logro. Es decir, que si decimos que hay que conseguir la igualdad es porque, por el momento, no somos iguales, no tenemos los mismos derechos o porque nos empeñamos en escalar una montaña cuando lo práctico es andar un camino. ¿Hay alguien que pueda asegurar que hombres y mujeres no se emocionan de la misma manera escuchando la Opertura 1812 de Tchaikovsky? ¿Alguien podría matizar la diferencia entre las lágrimas masculinas y femeninas? Sin duda, las diferencias las marca el talento, no el género de una persona. Sin ir más lejos, si esta entrevista la estuviera realizando Virginia Woolf, probablemente estaría mejor escrita, aunque también es probable que no entendieran una palabra.

Hoy nos sentamos con Inma Shara, una de las seis únicas mujeres que dirigen una orquesta en el mundo. Dice que la música clásica es en ocasiones demasiado clásica, pero que está cambiando. Como cambia ella cuando se pronuncia la palabra mágica: música.
“Para mí no es una profesión. Es una forma de vida”.

P. Le cambia la cara cuando habla de ello…
R. Es que es una parte de mí tan importante que me sale así.

P. ¿Se nota eso en los conciertos?
R. Cuando uno tiene la batuta y se encuentra delante de una orquesta, siente derrochar ese caudal interpretativo que tiene dentro. Nos convertimos en instrumentos de la música y, de tal manera, vivimos por y para ella cada minuto de nuestra vida.

P. ¿Siempre tuvo claro que quería emprender este camino?
R. Desde los cuatro años tuve claro que me dedicaría a la música. A eso debo añadir la gran suerte de que mis padres se empeñaran personal y económicamente para fomentarlo. No es un proceso consciente. Empecé con los instrumentos y encontré la orquesta. Para mí era y es la paleta de los colores de un pintor.

P. ¿Recuerda la primera orquesta que dirigió?
R. Claro, cómo olvidarlo. En el Conservatorio. Luego comencé en Holanda, en la orquesta de Bielorrusia en Minsk, la Philharmonic Orchestra, la Filarmónica de Israel, la Sinfónica de Milán, el Coro de London Symphony, la Sinfónica Nacional de Ucrania, Transilvania… De ahí a dar un concierto en el Vaticano delante de Su Santidad…

P. Ha sido la primera mujer en dirigir un concierto en el Vaticano… ¿Da vértigo?
R. Ha sido un regalo, sin duda. Ser aplaudida por Benedicto XVI es irrepetible.

P. Y en aquella primera orquesta que dirigió, ¿le miraban raro?
R. Es cierto que, cuando uno se posiciona delante de una orquesta, hay cinco segundos de expectación por ser algo a lo que no se está acostumbrado y lo acepto de buen grado. Pero, pasado ese instante, lo más importante es la capacidad artística del músico, su manera de expresar, de interpretar y de llegar a los demás. De comunicar sentimientos.

P. Los prejuicios, ¿pesan?
R. La mujer puede dirigir, si no yo no podría estar aquí hablando con esta pasión. Eso es claro, aunque también es cierto que ésta ha sido tradicionalmente una profesión de hombres. Ser director de orquesta pasa por todo aquel que se sienta artista y que ame la música por encima de cualquier cosa; es decir, que el envoltorio es un poco una cuestión de casualidad…

P. Es usted una persona tremendamente humilde…
R. Gracias, pero no es humildad. Repito que somos instrumentos de algo mayor, que es la música.

P. Ahí lo tiene: humildad. De cualquier manera, esa manera de ser, ¿se cultiva?
R. Cuando se está al servicio de la música, del arte, de la literatura, hay que dejar que pase a través de ti para llegar a los demás. Lo decía de veras: somos instrumentos, herramientas, y se trata de lo que seas capaz de irradiar como artista para comunicárselo a los demás.

Inma toma el café a sorbos cortos. Sonríe habitualmente y tiene una luz en los ojos que se despierta con fiereza cuando se habla de su pasión. Es la prueba palpable de lo que decíamos al comienzo: no es una cuestión de géneros, sino de talento, de pasión, de fiereza. Ella buscó un objetivo, luchó por él y fue lo bastante inteligente como para ir sacando de la música, en su día a día, cosas que desconocía.
“La música me ayuda a relativizar las cosas, a ser más tolerante. Te enriquece como persona. La música tiene unos valores consustanciales importantísimos. Cuando un niño toca en una orquesta, no sólo oye: también escucha.

P. ¿Cree que es una buena forma de educar?
R. Sin duda. La mejor.

P. Es usted perfeccionista. Se lo digo como una observación, no como una pregunta…
R. Lo soy, sin duda.

P. ¿Trae problemas ser tan meticulosa con el trabajo bien hecho?
R. Hombre, problemas no. Asumo mi obsesión por el trabajo bien hecho, la disciplina y el respeto. Creo que constituyen los tres pilares básicos para que todo funcione. Pocas veces he tenido problemas graves con los músicos. Puede que me vean a lo Jekyll y Hyde. Mucha gente me comenta: “Parece mentira, cómo eres en tu vida cotidiana y de qué manera te transformas”. Siento la música como algo tan mágico que probablemente me convierta en otra persona mientras dirijo. Es un momento de felicidad absoluta, apasionante. No sabes por qué, pero sale fuego de la orquesta. No sé, no lo puedo expresar con palabras; la música acontece, te quiere… Entonces, si te entregas, alcanzas el éxtasis.

P. ¿Qué se siente cuando se dirige un concierto, visto por todo el mundo, escuchado por todo el mundo, en recuerdo de las víctimas del terrorismo? ¿Condiciona? ¿Es más complicado?
R. Con el corazón en la mano, es lo más grande que a un ser humano le pueden encomendar. Este tipo de conciertos le engrandecen a uno como artista, pero especialmente como ser humano.

P. En ese momento es en el que uno debe sentirse, como decía antes, un instrumento de algo más grande…
R. Claro. Tal vez, la universalidad de la música te hace reflexionar sobre las miserias de nuestra condición de hombres.

P. Inma, ¿qué le gusta hacer cuando no está sobre el escenario?
R. Me encanta la comida sana, caminar, salir a pasear por el campo, rodeada de naturaleza. Es algo que te transmite paz, el saber escuchar los sonidos que te rodean, y que luego además puedes trasladar a tu campo profesional y lo irradias en la música.

P. ¿Hay un secreto para toda esta fortaleza?
R. La verdad es que los aplausos del público ayudan, son maravillosos, pero sin un entorno como el que tengo, sin las personas que me rodean, no podría con nada.

El sonido acompaña cada uno de los movimientos que realizamos. Cada paso que damos, el sonido de nuestro corazón, nuestra respiración. Todo es una sinfonía de la vida sencillamente pautable y medible con un tempo y un compás. Inma Shara supo verlo y por eso habla con fervor, con pasión. Terminaré diciendo, por aquello de que vean que nos documentamos intensamente para las entrevistas, que estoy leyendo un libro de Alex Ro
ss, el crítico musical del New Yorker. Se llama El ruído eterno y es interesante. En el prólogo, Ross afirma que “En el mundo clásico, ha estado de moda desde hace mucho tiempo mantener a la música cercada respecto de la sociedad, declararla un lenguaje autosuficiente. Pero el siglo XX se dedicó a derrumbar esta frontera con genios como Bartok, como Shostackovik o como John Adams”. Hoy Inma Shara ha dado un paso más para derribar esa frontera y nos ha hablado de la música con un lenguaje que todos hemos podido comprender: el de la respiración, los pasos y el latido del corazón.

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