La sociedad violenta que padecen los menores
Por Gema Eizaguirre
Se acaban de cumplir 30 años de la aprobación de la Convención sobre los derechos del niño en España. Los avances en ese tema han sido grandes, pero todavía queda camino que recorrer. De hecho, en breve se aprobará la ley de Protección integral a la infancia y la adolescencia frente a la violencia.
Esta ley incorpora un concepto de violencia amplio que abarca toda forma de perjuicio o abuso físico, psicológico o emocional, incluidas las agresiones o abusos sexuales, los castigos físicos, el descuido o el trato negligente.
“Vivimos en una cultura del abuso y está mucho más presente en nuestra sociedad, en nuestra individualidad y en nuestra psicología de lo que pueda parecer”, asegura Clara Martínez, directora de la Cátedra de Derechos del Niño de la Universidad Pontificia de Comillas; quien resalta el aumento de abusos a menores en las redes sociales por el tema de la pandemia”. Ella ha dirigido, junto a Rufino J. Meana, el libro “Abuso y Sociedad Contemporánea”. En el que diversos catedráticos analizan la situación de abuso en diversos ámbitos como son la política y la corrupción, las autoridades, las instituciones y en la familia.
Centrándonos en los menores, la experta señala: “Socialmente está más aceptada la violencia física, respecto que la sexual. Hay datos del consejo de Europa que indican que uno de cada cinco niños sufre violencia sexual en todos los ámbitos, también en el familiar. Tenemos poca conciencia y formación sobre los tipos de violencia que hay sobre los niños y, por lo tanto, no las sabemos detectar ni identificar”.
Los ámbitos en los que se suelen dar más abusos es en primer lugar en la familia; le sigue la escuela, los centros de protección, las redes sociales y la comunidad (cuando están en la calle y dónde se desenvuelven). “Los menores son vulnerables en todos los ámbitos ya que la vulnerabilidad depende de la capacidad de los niños para reaccionar, denunciar las situaciones donde sufren violencia. En el ámbito familiar puede haber mucha vulnerabilidad por múltiples razones, pero esa vulnerabilidad tiene que ver con esa invisibilidad de la situación y con la capacidad que tienen de denunciar; unas posibilidades muy escasas”.
Uno de los capítulos del libro se centra en la familia y en su papel en el nacimiento y prevención de la victimización. La familia es el espacio social primordial para el cuidado y la protección de sus miembros, especialmente de los menores; sin embargo, este es uno de los lugares donde más frecuentemente ocurre el abuso y el maltrato.
El libro señala que “la práctica totalidad de las teorías en psicología evolutiva señalan que los niños y niñas aprenden a relacionarse socialmente a partir de sus relaciones con sus cuidadores”. Con lo que la doctora Ana Berástegui, del Instituto de la Familia de la Universidad Pontificia de Comillas, apunta “la necesidad la ofrecer una propuesta educativa a las familias tanto para las familias sin abusos como para las familias capaces de prevenir la vulnerabilidad hacia la victimización de sus hijos”.
Los niños que han sufrido abusos (del tipo que sean) son más propensos luego a replicar esa conducta. Así explica que “el abuso en la familia no solo tiene terribles consecuencias en el desarrollo y bienestar del niño por sí mismo, sino que se convierte en el impulsor de una cadena de abusos que se alimenta en sí misma”.
Además, “los niños que aprenden esquemas de abuso en la familia tendrán más probabilidad de ser víctimas de abusos. Esos niños mantienen una postura sumisa en hogares violentos y caóticos, mantienen una postura sumisa con sus padres; una postura que extienden al resto de sus relaciones, lo que les convierte en un blanco fácil de diversas formas de agresión”.
Como medidas para prevenir estas situaciones de abuso, la primera siempre será erradicar el maltrato intrafamiliar de forma temprana. Según esta experta, “el riesgo de que los niños sean víctimas de abusos o cometan ellos abusos puede ser provocado por situaciones familiares frecuentes de inseguridad afectiva en la familia y por estilos negativos de parentalidad”.
Estas son algunas estos estilos negativos de parentalidad:
-Coerción y castigo físico. La coerción está hecha de agresiones verbales, el sarcasmo, la ironía, la utilización de la fuerza y el castigo. Esto puede llevar tanto a que el menor cometa agresiones en el futuro como a recibirlas.
-Control psicológico. Se refiera a los intentos de los padres de restringir, invalidar o manipular los pensamientos y sentimientos del niño. Uno de los componentes del control psicológico es la retirada de afecto, o la amenaza de su retirada, frente a la disconformidad o la desobediencia del menor.
-Sobreprotección. Los padres sobreprotectores interfieren en el desarrollo de comportamientos autónomos, frenando la experiencia con los iguales e impidiendo el desarrollo de habilidades sociales y gestión de conflictos.
-Baja supervisión. Si los menores pasan mucho tiempo solos sin la supervisión de un adulto se reduce la protección y aumenta el riesgo. Así, por ejemplo, señala el libro que la falta de supervisión en Internet y el número de horas que pasan los menores navegando por la red son considerados factores de riesgo para el abuso sexual.
Tres líneas maestras para generar una parentalidad positiva que prevenga el acoso y los abusos
- Educar en la seguridad. “Fomentar desde los primeros años de infancia unas relaciones protectoras y suficientemente seguras”. De este modo, se reconocerán a sí mismos como algo valioso y digno de ser bien tratado; distinguirán el mal trato del buen trato; confiarán en la posibilidad de recibir ayuda y consuelo; considerarán el mundo como un sitio amable; y se sentirán capaces de defenderse.
- Educar a conciencia. “Es ser capaz de distinguir las emociones que despierta la crianza de las necesidades de los niños y de las respuestas que requiere cada situación. Es tener un canal de comunicación abierto hacia dónde, con quién y cómo están”.
- Generar cadenas de seguridad. La sociedad, si busca el erradicar los abusos a menores, tiene que ser capaz de “generar espacios sociales capaces de sostener a las familias y apoyarlas con seguridad, a conciencia e igualitariamente”.