La tentación del examen tipo test
Son fáciles de corregir y anteponen la objetividad de una plantilla a la valoración personal del profesor. Pueden medir enormes cantidades de conocimiento en bruto en menos de una hora. Los exámenes tipo test ahorran tiempo y problemas en la misma medida en que limitan la capacidad expresiva del alumno. Un reciente informe defiende a capa y espada una forma de evaluar que para otros viene a ser el reflejo escolar de una sociedad consumista y ultratecnológica.
¿Caligrafías ilegibles? ¿Fobia a la subjetividad? ¿Falta de tiempo? Aparca ya tus problemas de corrección; súbete al carro de los exámenes tipo test. Limpios, rápidos, asépticos. Una vacuna que inmuniza contra acusaciones sin fundamento, a destacar el clásico “me tiene manía”. Un formato de evaluación que habla por sí mismo, sin matices ni interpretaciones. Pruebas irrefutables. Tan frías como justas.
¿Test contra el caos?
Hace pocas semanas, un informe del think-tank conservador Centre for Policy Studies sugirió la vía del test para acabar con el caos que siempre rodea a las evaluaciones de diagnóstico realizadas en el Reino Unido. Su autor, Tom Burkard, hablaba de “precisión”, para él un concepto utópico en los difusos contornos de los exámenes a desarrollar. De optar por el tipo test, el Estado ahorraría tiempo y dinero, y permitiría la comparación de resultados entre diferentes cursos escolares sin temor a eventuales inflados de notas pergeñados desde arriba. ¿Todo ventajas? No para columnistas como Donald MacLeod, de The Guardian, quien ve en la capacidad de escritura del alumno a la gran perjudicada de una “tendencia general” hacia las casillas y las cruces.
El caso británico ilustra un dilema que asalta a todo aquel que se dedique a la docencia. Sin datos que lo refrenden, muchos perciben que la simplicidad del test va comiendo terreno al desarrollo de respuestas articuladas que requieren cierta habilidad de redacción. “Se abusa del tipo test”, comenta Mercedes Ruiz Paz, maestra y autora de Los límites de la Educación y La secta pedagógica (ambos en Grupo Unisón). No sólo porque son más fáciles de corregir, también por la “alarmante” irrupción del “mundo del consumo” en los dominios escolares. Un mundo que “impone mensajes muy cortos, poco sofisticados, como fogonazos”.
Aunque Isidro Cabello, catedrático de Lengua y Literatura en el IES “Blanxart” de Tarrasa (Barcelona), opina que el examen a desarrollar aún mantiene su hegemonía en la enseñanza obligatoria, sí advierte de los catastróficos efectos de un uso excesivo del tipo test. “Sería deformante, ya que la redacción de respuestas obliga a tener en cuenta otros factores como las contradicciones, la organización y exposición de ideas… que son muy formativos para la mente”.
Fechas, cifras, definiciones, hechos. Saber en bruto. Sin discurso, sin contexto. Una educación de autómatas para sociedades que glorifican la tecnología y la velocidad. Afirma Ruiz Paz que “el lenguaje conforma el pensamiento: cuando uno tiene un vocabulario limitado y se acostumbra a las construcciones sintácticas primarias, es difícil que desarrolle estructuras de pensamiento complejas”.
Mundo real
El informe de Burkard apuntaba otra virtud –con proyección de futuro en este caso– del modelo, como se conoce en inglés, multiple-choice: “Merece la pena resaltar que en el comercio y la industria (…), la utilización del tipo test es casi absoluta. En el mundo real (…), el examen a desarrollar es cada vez más irrelevante”. Una circunstancia que también valora Cabello a la hora de incorporar esta manera de examinar como opción pedagógica: “Resulta conveniente enseñar a los alumnos a hacer tests, ya que probablemente se los van a encontrar en la universidad y en su vida laboral”.
Redacciones a lo sms
Ruiz Paz no puede estar más en desacuerdo con esta noción de escuela permeable a la coyuntura social. “Todo esto se enmarca en una corriente pedagógica, dominante en los últimos 20 ó 25 años, que pretende que la escuela se adapte al mundo en el que vive el alumno. ¿A qué nos lleva esto? A que al final el estudiante acabe escribiendo redacciones como escribe SMS. Yo pienso que las aulas deben ser lo contrario, un espacio para el pensamiento y el aprendizaje sosegado”.
Ni la escritora ni el catedrático niegan utilidad al tipo test, ante todo cuando toca medir ingentes cantidades de conocimiento en poco tiempo. O para “retener datos concretos y aprender a diferenciarlos de otros”, en palabras de Cabello. Pero siempre sin olvidar que el test complementa a la redacción y no al contrario.
PSICOLOGÍA PEDAGÓGICA Y EL ENFADO DE UNA DIPUTADA POPULAR
• Discrecionalidad y expresión. Los exámenes a desarrollar son especialmente apropiados cuando el grupo es pequeño y es posible realizar un seguimiento académico cercano del estudiante. Como dice el catedrático Cabello, la redacción “ofrece un cierto margen de discrecionalidad (que no arbitrariedad) a la hora de puntuar”, lo que permite que entren en juego ciertos aspectos de psicología pedagógica como, por ejemplo, “recompensar el esfuerzo o subir la moral de determinados alumnos”. Por descontado, es el formato a elegir siempre y cuando el profesor pretenda valorar los avances de sus alumnos en cuanto a habilidades de escritura. Según el Center for Teaching Excellence (CTE), también es importante que el profesor calibre su propia capacidad “como lector crítico y justo”, algo que muchos dan por descontado pero que no siempre se ajusta a la realidad.
• Objetividad y eficiencia. Hay que considerar el examen tipo test cuando el grupo a evaluar sea grande y se necesite obtener resultados fiables de la forma más eficiente posible. Asimismo, para el Center for Teaching Excellence, pueden ser una buena opción en caso de que la imparcialidad en la corrección se antoje esencial y haya que neutralizar influencias externas como el cansancio del corrector o la falta de anonimato de los examinados. Un caso claro lo encontramos en las famosas oposiciones. Hace no mucho, el Partido Popular de Extremadura criticó duramente la decisión de la Junta de la Comunidad Autónoma de cambiar, unos pocos meses antes de la realización de las pruebas, los criterios de evaluación en los exámenes para el acceso a la función pública, pasando del tipo test a los temas a desarrollar. La portavoz del Partido Popular Cristina Teniente declaró entonces que el cambio favorecía “la subjetividad en la corrección y por tanto” facilitaba “la colocación de socialistas y amigos”.