Las fake news entran en el aula
Por Adrián Cordellat
Las fake news son trending topic, tema absoluto del momento, materia de calado para noticias, reportajes, entrevistas y libros. Por algo fue elegida palabra inglesa del año en 2017 por el Diccionario de Oxford. A las fake news se las sitúan tras la elección de Donald Trump como presidente de Estados Unidos. Y se sabe que a través de noticias falsas se ha intentado influir en la situación de Cataluña y en la campaña del brexit británico, por poner solo dos ejemplos.
El potencial de viralidad e influencia de las noticias falsas es tal que Emmanuel Macron, presidente de Francia, anunció a principios de año que presentará un proyecto de Ley para luchar contra las fake news. La primera ministra británica, Theresa May, anunció por su parte la creación de una agencia de seguridad nacional para combatir la desinformación provocada por éstas. En España, por su parte, según datos del Edelman Trust Barometer 2018, el 77% de los ciudadanos se muestran preocupados por los efectos de las fake news.
“Las fake news no son un invento de la era digital, la manipulación de la información ha sido utilizada desde la antigüedad. Lo preocupante de esta época es que el mundo digital potencia y acelera sus efectos”, reflexiona Salva Rodríguez Ojaos, pedagogo, asesor en innovación educativa y autor de La educación que deja huellas y no cicatrices (Ediciones DeFábula). Una aceleración en la que tienen mucho que ver las redes sociales por su capacidad de viralizar contenidos, pero también de generar lo que Sergio Andrés Cabello, profesor de Sociología de la Universidad de La Rioja y miembro del Comité de Sociología de la Educación de la Federación Española de Sociología (FES), denomina el “efecto espejo”: “accedemos solo a los contenidos que confirman nuestra visión de la realidad y en las redes sociales nos relacionamos generalmente con gente que piensa como nosotros, lo que hace que confiemos más en esas fuentes sin apenas contrastar o cuestionarnos la información”.
Escasa alfabetización mediática
El citado barómetro Edelman Trust deja entre sus resultados dos datos especialmente preocupantes. El 63% de los participantes en el estudio reconoce abiertamente que no saben distinguir el buen periodismo de los rumores o falsedades; en igual porcentaje, los encuestados opinan que el ciudadano español medio no está preparado para discernir entre una noticia real y una falsa. En este contexto, ¿puede jugar la escuela un papel decisivo para que las generaciones del futuro den la vuelta a esas estadísticas?
“Las fake news no son un invento de la era digital, la manipulación de la información ha sido utilizada desde la antigüedad. Lo preocupante de esta época es que el mundo digital potencia y acelera sus efectos”
“Tengo la impresión de que cada vez que aparece un problema social enseguida pensamos que la solución está en la escuela. Sin duda, la escuela debe jugar un papel esencial en este sentido. No obstante, la escuela podría solucionar el problema para los menores, pero no para el resto de los ciudadanos”, responde Rafael Feito Alonso, catedrático de Sociología en la Facultad de Ciencias Políticas de la Universidad Complutense de Madrid, que lamenta que el sobrecargado currículo educativo español no haya dejado cabida tradicionalmente a aspectos que se salgan de él, como pueden ser las fake news y, más concretamente, el análisis de prensa y de los medios de comunicación: “nuestro currículo no permite que el cerebro se relaje y se haga el tipo de preguntas que podrían cuestionar las falsas noticias”.
Su opinión la comparte Carlos Maciá-Barber, profesor de Periodismo en la Universidad Carlos III de Madrid e investigador de ética en los medios, que considera que “nunca” se ha formado “de modo adecuado” a la infancia y la juventud para saber “qué es un medio de comunicación, cómo funciona, qué intereses hay en la empresa informativa o cómo se decodifican las diferentes clases de mensajes periodísticos”. Un mal que considera “endémico” y cuyo resultado, afirma, es la ausencia de “alfabetización mediática” de la ciudadanía.
Aprender a gestionar la información
Afirma Salva Rodríguez Ojaos que uno de los grandes retos de la escuela en el siglo XXI es enseñar a los alumnos y alumnas “a procesar y gestionar la gran cantidad de información” a la que se enfrentan a diario, un cambio de perspectiva que implica también un cambio en la función que tradicionalmente se ha atribuido a la escuela: “durante mucho tiempo la función de la escuela fue exclusivamente la de transmitir información. En la actualidad necesitamos que nuestros alumnos y alumnas aprendan a gestionarla”.
Un cambio que, según Carlos Maciá-Barber, entronca con el mandato constitucional de especial protección de la infancia y la juventud, también presente en la relación de niños y jóvenes con los medios por su mayor indefensión ante la amenaza que suponen las fake news. En ese sentido, para el docente universitario, si no protegemos a los menores ante la mentira, “éstos vivirán en la ignorancia y serán manipulados con facilidad”, de forma que “todos tenemos la obligación de contribuir a formar conciencias críticas ante cualquier información, proceda de donde proceda. Y las aulas son su entorno habitual”.
«Nunca se ha formado de modo adecuado a la infancia y la juventud para saber qué es un medio de comunicación, cómo funciona, qué intereses hay en la empresa informativa o cómo se decodifican las diferentes clases de mensajes periodísticos”
No en vano, como anuncia el propio Maciá-Barber, desde la Federación de Asociaciones de Periodistas de España (FAPE), con el apoyo de la Asociación de Universidades con Titulaciones en Información y Comunicación (ATIC), se está promoviendo una iniciativa que busca incluir como materia obligatoria en Secundaria este tipo de formación en el pacto educativo de Estado que actualmente se encuentra en fase de negociación. “Ojalá se materialice. Sería la primera piedra para que nuestros hijos y nietos estén mejor informados y sean mucho más libres que sus padres y sus abuelos”, afirma el investigador, que de esta forma señala también a las familias como base para educar ciudadanos críticos: “¿Están preparados padres y abuelos para ayudarles en esa tarea? No. Por eso, deberían arbitrarse talleres –en los propios centros educativos, por ejemplo-, para educarles de un modo similar. De lo contrario, la semilla que se plante y se cuide en la escuela acabará por marchitarse”.
Cómo y cuándo abordar las fake news en la escuela
En la actualidad el abordaje de las noticias y la reflexión sobre éstas en el aula parte más de iniciativas particulares de profesores o centros. En ese sentido, Rafael Feito Alonso pone el ejemplo de dos colegios públicos madrileños, La Navata (Galapagar) y El Trabenco (Leganés), en los que “los niños han de presentar a su clase, tanto al profesor como al resto de sus compañeros, noticias que mayoritariamente proceden de la prensa y que han de comentar conjuntamente”. Una práctica que se lleva a cabo con alumnos de segundo de primaria y que el profesor de la Universidad Complutense de Madrid entiende que debería ponerse en marcha desde “que el alumnado se desenvuelva con cierta solvencia en la lectura”.
Esta opinión la comparten el resto de expertos consultados. En ese sentido, Sergio Andrés Cabello matiza que el abordaje concreto de las fake news es “más determinante” en el caso de los estudiantes de Secundaria, ya que a estas edades “se generaliza la familiarización con las redes sociales”. No obstante, insiste en la necesidad de utilizar “herramientas y mecanismos adaptados a cada edad” para abordar la temática e integrarla en el currículo de manera transversal, “de forma que afecte al conjunto de la formación” y también incida en la “propia formación del profesorado”, cuya labor, según Feito Alonso, se torna “absolutamente indispensable” en este nuevo contexto.
¿Y cómo abordar el tema en el aula? Para Carlos Maciá-Barber “enseñar a hacer es el mejor camino”, por lo que anima a los profesores a valerse de casos de actualidad para llevar las fake news al ámbito escolar: “por desgracia sobran casos reales que muestran cómo la noticia falsa campea a sus anchas y las funestas consecuencias que provoca. Esos ejemplos cotidianos, que entran fácilmente por los ojos, pueden comprenderse. Y es muy ilustrativo trabajar ejemplos concretos: detectar los errores, contrastar la información y descubrir la verdad. Eso convence al niño de la utilidad de esa acción y crea un hábito en él”.
«Todos tenemos la obligación de contribuir a formar conciencias críticas ante cualquier información, proceda de donde proceda»
Actividades todas ellas que según Salva Rodríguez deben ir encaminadas a potenciar el espíritu crítico de los alumnos, a hacerles ver la importancia de cuestionarse la información que recibimos: “es necesario emplear metodologías que no tengan a los alumnos y alumnas como sujetos pasivos del aprendizaje, sino como creadores responsables de su conocimiento. De esta forma aprenderán a no aceptar nada sin contrastarlo, sin cuestionárselo, a dejar de lado los prejuicios y a basar sus opiniones en datos sólidos”.
Como concluye Maciá-Barber parafraseando uno de los eslóganes más emblemáticos del periodismo norteamericano, la idea es inculcar la desconfianza que se presupone a todo buen periodista en los ciudadanos del mañana: “Si tu madre te dice que te quiere, compruébalo”.
Italia y Suecia ya luchan contra las fake news desde el aula
El pasado 31 de octubre entró en vigor en 8.000 escuelas secundarias de Italia la iniciativa Basta Bufale, encabezada por el Ministerio de Educación y la presidenta de la cámara baja del parlamento italiano, Laura Boldrini. “Las noticias falsas son gotas de veneno en nuestra dieta web diaria y terminamos infectados sin siquiera darnos cuenta. Lo correcto es darles a los niños la posibilidad de defenderse de las mentiras», afirmaba la política en declaraciones a The New York Times. La iniciativa, llevada a cabo en cooperación con compañías digitales líderes como Facebook o Google, fuentes informativas para muchos jóvenes italianos, busca preparar a los adolescentes para discernir la realidad de las noticias falsas a través de una serie de mandamientos que bien podrían formar parte de un manual de estilo periodístico: no compartir noticias sin contrastar, hacer uso de Internet para verificarlas o buscar siempre las fuentes y las pruebas de la información.
Suecia, por su parte, aplicará cambios en el currículo educativo a mediados de este año. Unos cambios en los que el desarrollo de un pensamiento crítico ocupará un lugar destacado. Así lo confirmaba el ministro de Educación Gustav Fridolin en declaraciones al periódico sueco The Local. «Ha habido cierta ingenuidad al hablar de la sociedad de la información porque se ha generalizado la idea de que todo el conocimiento está a solo un clic de distancia y que no necesitamos saber todo lo que necesitábamos antes cuando es exactamente todo lo contrario: necesitamos conocimientos básicos de lectura, escritura y aritmética básica para que no puedan engañarnos», explicaba.
«Las noticias falsas son gotas de veneno en nuestra dieta web diaria y terminamos infectados sin siquiera darnos cuenta. Lo correcto es darles a los niños la posibilidad de defenderse de las mentiras»
Para Sergio Andrés Cabello se trata de dos iniciativas “muy interesantes y necesarias” enfocadas desde el punto de vista de la función de la escuela y la educación “en la formación de ciudadanos críticos, de personas que sepan buscar y acceder a las fuentes de información, que sean capaces de cuestionar y contrastar las mismas, de ver las diferentes visiones de un fenómeno”. No obstante, matiza que este tipo de medidas, para tener verdadero éxito, deberían encajarse “dentro de un proceso más global de formación de ciudadanos críticos”.
Una percepción que comparte Carlos Maciá-Barber (“La educación es la esencia para resolver todos los males que asolan el mundo y para solventar toda clase de problemas”), que también insiste en la necesidad de acompañar estos proyectos educativos “de otras medidas políticas y sociales de control y coerción que coadyuven a remediar la lacra de las noticias falsas”. Al respecto, por último, apunta a que el problema es que por lo general no existe apoyo, ni medios materiales, ni presupuesto para desarrollar esas otras medidas: “Algunas iniciativas de asociaciones de periodistas o de ciertos medios tratan de acercar la prensa a la escuela. Eso está muy bien, pero apenas cubren los canales en los que se vierte con mayor facilidad la mentira: los medios audiovisuales y las redes sociales. Sin un decidido apoyo de las principales instituciones políticas y educativas es tarea heroica lograrlo. Pero hay que empeñarse, cueste lo que cueste”.