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Los hijos del paro

padresycolegios.comSábado, 1 de enero de 2022
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En la España camino de los cuatro millones de parados, los niños no se quedan al margen. El desempleo de los padres puede provocar situaciones de tensión en el hogar que agravan los problemas económicos de la familia y pueden influir muy negativamente en los hijos. Pero la crisis también tiene su parte buena. Así deben los padres actuar con los “hijos del paro”.

El pasado mes de octubre, cuando la cifra de parados en España no llegaba a los 2,9 millones, la presidenta de la Confederación Española de Centros de Enseñanza, Isabel Bazo, daba la primera señal de alarma: “La crisis económica ya está provocando que muchos niños lleven tarteras al colegio, porque sus familias no pueden pagar el servicio de comedor, y muchos padres pueden verse abocados a cambiar a sus hijos de un centro concertado o privado a uno público”. La noticia fue recogida por los medios desde el anecdótico titular de “Las tarteras vuelven al colegio”.

Casi medio año después, el número de desempleados está en vías de alcanzar los cuatro millones, más de 800.000 familias tienen a los dos cónyuges en paro y cada vez son más los padres que ven con preocupación cómo la crisis afecta a sus hijos. En efecto, una generación de españoles va a crecer bajo el signo de las dificultades económicas y, según vivan sus padres esta situación, los niños de hoy pueden verse mañana afectados de manera significativa. Son los hijos del paro.

Problemas frecuentes
Según los expertos, cuando una persona pierde su empleo pueden sobrevenirle problemas de carácter emocional y físico que agravan la carestía económica: ansiedad, falta de concentración, sueño irregular, problemas de memoria, cambios de humor, fatiga, dolores físicos, alejamiento del entorno, tendencia a la depresión, discusiones familiares, falta de autoestima… Y todo esto afecta, de un modo u otro, a los más pequeños. Para enfrentarse a una situación de desempleo sin que los hijos lo vivan de forma traumática, el psicólogo Jesús Ramírez recuerda que “en primer lugar, es importante la edad de los niños, porque no lo viven igual a los seis que a los dieciséis. Un niño pequeño no entiende que sus padres estén o no en el paro, por lo que el problema puede venir cuando los padres discuten o plantean el desempleo como un drama y lo magnifican delante de sus hijos.

Cuando los niños ya pasan a ser adolescentes, la cosa cambia, entre otras cosas porque repercute en ellos de manera directa, al no percibir dinero de sus padres o ver mermadas sus posibilidades económicas. Con niños pequeños, lo ideal sería que los padres dejaran a los hijos al margen y trataran de afrontar el problema sin involucrarlos. En el segundo caso, sí es conveniente que los hijos adolescentes sean partícipes de lo que ocurre y colaboren en la medida de sus posibilidades, que pasarán por adaptarse a la nueva situación. En ambos casos, es absurdo vivirlo como un drama porque no va a conducir a nada positivo”.

Marcado por sus amigos
En principio, los padres conocen bien la teoría, pero cuando las nóminas dejan de llegar a casa, el riesgo de perder la compostura es elevado. José es padre de familia, tiene cuatro hijos y está en paro desde hace varios meses: “Mi mujer y yo intentamos superar la situación como podemos, pero mis hijos no sé si entienden lo que pasa en casa. Dos de ellos son adolescentes y como a sus amigos no les afecta la crisis, no quiero que se avergüencen de nosotros ni que se sientan diferentes al resto”. Su caso no es excepcional. En la edad de las comparaciones con los amigos y del desapego hacia los padres, muchos progenitores no saben cómo exponer a sus hijos el problema de la crisis. Jesús Ramírez pone el dedo en la llaga del sentido común: lo mejor para que lo entiendan es explicárselo sin rodeos. “Conviene hacerles partícipe del problema de forma natural. Los adolescentes están más sensibilizados y son más comprensivos de lo que solemos creer”, explica el psicólogo infantil.

Pero no todo son dificultades de carácter emocional. La falta de recursos puede plantear escenarios complejos.

Un buen catalizador de estos problemas es la escuela: cada vez más colegios se encuentran con padres que no pueden pagar la mensualidad, otros que suprimen el servicio de comedor, niños que no pueden ir a las actividades extraescolares… Eso supone que, mientras sus compañeros van al comedor, el niño se lleva una tartera; deja de jugar al fútbol con sus amigos; o incluso tiene que cambiar de centro. Esto puede llevar al niño a sentirse marginado frente a sus compañeros… o a vivirlo con naturalidad. Todo depende de cómo lo vivan los padres: “Respecto a las tarteras, esto no sólo no está mal visto por sus compañeros, sino que suelen generar envidia porque la comida preparada en casa les parece más rica que la del colegio. Además, al estar los padres en paro, es más fácil que puedan comer en el propio domicilio, lo cual es muy positivo. En cuanto a las actividades extraescolares, hay mil estrategias para que los niños no las abandonen, puesto que en los centros culturales y en los clubs de barrio suelen ser de carácter gratuito o tener un precio más bien simbólico. En cualquier caso, si se plantea desde el punto de vista de que es bueno para el niño el cambiar de equipo deportivo o cultural (danza, teatro, idiomas, etc.), el pequeño lo aceptará con más facilidad”, dice Jesús Ramírez.

La cara buena de la crisis
Pero, ojo, no todo son perjuicios en el tema de la crisis. Incluso a pesar de los problemas económicos que pueden recortar las comodidades y beneficios materiales que disfrutan los hijos. ¿El motivo? Los padres desempleados pueden aprovechar para disfrutar de sus hijos y desempeñar actividades que antes no podían hacer porque se lo impedía su trabajo. Quizás muchos padres puedan ir, de nuevo, a recoger a los niños a la salida del centro educativo, acudir a las reuniones con los profesores, preparar la comida en casa en lugar de contratar el comedor, ayudar a los hijos con los deberes, estar en casa por la tarde cuando llegan, implicarse en su educación, jugar con ellos…

Además de los beneficios lógicos que supone pasar más tiempo juntos en familia, y como señala el psicólogo infantil, tener que apretarse el cinturón puede ser un buen momento para enseñar a los hijos valores como el ahorro, la austeridad, la generosidad o el compromiso familiar. “Siempre es un buen momento para hacerlo –añade Jesús Ramírez–. No es preciso que se viva una situación de crisis para inculcar este tipo de valores; de hecho, si se ha hecho con anterioridad a la situación de desempleo, los niños van a estar mucho mejor preparados para afrontarlo. Naturalmente, la crisis también puede tener su parte positiva”.

A aquellos matrimonios que se plantean la separación o el divorcio por las tensiones derivadas de la situación de falta de empleo, el psicólogo les lanza una llamada a la reflexión: “Es un tema muy delicado, porque si se ha generado un problema de autoestima o depresivo, las reacciones van a ser, casi de manera segura, bastante agresivas, o por el contrario, de venirse abajo aún más, por lo que la solución hay que buscarla desde el bienestar de los hijos, más que culpabilizando a la pareja”. Ya se sabe: la familia que atravie
sa una crisis unida…

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