Los palotes, cuanto antes
¿A qué edad es mejor enseñar a leer? Tanto las opiniones
de los expertos como, por su influencia, las costumbres
han cambiado mucho en este punto. Hoy se
tiende, por lo general, a retrasar la edad del aprender a
leer. ¿Pero es bueno eso?
Autor: RAFAEL GÓMEZ PÉREZ
El hispano-romano (de Calahorra) Quintiliano, del siglo I, gran orador y excelente pedagogo, ya protestaba contra la moda, que se iba imponiendo, de retrasar el momento de iniciar a los niños en la lectura. Él pensaba que debía hacerse cuanto antes, a partir de los cuatro años.
En España podemos ya comparar los resultados entre las generaciones que aprendieron a leer antes de los seis años y las que lo hicieron a esa edad o incluso después. Las primeras son más rápidas en la lectura y más hábiles en la escritura. La tan comentada –y tan cierta– ignorancia léxica y ortográfica de las nuevas promociones que llegan a la universidad se debe, entre otras causas (como la ausencia del hábito de lectura, la excesiva dedicación a ver imágenes, etc.) a un muy tardío aprendizaje de la lengua escrita.
JUGANDO A LAS LETRAS
Si se permite un recuerdo personal, aprendí a leer –según me contó mi madre– a los cuatro años y siete meses (las madres recuerdan estas cosas con precisión). Mi padre era carpintero y a mi madre se le ocurrió la idea de que hiciera unos taquitos, coloreados, cada uno con distintas letras pintadas, para que se pudieran dar muchas combinaciones. Y así empezó el juego de las letras con el que, casi sin darme cuenta, aprendí a leer. Es mucho mejor aprender como en un juego que por obligación. Por eso hay que aprovechar, cuanto antes, las posibilidades en el niño de aprender y de jugar a la vez. Eso, que se hace en otros terrenos, es muy importante que se haga también en el aprendizaje de la lectura y la escritura.
Es probable que en el colegio no se pueda cambiar la norma general de retrasar la edad de aprender a leer, pero en ningún sitio está escrito que todo lo que se aprende se aprenda en el colegio. A esas edades, es mucho más importante la familia (como, en realidad, lo es a cualquier edad). En casa, el niño o la niña pueden ir adelantándose, porque una cosa es clara: cuando se sabe algo más de algo se sabe algo más de todo lo demás. El conocimiento está hecho de vasos comunicantes.
ESCRIBIR BIEN
A una edad más tardía, pero tampoco mucho, se aprende a escribir. Es un salto más y un salto de calidad. Hay mucha gente capaz de leer, incluso bien y con rapidez y, en cambio, incapaces de escribir. Son los analfabetos de la escritura. Eso se debe, en gran parte, a que no aprendieron bien a escribir. Aprender bien a escribir es la condición necesaria y suficiente para escribir bien. No se trata de que todos seamos literatos, pero si hay, por ejemplo, que escribir una carta, no basta con que no haya faltas de ortografía (que ya es bastante); escribir bien lleva a saber decir, con naturalidad y con belleza, es decir, sin tópicos y sin cursilería, lo que se lleva en el alma.
No es tiempo perdido el que se emplea en el esmero en escribir los palotes. No es indiferente tener una buena o una mala letra. Es un poco tonto presumir de tener mala letra. Tener un bien, en cualquier ámbito, es una ventaja siempre; a veces una ventaja competitiva.
Hablar bien y escribir bien son los mejores modos para hacerse entender, algo esencial en cualquier relación humana. Una buena letra predispone a favor de quien la escribe. Me comentaba un amigo, que lleva ya treinta años de profesor en la facultad de derecho, que al corregir exámenes tenía que hacer serios esfuerzos para no estar mal predispuesto hacia quienes escribían tan mal que había que emplear el doble de tiempo en descifrar lo que ponían.
Ortografía quiere decir escritura adecuada, correcta. Caligrafía, a su vez, quiere decir, escritura bella, hermosa, atractiva. Son todo valores: una escritura correcta y bella es un bien que todos pueden apreciar. La persona gana con él, es algo que le acompaña durante toda la vida y que no pasa de moda.
EL BIEN DEL LIBRO
Es muy buena cosa que en el entorno del niño o de la niña, desde los seis meses o poco más, haya libros. En el mercado hay una gran variedad, para todas las etapas, de los más diversos materiales (hasta para tener en la pequeña bañera), con luces, con canciones, con pegatinas… Más tarde, libros con buenas y grandes ilustraciones… Después, libros en los que lo esencial es ya la historia que se cuenta… hasta llegar al gran descubrimiento de apreciar el libro en sí, como una de las grandes invenciones de la humanidad.
Pero para llegar a eso, los niños y niñas han de ver cómo, a su alrededor, los adultos leen, aprecian y cuidan los libros. Antiguamente se enseñaba que cuando, por ejemplo, nos sobraba pan de un bocadillo, no se tiraba al suelo. Algo semejante habría que enseñar sobre los libros: no se destrozan, no se pintarrajean… El libro se merece un respeto. No en vano, Biblia significa el libro de los libros. Las grandes religiones contienen sus enseñanzas y sus verdades en libros y esos libros han sido esenciales en la historia de la humanidad. Pero algo semejante se puede decir de libros como La República, de Platón, la Ética a Nicómaco, de Aristóteles, o El Quijote, La Divina Comedia, las obras de Shakespeare, el Fausto…
No defraudemos a los niños: cuanto antes, hay que enseñarles a leer y a escribir bien. Es parte de la herencia de la humanidad.