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Mar Romera: “Los niños no pueden ser la respuesta a nuestros miedos, no tiene sentido sobreprotegerlos”

padresycolegios.comSábado, 1 de enero de 2022
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La maestra y pedagoga reflexiona acerca de la escuela que necesita la infancia de hoy en ‘La escuela que quiero’, su último libro.

 

Por Diana Oliver

 

Mar Romera es maestra y pedagoga, especialista en inteligencia emocional y autora de varios libros relacionados con la Educación. El último, ‘La escuela que quiero’ (Ediciones Destino, 2019), una guía para que familias y maestros reflexionen acerca de la escuela que quieren construir para sus hijos y para sus alumnos. Una escuela que, según Romera, debe ser ante todo coherente y respetuosa con la infancia, evitando caer en la sobreprotección y en la destrucción de la diversidad.

 

Adviertes al inicio del libro que “es un libro para hacerte preguntas, y no para encontrar respuestas. ¿Estamos muy acostumbrados a necesitar que nos den todo muy masticado? No sé si precisamente en eso falla la escuela.

Creo que el mensaje es doble. Por una parte, estamos acostumbrados a buscar respuestas –como buenos consumidores que somos– que respondan a nuestras necesidades. Por otra, la escuela también entrena para aprender a responder. Sin embargo, la escuela del siglo XXI, en un mundo en el que todo cambia tan deprisa, debería entrenar para aprender a preguntar y no a responder. Cuando yo reflexiono, hago que sea mi propia toma de decisiones la que me lleve a obtener la respuesta que necesito.

 

¿Debemos asumir el riesgo de que la escuela “se equivoque”?

Necesitamos riesgo porque sin riesgo, no hay juego. Y sin juego, no hay aprendizaje. Son inseparables. La escuela se puede equivocar, y debemos dejar que se equivoque para avanzar. Pero, ¡ojo!, no se puede equivocar en lo que supone la dignidad de un niño. Ocurre que la escuela quiere asegurar con estándares y resultados lo que es imposible asegurar cuando hablamos de algo tan complejo como es el ser humano. El niño necesita arriesgar, tocar, experimentar, para poder evolucionar.

 

¿Hasta qué punto es importante el juego en la infancia?

El juego es la forma de aprender de un niño. En las primeras edades supone un proceso de simbolización, su manera de acercarse a la vida, de acceder al lenguaje, de entrenar los procesos de emoción y de imaginación que le llevan a diferenciarse de los mamíferos superiores. Pero debemos saber que el juego es lento, calmado, que no podemos jugar de forma programada, cerrando los espacios y los tiempos de juego. Necesitamos darle permiso, desde una pedagogía de la confianza y desde el respeto, para acceder al mundo.

 

la escuela que quieroCrees que para hacer del mundo un lugar mejor se debe cambiar el currículum, “abandonando el modelo de estándares y la búsqueda homogénea de resultados en personas que son diferentes”. ¿Las escuelas matan la diversidad?

Creo que no sólo acaban con la diversidad sino que también lapidan las necesidades de la infancia. La escuela no atiende a la diversidad, no nos deja llegar hasta donde podemos llegar, no permite el pensamiento creativo, crítico. Y al mismo tiempo no atiende las necesidades de cada niño escudándose en etiquetas como “necesidades especiales”.

 

“El mundo actual necesita una escuela del ser, mucho más que una escuela del saber o del tener”. Qué complicado es cambiar esto en una sociedad neoliberal como la occidental…

No es fácil porque todo depende del crecimiento personal y de la evolución del ser humano. En el siglo XXI no seríamos capaces de aprender toda la información que hay en la actualidad porque es conocimiento es tanto, que es imposible. La escuela debe ocuparse muchísimo más del “ser”, de enseñar desde la cabeza del que aprende, desde la diversidad que cada persona encuentre la mejor versión de sí mismos. La escuela debe ayudarnos a encontrar la mejor versión de cada uno, que será muy distinta en función de cada cual.

 

En el libro cuentas una anécdota en una escuela de Finlandia en la que los niños se tenían total autonomía y lo mucho que te sorprendió que en un momento dado un grupo se levantara a comer. ¿Les decimos cuando tienen que hacer todo? ¿Cómo se conquista la autonomía en un espacio y entorno tan planificado como el nuestro?

Hay que tener mucho sentido común. No podemos pensar que dejar que hagan lo que quieran cuando quieran, de forma caprichosa y sin límites, es una conquista de la autonomía. Pero permitir tomar decisiones no está reñido con una situación de respeto a los ritmos y de ir enseñando el camino hacia una la responsabilidad.

Por ejemplo, si yo te estoy contando un cuento y de repente tú te levantas y te vas, no hay nada de responsabilidad o de autonomía detrás de esa acción. Hay que combinar el sentido común, la coherencia y la moralidad por nuestra parte con el desarrollo autónomo de los niños. Los niños no pueden ser la respuesta a nuestros miedos, no tiene sentido sobreprotegerlos. Hay que permitirles que vayan construyendo su propia vida.

 

¿Cómo encaja la tecnología en la pedagogía que necesita el siglo XXI?

Hay que utilizarlas desde el respeto y desde la autonomía moral. Es muy complicado, y creo que es una de las grandes dificultades con las que nos encontramos en la actualidad; sobre todo con adolescentes.

Cuando encontramos a un niño pegado a una pantalla es porque previamente somos nosotros quienes le hemos situado ahí. Los niños y las niñas no deberían tener este tipo de dispositivos de consumo individual (móviles, tabletas, ordenador) por lo menos hasta mínimo los 8 o 9 años. Y después, debería ser un recurso muy controlado en el tiempo porque estamos construyendo hábitos de consumo que activan circuitos de recompensa inmediata que produce situaciones muy complicadas de adicción.

Los adultos tampoco sabemos muy bien aún cómo integrar la tecnología en la educación y en la vida. Hoy la tecnología es para un adolescente su memoria externa, por lo que a partir de este planteamiento necesitamos aprender a integrar una Educación autónoma, responsable y limitada en torno a las tecnologías.

 

Por último, ¿crees que podemos construir la nueva escuela que necesitamos?

Yo creo que la buena escuela se construye cada día con buenas personas. Son mucho más importantes las personas que los recursos o que las innovaciones pedagógicas –que a veces son muy demagógicas–. Hay que invertir en el profesorado, en la formación inicial y permanente, en la política de los recursos humanos, en la dignidad económica y laboral del propio profesorado.

Tenemos que trabajar muchísimo porque para los niños y las niñas somos sus referentes adultos, y por eso deben estar muy bien protegidos por personas que realmente estén preparadas para acompañarles.

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