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“Mis padres me educaron desde la óptica de la responsabilidad”

padresycolegios.comSábado, 1 de enero de 2022
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El hombre siempre se ha hecho preguntas. Está en su esencia cuestionarse lo que le rodea. ¿De dónde venimos? ¿Qué hacemos en este mundo? ¿Cuál es el propósito del ser humano? ¿Cuánto va a subir el euribor este mes?

La búsqueda de estas respuestas es, precisamente, lo que le confiere a los seres humanos la segunda parte de la ecuación, la que se refiere a humanidad. Responder a esas preguntas ocupa una vida entera, acaso varias. De hecho, probablemente, nadie es capaz de obtener las claves definitivas, aunque ya conocemos aquellos versos de Kavafis:
Cuando emprendas tu viaje hacia Ítaca / debes rogar que el viaje sea largo, / lleno de peripecias, lleno de experiencias (…)
Conserva siempre en tu alma la idea de Ítaca: / llegar allí, he aquí tu destino. / Mas no hagas con prisas tu camino; / mejor será que dure muchos años, / y que llegues, ya viejo, a la pequeña isla, / rico de cuanto habrás ganado en el camino.

Con esa premisa hablamos hoy con Javier Sierra, el tipo que más libros vende en nuestro país. Un escritor que, antes de nada, se propone responder preguntas con cada novela que publica. Por eso, cuando uno se planta ante él y charla sobre literatura, cultura, filosofía o paternidad, cuestiones todas ellas que en este país noventayochista suelen acabar con un ‘qué se le va a hacer’, descubre una inusitada ilusión y una capacidad de asombro maravillosa:

P. Javier, ¿cómo es salir a la calle y ver la portada de tu libro en la marquesina de un autobús?
R. Es muy impresionante, porque piensa que esos espacios, tradicionalmente se reservan a otro tipo de servicios, y que el mundo del libro en general nunca había tenido acceso a esas exposiciones. Así que verlo ahí significa mucho, no solo para mí como autor, sino también para el mundo de la cultura. Significa que estamos conquistando un espacio público de gran repercusión y, que las obras literarias, que siempre tenían reservado lugares mucho menores, al final han conquistado ese sitio.
P. ¿Esto de de estar en el Top Ten de los que más venden, por encima de gente como Eduardo Mendoza o Ken Follet, es un orgullo añadido al hecho de escribir un libro?
R. Bueno yo, lo vivo desde la óptica de la responsabilidad. A mi me educaron mis padres en ese concepto: cuanto uno más tiene o llega a más gente, más responsabilidad tiene con lo que dice y con lo que hace. Lo que espero es estar a la altura de las circunstancias.
P. ¿A qué pregunta quieres responder con tus novelas?
R. Siempre pretendo que el lector descubra que existe todo un universo simbólico a su alrededor que a veces no sabemos interpretar, que no nos han enseñado desde niños: cómo leer las fachadas de las catedrales, o cómo acercarse a una obra de arte. Ponerse delante de un cuadro, estudiar su pintor, la época que pertenecía y los tintes o las mezclas que se emplearon en su confección. Yo pretendo invitar a preguntarse para qué fue pintada esa obra, o porqué fue construido tal templo y que veamos en ese universo simbólico las razones profundas las obras.
P. ¿Estamos perdiendo esa dosis de espiritualidad tan necesaria para darnos cuenta de lo trascendente?
R. La tenemos adormecida hasta que llegan situaciones importantes en nuestra vida y nos hacen recuperar las grandes preguntas. Aunque si es cierto que nuestra sociedad se ha vuelto muy materialista. No solamente en el sentido de que nos importe mucho llegar a fin de mes, algo que ha importado en todas las épocas históricas. Es materialista en su manera de entender la vida. Hay grandes temas que son tabú…
P. ¿En todos los ámbitos?
R. En todos, incluso en la educación. Y uno de los grandes temas tabú de nuestros días, quizá el mayor es precisamente el del final de la vida, el de la muerte. Vivimos como si nunca nos fuera a llegar ni la enfermedad, ni nos fuéramos a asomar nunca al fin.
P. Y eso condiciona nuestra existencia…
R. Por supuesto. Mucho. Al quitar ese elemento de nuestra vida nos hemos deshumanizado. Es, quizás, ese mirar a otro lado lo que nos hace no atender a nuestros ancianos como se debe. Incluso no atender a los niños como se debe, porque nos interesa el presente, el ahora, y los niños muchas veces son vistos como una carga que nos aleja de lo que tenemos que hacer de inmediato. Le damos importancia a lo urgente y no a lo importante.
P. ¿Qué haces para recuperar estas pequeñas dosis de espiritualidad?
R. Pues mira, lo mismo que hago como autor y, es básicamente no perder bajo ninguna circunstancia los ojos de niño, sorprenderme con todo, volver una y otra vez a los sitios, incluso a los sitios de la vida cotidiana y tratando de descubrir siempre algo nuevo, algo emocionante. Creo que eso es vital para poder disfrutar de la vida y luego hacerte preguntas sobre cuestiones elementales. Ignoro si esto es muy común o no en los padres de hoy en día.
P. Además lo dices con una cierta experiencia…
R. Si. En el tiempo que ha trascurrido entre “La Cena Secreta” y “El Ángel Perdido” he tenido dos hijos, y en ese periodo he aprendido a maravillarme con el origen de la vida, y a preguntarme por lo misterioso que es ese momento. Hoy lo vemos como una cosa casi vulgar si me apuras, y no lo es, no lo es. Es el momento supremo en la vida de un ser humano.
P. Ante todo esto te planteas, te preguntas y te preocupas.
R. Bueno, todas esa cosas para mi merecen una segunda mirada, una mirada que debe hacerse no con los ojos cansados del que sabe mucho, sino, con los ojos nuevos del que quiere saberlo todo. Yo prefiero estar en esa trinchera siempre, antes de pasar a la trinchera de los sabios.
P. El propio Aristóteles decía que para ser filósofo lo primero que hay que hacer es ponerse la careta de niño, asombrarse e ilusionarse con las cosas.
R. Es vital y vamos suscribo 100 por 100 esa aptitud. Creo que es la única capaz de sacarnos de cualquier circunstancia, de cualquier catástrofe, de cualquier crisis, de cualquier revés en la vida: el poder verlo todo con esos ojos y sobre todo empezar cada jornada como si fuera la primera de tu vida.
P. Es raro encontrar este entusiasmo en el mundo de la cultura actual…
R. El derrotismo es tirar la toalla y en un mundo como el de la cultura es lo último que debemos hacer. Piensa que la cultura al fin es ilusión. Parte de la nada, y de la nada tienes que construir un castillo tan grande o tan pequeño como seas capaz de imaginarlo. Puestos a imaginar imaginemos a lo grande. Puestos a luchar por la cultura, luchemos por ella a lo grande.

Entusiasmo y curiosidad. ¿Hace falta decir algo más?

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