Ni maleducados ni vagos, hiperactivos
Dificultades de atención, de organización, para controlar los impulsos o para regular la actividad. Estos son algunos de
los síntomas del Transtorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH), que bien pueden confundirse con comportamientos
propios de niños más inquietos, de bajo rendimiento escolar, vagos o maleducados.
Autor: padresycolegios.com
A cualquier niño nervioso o simplemente un poco «trasto» se le tilda de
hiperactivo. Según María Jesús Mardomingo, jefa de la Sección de Psquiatría
Infantil del Hospital Gregorio Marañón, «el Trastorno de Déficit de Atención e
Hiperactividad (TDAH) está de moda porque ha aumentado la prevalencia de los
niños y jóvenes que lo sufren». Lo cual no quiere decir que sea un trastorno
nuevo: «los psiquiatras infantiles lo conocen desde hace un siglo».
Ahora
bien, las cifras se han disparado en los últimos años: «el TDAH no tiene
fronteras –afirma Preston J. Garrison, secretario general y consejero delegado
de la Federación Mundial para la Salud Mental– y afecta a entre un 3% y un 7% de
niños en todo el mundo». Centrándonos en España, se calcula que hay un 5% de
menores de 18 años que padecen el trastorno. ¿Por qué cada vez hay más niños
hiperactivos?
A pesar de tratarse de un trastorno genético (uno de cada
cuatro niños afectados tiene uno de los padres hiperactivo), el TDAH es sensible
al entorno, a las características del medio donde vive el niño. Por tanto, se ha
visto afectado por «factores sociales y culturales, por los cambios en los
valores de la mujer y, en general, por el modo de vida que llevamos. Las
características del mundo de hoy, sin duda, están influyendo en que aumente»,
afirma la Dra. María Jesús Mardomingo.
SOBREDIAGNÓSTICO
El TDAH afecta a la
capacidad del niño de regular su nivel de actividad (hiperactividad), inhibir o
frenar sus pensamientos o su comportamiento (impulsividad) y prestar atención a
las acciones que realizan (inatención). En Convivir con niños y adolescentes con
TDAH, de César Soutullo (Editorial Médica Panamericana), se define al niño
hiperactivo como aquel que «tiene gran dificultad o incapacidad para prestar
atención y concentrarse, presenta un nivel alto de actividad inadecuado para su
edad, se distrae muy fácilmente y es muy impulsivo».
Esta definición, unida a
la avalancha de información que últimamente se ha producido en torno al
trastorno, puede dar lugar a equivocaciones: «el sobrediagnóstico escolar y
familiar es muy frecuente y alto. La labor del médico es decir si ´sí´ o ´no´ y
dar un diagnóstico adecuado, lo que requiere de mucha valoración conductual. Hay
que ser muy prudente y en caso de niños límite y dudosos, hay que decir que no»,
asegura el dr. Alberto Fernández Jaén, jefe del Servicio de Neuropediatría del
Hospital de la Zarzuela de Madrid.
El tratamiento del TDAH incluye el uso de
medicación y apoyo psicosocial. Lógicamente, la psicoterapia conductual
–actuando a nivel familiar, social y escolar– no es objeto de ninguna
controversia. El problema está en los fármacos. Muchos padres son reticentes a
medicar a sus hijos. Según el dr. Fernández Jaén, «los fármacos no producen
dependencia. Cuando se dejan de tomar, pueden aparecer otra vez los síntomas. Es
lo mismo que ocurre con los hipertensos, lo que pasa es que con los hiperactivos
hay más prejuicios».
Sin embargo, no cabe duda que es imprescindible el rigor
médico: «si a un niño no hiperactivo se le diagnostica como hiperactivo, hay
diatrogenia [producción de efectos nocivos debidos a la actuación médica] y los
efectos adversos de los medicamentos caen sobre los niños», afirma la Dra.
Mardomingo. Por tanto, resulta fundamental el buen diagnóstico del especialista.