Niños de aprendizaje lento
Se eternizan haciendo problemas e intentando memorizar una lección y, al día siguiente, llegan desmoralizados del colegio porque lo tenían todo mal y eran incapaces de recordar la información que aprendieron. ¿Por qué hay niños que, siendo inteligentes, tardan tanto en aprender? ¿Cómo les ayudamos a seguir el ritmo de sus compañeros de clase?
Cuando un niño suspende dos o tres asignaturas, los padres piensan que sus hijos tienen dificultades con las materias o no logran conectar con los profesores. En otras ocasiones, atribuyen los suspensos a que su hijo es vago y no quiere estudiar, o piensan que quizá esté pasando una mala temporada y algún problema emocional le está impidiendo concentrarse. Hasta aquí, la situación puede considerase como normal. Pero cuando un niño suspende todas o la mayoría de las asignaturas, a pesar de poner empeño en las clases y los deberes, los progenitores suelen plantearse otras causas.
“Es comprensible que se preocupen, pero para tranquilizarse deben convencerse de que los niños de aprendizaje lento no presentan deficiencia mental, sino unas peculiaridades que les dificultan la tarea de seguir el mismo ritmo académico que sus compañeros”, explica la psicóloga infantil Elena García. “No se trata de una falta de madurez, como muchos padres creen, puesto que a los 7 años la maduración neurológica ha finalizado, pero tampoco de una falta de inteligencia”, corrobora Gema Martí, psicopedagoga del Centro Alai de Madrid.
“En realidad, lo que subyace son trabas en las funciones que acompañan a la inteligencia y que hacen que ésta marche bien, pero no de la inteligencia en sí. Estos niños suelen tener problemas de memoria, de atención, de comprensión del lenguaje y de baja velocidad de procesamiento. En cualquier caso, conviene llevarles a un psicopedagogo para que les realice un diagnóstico, pues los mismos escollos aparentes pueden tener diferentes causas y por lo tanto, distinta solución.
Por ejemplo, en nuestro centro tratamos a un niño que no se concentraba nada en clase y al final su problema radicaba en que era celíaco y llevaba una dieta inadecuada. El cambio de alimentación trajo consigo más tranquilidad y unos resultados escolares mucho mejores. Otras veces, sin embargo, el origen de los problemas de atención de nuestros pacientes ha sido un TDAH [Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad]”, prosigue la especialista.
El rol del profesor
Ante un niño de aprendizaje lento, debemos tener paciencia con su ritmo de aprendizaje y interesarnos por su trabajo. Asimismo, es recomendable pedir cita con su tutor para establecer un sistema de trabajo coordinado entre el hogar y el colegio. Profesores y padres tienen que formar un tándem para motivar al niño con sus estudios y ayudarle a progresar, pero esto no significa que estudien por él ni que le hagan los deberes.
“El profesor, en clase, debe asegurarse de dos cosas: de que la información le llega y de que la entiende”, recomienda Gema Martí. “Para ello, debe emplear un lenguaje sencillo y utilizar apoyos visuales que aclaren el contenido de su mensaje. Debe encomendar a su alumno tareas cortas y con pocas órdenes a la vez, estar muy pendiente de lo que hace, seguir su secuencia y reforzarle mucho cuando los ejercicios le salgan bien. Otras pautas muy aconsejables son: animar al niño a que se dé autoinstrucciones, para así saber lo que está pensando, y pedirle un feed-back de vez en cuando, para confirmar que se está enterando”.
La ayuda de los padres
“En casa, la habitación de estudio debe estar recogida (el desorden no ayuda) y a ser posible, en silencio. Una vez dispuesto este escenario, los padres deben recurrir a técnicas de enseñanza elementales, como la repetición y las tarjetas de repaso con mensajes muy escuetos, sin imágenes ni colorines que puedan desviar su atención”, aconseja la psicóloga infantil Elena García.
“El fallo más común es apoyarles tanto que acabamos realizando el trabajo por ellos, cuando lo que debemos hacer es guiarles para que puedan hacerlo solos y así vayan ganando confianza en sí mismos”, afirma Gema Martí. “En nuestro plan diario de deberes debemos ir por pasos: primero, centrarnos en la compresión lectora. Aunque les lleve mucho tiempo deben ser ellos los que lean: frase a frase, párrafo a párrafo… ¡Ellos! El segundo paso es pedirles que nos cuenten lo que han leído; el tercero, explicarles lo que no han entendido; el cuarto, animarles a que nos lo repitan de nuevo y el quinto, felicitarles efusivamente por su esfuerzo y su logro. Junto a todo ello hay que tener siempre en cuenta que la constancia, el hábito de trabajar todos los días un poquito, da resultados mucho más alentadores que el pegarse la gran paliza un par de días a la semana”, concluye.
PREGUNTAS HABITUALES
Nuestras especialistas responden a las dudas que con más frecuencia les plantean los padres:
- ¿Los niños de aprendizaje lento pueden ir a un colegio normal? Por supuesto, pueden y deben. Si los profesores trabajan con ellos respetando su propio ritmo y ofreciéndoles la atención y el apoyo necesarios, estos niños mejorarán hasta igualarse con sus compañeros. Son capaces de aprender lo mismo que sus compañeros, pero más despacio.
- ¿Es buena idea que repitan curso? Depende, hay que analizar muchos factores: los resultados académicos, si el niño va evolucionando o está prácticamente estancado, si se siente a gusto o no con sus compañeros de clase, si se está acomplejando por su bajo rendimiento… Cada caso es diferente y la repetición de curso no se puede considerar la solución definitiva para todos los niños con dificultades para aprender.
- ¿Conviene ponerles un profesor particular? No, como norma general. Si hacer los deberes con los padres es un suplicio, ¡fuera padres!, pero si el sistema de trabajo conjunto profesores del colegio-padres funciona, no hay por qué recurrir a un docente particular.
MOTIVA Y ESTIMULA A TU HIJO
Los niños con aprendizaje lento presentan un problema añadido: la baja autoestima. Por ello, es importante que los padres y los profesores les ayuden a ir adquiriendo más seguridad en sí mismos.
- No les compares nunca con sus vecinos o compañeros de clase, sino con ellos mismos. Los padres deben fijarse en los progresos que han realizado cada semana, al margen del resto.
- No les riñas por sus malas notas. Si han mejorado respecto a la evaluación anterior, aunque sea poco, hay que premiarles. Los padres deben centrarse en los progresos, en lugar de en las bajas calificaciones, para reforzarles en su idea de completar los estudios.
- Evita decirles generalizaciones como “no lo vas a conseguir nunca”, “no vales para estudiar” o “no prestas atención”. Este tipo de frases son hirientes, les inmovilizan y minan su confianza, es decir, consiguen justo lo contrario de lo que los padres pretenden y dificultan aún más sus avances.
- No les presiones. Ellos mantienen su ritmo debido a que no pueden ir más deprisa, lo importante es valorarle por su esfuerzo.