fbpx

“No puedo buscar el tener como valor absoluto porque acabo perdiendo el ser”

padresycolegios.comSábado, 1 de enero de 2022
0

Vivir es en gran parte decidir, tomar decisiones de las cuales depende nuestra suerte y la de muchos otros. El hombre de negocios que arriesga su tiempo y su fortuna, el político que se encuentra en el trance de dar su apoyo a una ley, el estudiante que decide su futuro profesional, el esposo o la esposa que debe hacer frente a una situación crítica en la familia.

A todos nos atormenta en mayor o menor medida si habremos tomado la decisión correcta. Este es precisamente el tema del libro recientemente publicado por Editorial Desclée De Brouwer (Bilbao), “La decisión correcta”, del que es autora Marta López-Jurado.

P. Tomar la decisión correcta, ya sea en los negocios, la política, la vida profesional o la familia, es una de las mayores preocupaciones de todo el mundo. ¿Hay de verdad un procedimiento para no equivocarse, para acertar siempre en nuestras decisiones?
R. En primer lugar hay que aclarar que no es lo mismo decisión correcta que decisión acertada. Una decisión puede ser acertada y no ser correcta. Por ejemplo, yo puedo jugar al bingo y ganar, decisión acertada, y sin embargo, no haber tomado una decisión correcta, porque el dinero que me he jugado es de mi familia.

P. ¿Cuál es entonces la aportación de este libro a la hora de tomar una decisión? ¿En qué sentido me puede servir de ayuda?
R. Lo que aporta este libro es un análisis de lo que pasa, queramos o no queramos, cuando decidimos, basado en un modelo del comportamiento humano. Es un análisis en profundidad de la acción, en el que se aprecia cuándo una persona actúa con racionalidad completa o incompleta, y los tres niveles de valor. Porque, siempre que actuamos, ocurren tres cosas: Primero, el entorno me da algo extrínseco: un reconocimiento de la tarea, el aplauso, un beneficio económico… Segundo, yo aprendo al actuar, lo cual es algo intrínseco, porque se produce en el sujeto que actúa. Tercero, el motivo trascendente, (puesto que me dedico a enseñar) el aprendizaje del sujeto que tengo en frente. Estos tres tipos de valores podemos tenerlos en cuenta, o no, al tomar una decisión. Cuando en mi decisión tengo en cuenta no sólo el dinero y lo que aprendo, sino también la persona que recibe el impacto de mi actuación, entonces le atribuyo valor de persona. En cualquier decisión habrá esa persona que recibe el impacto de ella. Tengo pues que elegir la alternativa que permita que salga beneficiada.

P. ¿Se trata entonces de actuar por motivos trascendentes?
R. Para que la decisión sea correcta, son tres los niveles de valor que tengo que tener en cuenta al actuar. Eso supone el hábito de pararse a pensar, reflexionar sobre los tres niveles que implica la decisión que voy a tomar. La consecuencia será el crecimiento en la virtud moral, lo que a su vez es un crecimiento de la racionalidad, la voluntad y la afectividad, puesto que la persona es indivisible.

P. Usted habla de virtud moral y, hace una generación, la gente en general identificaba lo que era bueno y malo, aun cuando no hiciera siempre lo correcto. Hoy las cosas son distintas, hay una confusión o una falta de acuerdo sobre esas cuestiones. ¿Qué es lo que ha fallado?
R. Está fallando saber qué es la persona y la libertad. Se cree que ser libre es hacer lo que uno siente, sentimentalismo, o hacer lo que produce satisfacción material. Pero eso es un gran error, es una ceguera muy grande que lleva a un callejón sin salida. El drogadicto siente placer hasta que la vida se le vuelve insoportable. Si el drogadicto hubiera vivido antes el final de su aventura no se hubiera metido en ese camino. Se ha equivocado por guiarse por lo que produce placer, confunde lo agradable con lo que es bueno. Buscando sólo un valor me incapacito para recibir todos. Yo no puedo buscar el tener como valor absoluto porque acabo perdiendo el ser. Sucede como en la fábula del Rey Midas, que pide y obtiene del dios Dionisos la virtud de convertir en oro todo lo que toca. ¡Qué diferente valor tiene el oro para él, cuando no puede ya satisfacer el hambre! El hombre no sólo quiere tener cosas, quiere saber y quiere amar. Hay trastornos sicológicos de personas insatisfechas que han hecho de todo. La insatisfacción está en que el yo tiene como referencia un tú y si sólo se ha tenido en cuenta a sí misma se queda solo.

P. ¿De qué manera un padre a su hijo o un profesor a un alumno le puede enseñar a tomar decisiones correctas?
R. La manera es que siempre con mi modo de actuar yo me muestro a los demás. La gente acaba viendo mis verdaderas intenciones. Esto tiene una gran importancia para la educación. Hay que hacérselo ver a los niños, abrirles los ojos. Si bien, la capacidad de compartir y el nivel de sacrificio sea proporcionado a la edad. A los alumnos de Secundaria, a través del análisis de situaciones reales, se les enseñan las consecuencias trascendentes de sus decisiones y que, si no las tienen en cuenta, podrán convertirse en unos trepas pero no habrán actuado en función de la persona.
Proponemos, por ejemplo, el caso de una muchacha muy guapa que hizo una excursión al lago Michigan. Vino un tornado y le dio en la espalda. Quedó paralizada. El novio no la abandonó y se casó con ella. Tuvieron tres hijos y aunque el último de ellos nació algo enfermo lo sacaron adelante. Ella ahora trabaja en una multinacional. Su modo de actuar provocó que engendrara verdaderos amigos que no la abandonaron en los momentos malos. En cambio si yo vivo como una persona que maltrata me quedaré sola. La libertad no es hacer lo que me apetece es más bien un asunto de dar.

P. ¿Puedo encontrar en su libro más casos prácticos…?
R. El libro es muy práctico, toda la metodología está enfocada a la práctica. En la tercera parte, tiene casos desarrollados para alumnos de Secundaria. Es un marco muy general, pero da las pautas y los principios para tomar la decisión correcta: tener siempre presentes los tres motivos de la acción. Actuar por motivos trascendentes es propio de la persona.

0
Comentarios