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No sin mi osito

padresycolegios.comSábado, 1 de enero de 2022
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Para ti son tan solo un viejo peluche o una mantita deshilachada, pero para tu hijo representan mucho más. Los objetos de apego cumplen una función muy importante en los primeros años del desarrollo infantil que debes conocer. No en vano, seis de cada diez niños tienen uno.

Por Teresa Alonso

“Cuando mi hijo Mateo empezó a ir a la escuela infantil tenía 21 meses. Una de mis máximas preocupaciones es que no se sintiera abandonado, que contara con un consuelo si se encontraba triste, si me necesitaba… Por eso, unas semanas antes, empezamos a ofrecerle algunos peluches. Él eligió un conejito, Kippy, que se convirtió, desde entonces, en su fiel compañero. El primer día de cole lo llevaba en la mano y, aunque parezca una tontería, me sentía un poco más reconfortada pensando que Mateo tenía a Kippy con él. Por las noches yo lo ponía en mi cama para que se impregnara de mi olor y así le resultara aún más familiar a mi hijo al día siguiente. Ahora que ha pasado el tiempo, cuando veo a Kippy en la estantería de su habitación, sonrío pensando en cómo nos ‘ayudó’ cuando lo necesitábamos”, cuenta Loreto Ruiz, de 35 años.

Pero, ¿para qué sirven?

Kippy cumplió su misión, al igual que hacen tantos muñecos, almohadas, mantitas, pañuelos preferidos que un día se convierten en imprescindible para el pequeño. En psicología se les denomina “objetos de apego o transicionales” y tienen su propio cometido. “El objeto de apego le sirve al niño para sentirse más tranquilo y seguro en esa etapa de transición desde que es un bebé y depende totalmente del adulto que lo cuida, hasta que empieza a ser algo más independiente y tiene que afrontar él solo situaciones en las que antes siempre solía estar con su madre”, aclara Laura Cuadrado, psicóloga infantil de ISEP Clínic Barcelona (www.isepclinic.es). El niño recurrirá a este tipo de objetos en muchas circunstancias:

• Cuando quiere dormir.
• Si vive un conflicto: una rabieta, un enfado, una decepción…
• En caso de que necesite protección o seguridad.
• Siempre que precise consuelo.
• Como sustituto materno.
• En etapas especiales: nace un hermanito, cambia de colegio, se muda de casa…

Desde los 8 meses y hasta…
Al nacer, y durante bastantes meses (hasta los 6-8), el bebé piensa que él y su madre son la misma persona, pues depende totalmente de ella. Es justamente cuando empieza a descubrir que son, en realidad, dos seres aparte, cuando aparece el interés por los objetos de apego, etapa que coincide también con la angustia por la separación de su madre, y que muchos solventan aferrándose a su objeto transicional. Este “amor” por su peluche favorito se mantendrá durante mucho tiempo, y es algo que los padres deben respetar, reconociéndole la importancia que tiene para el niño. La mayoría suelen ir perdiendo interés hacia los 3 o 4 años, aunque, dependiendo de la madurez emocional del pequeño y de sus circunstancias concretas, algunos pueden seguir sin desprenderse de su almohada favorita o de su muñeco de trapo hasta los 5 o 6 años. No obstante, lo habitual es que “cuanto más capaz sea de comunicarse y expresar sus necesidades, menos necesitará de su objeto”, destaca la experta.

¿Por qué ése y no otro?
“Los niños suelen elegir como objetos de apego cosas que les sean agradables de tacto y olor, que les inspiren calidez y que les sean fáciles de manipular. Por este motivo a veces no escogen el muñeco más bonito, sino lo que les transmita este tipo de sensaciones”, explica la psicóloga. Es decir, se trata de una elección totalmente personal; tal vez, su primera gran decisión, y, además, tú no tendrás ningún poder para modificarla. Una vez que tu hijo se haya encariñado con un objeto concreto, no habrá forma de que pueda abandonarlo por otro que le propongas tú. Él decide quién es su favorito y, muy posiblemente, le sea fiel durante mucho tiempo. A partir de ese momento, compartirá bastantes situaciones cotidianas con él (dormirán juntos, lo llevará de paseo, de viaje…) y cuando no esté en contacto directo con él, al menos necesitará saber que está cerca, a su vista y a su alcance.
Es absolutamente normal que el niño tenga esta dependencia de su objeto preferido; no debes preocuparte, pues es señal de que está buscando soluciones a nuevos retos que se le plantean en su corta vida. Tampoco pienses que se apega a su osito de peluche porque no se siente querido por ti o porque necesita más atención. Tal como apunta Laura Cuadrado, “en principio, el objeto de apego no indica ningún tipo de carencia afectiva, sino todo lo contrario, ya que sería como una manera de hacerle frente a esas nuevas situaciones con las que se tiene que enfrentar”.

¿Y si no tiene ninguno?
Ya sabes que el objeto de apego cumple una función importante en la evolución emocional del niño. ¿Significa esto, entonces, que los bebés que no tienen ninguno pueden sufrir algún problema? De ninguna manera. Así lo explica la especialista de ISEP Clínic: “En este caso, seguramente querrá decir que el niño no lo necesita. En ocasiones, utilizan otro tipo de gestos o comportamientos que sustituyen al objeto material, como, por ejemplo, tocar la oreja de la madre o chuparse el dedo”. Así, hay niños que se calman con su osito, y otros que lo hacen acariciándose el pelo, pero ambos están, en el fondo, realizando la misma conducta.

Los cuidados del señor Osito
Es muy importante para tu hijo; compartirá con él casi tantos momentos como tú, por eso conviene que sepas algunas pautas prácticas para cuidar de su osito, su mantita…

• Es hora de lavar. No te olvides de que uno de los elementos más importantes del objeto de apego de tu hijo es su olor. Él lo habrá mordido, babeado, abrazado… y esto hace que tenga para él un olor especial que reconoce como propio. Por ello, no le gustará que lo laves, pues perderá su característico aroma. Y, mucho menos, podrá entender que lo metas en la lavadora, pues le parecerá que no lo estás tratando como merece.

• ¿Y si se pierde? “En el caso de que sea algún tipo de pañuelo o mantita, sería ideal poder hacer más de un trozo de ella, para poder sustituirla si se pierde”, recomienda Laura Cuadrado. “No obstante, en caso de pérdida, habría que comprender su pena, más que no darle valor o importancia, e intentar reemplazarlo rápidamente por otra cosa. Si el niño se siente comprendido, la pena por la pérdida se verá aligerada”, añade.

• Cuándo dejarlo a un lado. ¿Qué hacer si quiere hacerlo absolutamente todo con su muñeco en la mano, como ir al baño o comer? Aplica el sentido común y habla con tu hijo; aunque sea pequeño, te entenderá más y mejor de lo que crees. Para la psicóloga, “en estos casos está bien dejar el objeto a la vista del niño, para que lo pueda ver, y decirle que en cuanto acabe lo que está haciendo podrá volver a cogerlo”.

• La despedida. Es muy probable que, con el tiempo, tu
pequeño acabe perdiendo el interés hacia su muñeco… O tal vez no. Si se va haciendo mayor y no logra desprenderse de él, “habría que ir reduciendo su uso a situaciones que detectemos que se le hacen más difíciles y le producen más inseguridad, hasta que ya no lo necesite”, aconseja la especialista de ISEP Clínic. “En ese momento, les ayuda hacer algún tipo de ritual de ‘despedida’, donde abandone definitivamente el objeto, porque ya es mayor”, sugiere.

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