Objetivo: desengancharse del móvil en verano
Los niños y los adolescentes cada vez usan más y desde antes los teléfonos móviles. Lo que podría haber sido una perfecta herramienta de comunicación está convirtiéndose en un problema para muchos, debido a una adicción que no pueden controlar. El objetivo es desengancharse cuanto antes. Y el verano, aunque parezca lo contrario, puede ser la época perfecta.
POR: TERESA ALONSO
Es una escena habitual a la salida de cualquier centro escolar: los adolescentes revisan con ansiedad su móvil en el mismo instante en que cruzan la puerta del colegio o del instituto. Dentro no pueden utilizarlo, pero parecen movidos por una especie de urgencia inaplazable en cuanto están fuera del centro. Algunos de ellos sufrirán una adicción al móvil, un problema creciente que afecta a menores, pero también a adultos. De hecho, la Policía Nacional reconoce que en los últimos tiempos ha aumentado el número de intervenciones motivadas por llamadas de los padres que no pueden controlar la ira de sus hijos cuando se les retira el teléfono. Los pediatras también se han hecho eco de la gran impronta que los dispositivos electrónicos están teniendo en los niños y en el XXII Congreso de la Sociedad de Medicina de la Adolescencia se puso de manifiesto cómo el uso intensivo de estos aparatos está provocando la activación de determinadas zonas del cerebro en perjucio de otras como la memoria o la capacidad organizativa.
Las tres motivaciones principales de los menores para conectarse al móvil son: acceder a redes sociales, escuchar música y buscar información relacionada con los deberes. Ya a mayor distancia están revisar el correo electrónico, buscar información de interés personal, ver series de televisión o películas, jugar y hacer compras. Mientras que las chicas oyen música, ven series de televisión, realizan compras y consultan información que les servirá en sus estudios, los chicos se conectan principalmente para jugar, buscar información personal (no de estudios) y ver fotos y otros archivos.
Aunque sociedades médicas, como la Sociedad Americana de Pediatría, alertan de los peligros de que los menores de tres años se expongan de manera habitual a pantallas electrónicas, los niños se inician cada vez con mayor precocidad en ellas. Así, en España, la edad media en que los bebés comienzan a usar TICs (tecnologías de la información y la comunicación) está en el año de edad.
Nativos digitales vs inmigrantes digitales
Por primera vez en la historia, los niños se han convertido en los maestros de sus padres en un ámbito: el de las nuevas tecnologías. Ellos son nativos digitales, mientras que sus progenitores deben conformarse con ser inmigrantes digitales. Esta es la situación, pero a pesar de todo, los padres deben seguir manteniendo el control. Los adultos deben formarse y acercarse al mundo de sus hijos para instruirlos en el buen uso y advertirlos de sus peligros. “Debe haber un diálogo entre padres e hijos. Darles confianza y saber en qué redes sociales están; como padres debemos conocer su lenguaje y hablar con ellos abiertamente acerca de su mundo digital. Como padre debo tener la confianza plena de que mi hijo esté bien educado en lo digital para que acuda a mí enseguida si tiene un problema en este ámbito”, destaca Pere Cervantes, responsable policial y provincial de un grupo de delitos tecnológicos y coautor, junto con Oliver Tauste, de Internet Negro (Ed. Temas de Hoy) y Tranki pap@s (Ed. Oniro).
¿Cuándo hay adicción al móvil?
Los estudios revelan que los niños que más abusan del móvil tienen entre 12 y 16 años. “La adicción al móvil es una adicción sin sustancia, pero es una adicción en cualquier caso. Cualquier actividad que provoca satisfacción en nuestra vida diaria puede convertirse en una conducta adictiva si se pierde el control sobre su uso, si nos hace perder la libertad, sin nos hace opacos, nublados ante lo que ocurre a nuestro alrededor”, destaca José Antonio Luengo Latorre, psicólogo, vicesecretario del Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid y profesor de la Facultad de Educación de la Universidad Camilo José Cela de Madrid.
Un menor con adicción al móvil muestra “inquietud, impaciencia e irritabilidad, especialmente cuando no puede tener acceso a sus dispositivos. También hay una disminución significativa en la comunicación con las personas con las que convive y el deterioro de estas relaciones, olvido o descuido de tareas o responsabilidades esenciales, abandono de actividades que eran corrientes y dejan poco a poco de serlo, o cambios de hábitos básicos de alimentación o sueño”, explica el experto.
Si la adicción es grave, estar en contacto con el móvil se convierte en la forma de aliviar la sensación de inquietud y malestar que supone no permanecer en línea.
Tal como advierte el psicólogo, “cada vez son más frecuentes las consultas a especialistas por situaciones de este tipo. Chicos y chicas que dejan de hacer cosas que antes hacían en el domicilio familiar, que apenas salen de sus habitaciones, que se muestran esquivos, con pocas ganas de relacionarse o tensos e inquietos cuando tienen que hacer otro tipo de actividades”.
Los adolescentes, más vulnerables a las adicciones
La posibilidad de presentar adicción al móvil no es exclusiva de los menores, pero los adolescentes sí tienen algunos riesgos añadidos derivados de esa etapa del desarrollo en que se sienten invulnerables, tienen necesidad de intimar con otros jóvenes de su edad y no son conscientes de los riesgos.
Las nuevas tecnologías les permiten vivir en un mundo confeccionado a su medida, donde prima la fantasía y no lo real, y donde pueden presentarse como les gustaría ser y no como son verdaderamente. Además, participando del mundo on line sienten que forman parte de la comunidad de sus iguales y pueden establecer relaciones sin perder su anonimato y sin contacto directo, lo que resulta muy atractivo a estas edades para expresar sus ideas sin sentirse juzgados. Igualmente, el teléfono les permite acceder a información ilimitada y estar en contacto con sus amigos, escapando del control paterno.
Del Phubbing al Vampig pasando por la nomofobia
Según destaca el psicólogo José Antonio Luengo, “algunos comportamientos recientes nos sitúan a adolescentes y adultos en la frontera de conductas que podrían llegar a ser claramente adictivas en relación a las nuevas tecnologías de la información”. Así, entre los nuevos fenómenos están los siguientes:
- Phubbing: “menosprecio con el que tratamos a las personas con las que estamos físicamente, al dar prioridad a las relaciones que mantengo a través de mi dispositivo móvil”.
- Alone togheter: “juntos, pero ausentes de lo que pasa a nuestro alrededor”.
- Nomofobia: “ansiedad que pasan los usuarios de teléfonos móviles cuando se quedan sin acceso a este dispositivo, sin cobertura o sin conexión a Internet”.
- FOMO: “miedo a perderse algo, a desengancharse de los grupos con los que mantengo contacto”.
- Vamping: “uso de aparatos electrónicos durante la noche, reduciendo las imprescindibles horas de sueño”.
Pautas para un verano controlado
“El verano es el momento del año en que la luz nos permite más contacto con la naturaleza y con otros seres humanos. Es el momento propicio para iniciar una buena pauta de uso de dispositivos electrónicos”, insiste Pere Cervantes. Sus propuestas son:
- “No dejar al niño con el móvil o la tableta mientras yo hago otra cosa. Cuando son pequeños debemos estar hombro con hombro con ellos para vigilar lo que ven y compartir ese espacio digital con ellos. La supervisión continuará hasta que el niño demuestre madurez suficiente”.
- “Poner nuevos límites en el uso de los dispositivos electrónicos, aplicándolos a toda la familia y empezando por los padres”.
- “No hacer reducciones drásticas del consumo de dispositivos; no son eficaces. Funcionan mejor las medidas progresivas”.
- “Fomentar el diálogo entre padres e hijos, educándolos en el buen uso de la tecnología desde los 5-6 años (a los 16 ya es tarde), advirtiendo a los hijos sobre la importancia de la biografía digital que vayan creando y concienciándolos de los riesgos del mundo on line”.
Por su parte, José Antonio Luengo recalca la necesidad de que los padres sean “reflexivos y responsables, por ejemplo, a la hora de afrontar qué dispositivos y herramientas están dispuestos a poner en sus manos y a qué edad. No deberían valer excusas sobre si se trata de regalos familiares o si nuestro hijo puede ser el único que no tenga en sus manos determinado dispositivo”. Además, insiste en la importancia de que haya “coherencia entre lo que pedimos a nuestros hijos y lo que nosotros representamos” y en la “capacidad de influencia que tengamos para orientar y supervisar lo que hacen, cómo y cuándo lo hacen”. Igualmente destaca que se debe “procurar el equilibrio entre actividades, evitando el uso excesivo de estas tecnologías e incluyendo actividades físicas al aire libre, cuidar el sueño de nuestros hijos, fomentar la lectura y programar actividades familiares libres de móviles y dispositivos”. En definitiva, “los padres deberían proporcionar orientación, supervisión, diálogo y experiencias compartidas desde el ejemplo y el modelo”.
La “Generación Wikipedia”
“Los adolescentes de hoy conforman lo que yo llamo la Generación Wikipedia: se creen que todo lo que sale en la Wikipedia es real, que está certificado por un notario digital. Y la realidad es que en Internet todo el mundo miente. Por eso, cuando se ven envueltos en un delito como el grooming (un adulto se hace pasar por menor para entablar a través de la Red contacto o relaciones sexuales con niños), ellos siguen pensando que es un error y que se trata de un niño como ellos, aunque les demuestres lo contrario”, advierte Pere Cervantes.
“Además, los niños y los adolescentes de hoy viven en la cultura de la instantaneidad; no hay tiempo para la reflexión. En este sentido, los adultos debemos luchar contra esa cultura enseñando a nuestros hijos a pararse y pensar lo que van a hacer antes de comprar objetos por Internet o mandar fotos comprometidas”, destaca el policía y escritor.
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Educación digital: una asignatura pendiente
Los menores dominan las funcionalidades de la Red, pero no suelen ser conscientes de su peligro. Para Pere Cervantes, esto ocurre, en gran medida, debido a la falta de una verdadera educación digital. “La tecnología avanza a un ritmo mucho más rápido que nuestra educación digital. Cuanto más conectados estamos, más vulnerables somos nosotros y nuestros hijos. Sin embargo, hay cierta dejadez paterna, los padres deberían conocer los peligros de la Red y cómo evitarlos y no sucede así. El español suele pensar ‘a mí no me va a pasar’ o ‘eso no sucede en mi ciudad’, pero si los padres pudieran venir un día a una comisaría de delitos tecnológicos cambiaría su forma de actuar”, apunta.
Uno de los riesgos más dañinos de las nuevas tecnologías es el ciberbullying (acoso entre menores a través de Internet). Además, está el grooming, las amenazas, el chantaje, la suplantación de personalidad, ataques a la intimidad, pérdida de privacidad, pérdida del control de la propia imagen, acceso a contenidos inadecuados…
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Formación desde el colegio
“Aunque en los últimos años en los centros educativos se ha incrementado la demanda de conferencias acerca de los peligros de Internet, la realidad es que la afluencia de personas que asisten a estas charlas sigue siendo muy escasa, y donde debía haber 500 padres hay 50. Esto asusta, proque en otros países como los nórdicos, la presencia de padres sería casi absoluta”, reflexiona Pere Cervantes.
Para José Antonio Luengo, desde los centros educativos “se debe trabajar con acciones específicas en el marco de la acción tutorial y con el protagonismo del alumnado”. En este sentido cita la iniciativa Alumnos Ayudantes TIC, como un modelo de trabajo en los centros educativos en los que son los propios alumnos los que enseñan a sus compañeros el buen uso y los riesgos del mundo digital.