Ojo avizor en el recreo
De nuevo consagramos un reportaje a un tema propuesto por una madre lectora habitual de nuestra revista. Su nombre es Paz Moreno y hace unas semanas nos remitió un correo invitándonos a escribir un artículo sobre “la importancia de los recreos y su vigilancia a distancia”.
Libres de la actitud solícita y pausada que exige el tiempo de clase, los alumnos de cualquier centro se echan al patio con deleite para compartir juegos, cuchicheos y risas explosivas. El recreo es momento para la diversión y el olvido de las responsabilidades lectivas, aunque con frecuencia también origina tensiones entre alumnos o situaciones imprevistas. Por ello siempre hay profesores que, ojo avizor, escudriñan el patio tratando de prevenir conductas disruptivas o, en caso de peleas o agresiones, imponen la autoridad de un adulto para evitar males mayores.
¿Cómo se regula en España esta función paraeducativa? Establecer un marco general de actuación corresponde a las comunidades autónomas (CCAA), aunque éstas suelen conceder un amplio margen de maniobra a los centros para que tomen las decisiones más adecuadas a sus circunstancias.
Normalmente, vigilar los recreos resulta obligatorio en turnos rotatorios para todos los profesores de la enseñanza obligatoria excepto para aquellos que forman parte del equipo directivo. Muchas CCAA han fijado ratios de un profesor por cada 25-30 alumnos en Infantil y uno por cada 60 alumnos en Primaria. En Secundaria no suele haber mínimos, pero por lógica la proporción profesor/alumnos tiende a aumentar. Más aún, no escasean los centros de esta etapa educativa que permiten a sus alumnos salir a la calle durante la media hora de tiempo libre.
Seguridad privada
Algunos docentes abogan por derivar la vigilancia en recintos escolares a personal especializado. Según Felipe de Vicente, presidente de la Asociación Nacional de Catedráticos de Instituto (Ancaba), “nosotros defendemos desde hace 20 años que en los recreos (y en los pasillos, escaleras…) debería encargarse la supervisión del alumnado a lo que en Francia llaman surveillant (literalmente “vigilante”, aunque De Vicente lo traduce como “celador”). Los profesores están en el centro para enseñar, no para ejercer tareas de vigilancia. Esto podría correr a cargo de estudiantes becados o jóvenes en paro”.
Existen centros en España que han recurrido a soluciones aún más drásticas. Por desgracia, lo habitual es que esto ocurra tras un episodio especialmente violento. En 2005, el IES “Antonio Machado”, en La Línea de la Concepción (Cádiz), optó con contratar seguridad privada después de que dos alumnos de 13 y 14 años apuñalaran a un chaval de 16 que, sin ser alumno del centro, había entrado en el mismo tras presenciar desde la verja cómo un grupo de estudiantes agredía a su hermano.
Para Pedro Rascón, presidente de la Confederación Española de Padres y Madres de Alumnos (Ceapa), cualquier iniciativa que intente desligar a los docentes de su obligación de vigilar al alumnado queda fuera de lugar. “El centro educativo tiene que ser un todo en sí mismo”, apunta. “El patio es un espacio de ocio, pero también tiene una dimensión educativa clara, por lo que su vigilancia no puede dejarse en manos de cualquiera. La escuela debe enseñar a convivir, y esto es algo que tienen que hacer los profesores, que son los especialistas”.