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Ordenadores: muchas preguntas (aún) sin respuesta

padresycolegios.comSábado, 1 de enero de 2022
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La fe ciega en el potencial educativo de los ordenadores está dando paso a posturas donde prima la cautela y el escepticismo. La digitalización de las aulas sigue con paso firme en muchos países (entre ellos España), aunque pocos defienden ya el carácter cuasi-milagroso atribuido durante años a las nuevas tecnologías en la enseñanza.

Han sido los niños mimados de la Educación mundial durante la primera década de este siglo. Nos dijeron que su distribución a gran escala en el ámbito escolar cerraría la brecha digital que separa a ricos y pobres. Que transformaría la atmósfera de sopor, pasotismo e indisciplina que impera en muchas aulas en un clima de pasión por el saber y concentración imperturbable. Nos hablaron de aprendizaje personalizado y lecciones interactivas. De estimulación multimedia y ultra-dinamismo cognitivo.

Tan bonito sonaba el cuento, que pocos se pararon a pensar si sus autores se habían inspirado en las más increíbles fantasías futuristas o en sesudas y rigurosas investigaciones sobre el impacto real de los ordenadores en el rendimiento académico. Ahora, tras años de euforia informático-lectiva, parece que por fin ha llegado el momento de recapitular. Lo ha hecho la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) con un informe que, bajo el título Alumnos del nuevo milenio, analiza los resultados de los principales estudios publicados sobre la materia. ¿Conclusiones? Básicamente, que estamos como al principio. Es decir, que, a falta de “evidencias claras” que apunten en un sentido u otro, las complejas relaciones entre Educación y nuevas tecnologías continúan siendo un territorio más bien ignoto.

En Matemáticas –quizá el campo donde los beneficios del maestro pixelado se antojaban más evidentes–, afirma la OCDE que existen estudios “que establecen una relación positiva” entre aprendizaje y computadoras, y “otros que sostienen exactamente lo contrario”. Más de lo mismo en cuanto al uso del ordenador en el hogar, asunto sobre el que también contamos con oferta estadística para todos los gustos.

Así que, antes de emitir su veredicto, la organización que agrupa a los países más desarrollados del planeta espera impaciente “un gran estudio sobre tecnología y Educación” que arroje algo de luz sobre el gran dilema de la enseñanza contemporánea.

Metodología

Desde enfoques puramente teóricos, cada vez son más los que piensan que el quid de la cuestión radica en que determinados métodos pedagógicos casan mejor que otros con las nuevas tecnologías. Deberíamos por tanto observar cómo y para qué se utilizan los ordenadores, y no centrarnos en cuántos hay por alumno o con qué frecuencia se recurre a ellos en clase, variables habituales en la mayoría de estudios hasta la fecha.

“Estamos utilizando la más moderna tecnología para enseñar según una pedagogía que se remonta a principios del siglo XX”, asegura Gabi Salomon, condecorado hace unos años con el Premio Israel en Educación (máxima galardón que concede el Estado hebrero, equivalente a nuestros Premios Príncipe de Asturias). El profesor Salomon aboga por encender las máquinas sólo cuando toque, por ejemplo, “trabajar en equipo, resolver problemas reales o generar hipótesis”. Si el docente opta por la clásica lección magistral (yo hablo y los alumnos escuchan), los cables y pantallas aportarán más bien poco. En resumen, ordenadores sí, pero no entendidos como un “deux et machina que solucione todos los problemas educativos”.

En su informe, la OCDE se hace eco de esta corriente de pensamiento, aunque advierte que las mejoras académicas que impulsan este tipo de estrategias (pertenecientes a la llamada pedagogía constructivista) son difíciles de evaluar y “normalmente no se tienen en cuenta en los exámenes que realizan la mayoría de países”.

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