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¿Por qué no duerme?

padresycolegios.comSábado, 1 de enero de 2022
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Tener un hijo es descubrir muchas cosas nuevas, como el amor sin condiciones, pero también circunstancias menos agradables, entre las que están nuestro aguante para dormir poco. El sueño del bebé en sus primeros tres años de vida suele ser caótico, pero, aunque te sorprenda, esto no tiene por qué significar que haya ningún problema.

“¿Cuándo dormirá del tirón?”, “se despierta tres y cuatro veces cada noche y yo ya no puedo más, al día siguiente voy medio zombi a trabajar”, “el cansancio me puede, mi hijo no duerme si no me tumbo a su lado”, “¿qué estamos haciendo mal? ¡No consigo que tenga un sueño tranquilo!”… Quejas como ésta son muy frecuentes entre los padres con un bebé en casa. El sueño es uno de los asuntos más planteados en la consulta del pediatra. Los casos en los que el bebé duerme del tirón son mucho menos frecuentes de lo que pudiera parecer, pero hay que lanzar un mensaje de tranquilidad. Una cosa es que esta forma de dormir del niño hasta que cumple aproximadamente tres años resulte extenuante para el adulto, y otra bien distinta es que el niño tenga algún problema

¿Cuántos despertares son normales?

“Los recién nacidos duermen muchas horas al día. Digamos que unas 16, aunque es muy, muy variable. Se distribuyen en una tirada más larga por la noche, tal vez unas cinco horas, y varias sesiones más cortas. En las primeras semanas va aumentando la sesión más larga de sueño y algunos niños llegan a dormir más de siete horas de un tirón. Pero a partir de los 4 o 5 meses habitualmente eso cambia y los niños empiezan a despertarse cada hora y media o dos horas, más o menos, con una sesión nocturna más larga, de alrededor de cuatro horas. Y así siguen despertándose varias veces cada noche… toda la vida. Porque los adultos también nos despertamos, lo que pasa es que por la mañana no nos acordamos, porque son los llamados despertares parciales”, comenta el pediatra Carlos González, autor, entre otros libros, de Bésame mucho.

Al nacer, el bebé no diferencia entre el día y la noche, por eso no se ajusta a los patrones habituales de sueño de los padres, y no lo hace porque su cerebro aún no ha madurado lo suficiente (es el núcleo supraquiasmático del cerebro el que dirige nuestro reloj biológico, y en el recién nacido necesita de unos meses para concluir su evolución). Este mecanismo adaptativo es beneficioso para él en ese momento porque le permite, entre otras cosas, comer con más frecuencia. A medida que pase el tiempo, su organismo se irá pareciendo más al del adulto, hasta que “hacia los dos o tres años comience a despertarse menos por la noche o, más exactamente, a volverse a dormir como los adultos, sin llorar ni mamar ni buscar a su madre”, explica Carlos González.

¿Qué factores influyen en el sueño?

Ya hemos visto que es normal biológicamente hablando que un bebé se despierte muchas veces por la noche, pero, además de lo que te acabamos de contar, hay otras circunstancias que, a medida que el niño va evolucionando, pueden influir en la manera en que duerme. Son las siguientes:

Hasta los 3 meses: El bebé pasa gran parte del día durmiendo, por lo que no experimenta cansancio físico; esto hace que necesite menos cantidad de sueño profundo, que es el más reparador. Sin embargo, el sueño ligero (REM) le ayuda en su maduración cerebral, lo que es muy importante, ya que el bebé llega a la vida extrauterina con muchos procesos que completar.

Hacia los 6 meses: Hay factores externos que suceden en esta etapa a los que el bebé debe adaptarse. Quizá el más complicado para él es la incorporación de su madre al trabajo tras la baja maternal, sumado al inicio de la alimentación complementaria. Todos estos cambios pueden alterar de nuevo sus ciclos de sueño y hacer que se vuelva más demandante.

A partir de los 9 meses: El bebé sufre intensamente lo que se denomina “angustia por la separación”, que es la que siente cuando se separa de sus padres o de sus cuidadores habituales, ya que él no sabe si cuando deja de verlos se enfrenta a una separación definitiva. Esto puede condicionar que su sueño nocturno sea mucho más inquieto.

Entre el primer y el segundo año: Algunos hitos en su desarrollo, como la salida de los dientes, el gateo y comenzar a andar pueden alterar su sueño. ¿El motivo? Con la irrupción de los dientes el bebé está más irritable y molesto, y para él descubrir mundos totalmente nuevos al poder deambular por sí mismo le supone una fuente de ansiedad que repercute en su sueño. Igual sucede con la retirada del pañal y con todos aquellos acontecimientos que alteren su rutina. Por ello es totalmente normal (aunque sí, realmente cansado para los padres) que el pequeño se siga despertando por la noche a estas edades.

Desde los tres años. Lo más habitual es que el niño comience a dormir mejor de noche. A eso ayuda mucho el hecho de que ha adquirido un cierto dominio del lenguaje y puede expresar sus inquietudes de día. No obstante, el comienzo de su etapa escolar puede alterarlo un poco, e incluso perder algunas costumbres como la siesta, que obligarán a adaptar su sueño nocturno.

Entonces, ¿qué puedo hacer?

Lo primero, dejar de culparte por la forma en que duerme tu hijo: ya sabes que es totalmente normal que no duerma como un adulto; no lo hace así porque estés haciendo algo mal. De hecho, no es necesario que “enseñes” a tu hijo a dormir. “Todos los niños duermen. Los fetos duermen antes de nacer. Es imposible sobrevivir más de unos pocos días sin dormir. Otra cosa es dormir en la forma en que nos conviene a nosotros… Eso todos los niños lo aprenden solos, no hay ningún adulto que no lo sepa hacer. ¿Por qué intentar enseñar a un niño de un año algo que los niños de esa edad todavía no saben hacer si cuando tenga cuatro años lo hará sin problemas?”, recalca el pediatra Carlos González. Pero ¿cómo actuar ante los despertares? “Si tu hijo está a tu lado, normalmente no hace falta hacer nada. Ni conviene hacer nada. Cuanto menos te muevas, mejor; tu hijo se moverá, hará ruiditos, tal vez mamará, se acurrucará contigo y se calmará otra vez. Si no está a tu lado, debes ir a consolarle”, recomienda. Además, puedes seguir estos consejos que ofrece la psicopediatra Rosa Jové en su libro Dormir sin lágrimas:

1. Sé realista en tus expectativas. No esperes que tu hijo duerma más horas ni haga menos interrupciones de lo que le corresponde por su edad.

2. Haz un registro de sueño. Para valorar profesionalmente si en realidad tu hijo tiene un trastorno a la hora de dormir, apunta la hora en que se acuesta y en que se levanta durante un periodo de tiempo.

3. Descarta que tenga alteraciones. No son muy frecuentes, pero pueden producirse. Pueden ser apneas (pausas en la respiración), terrores nocturnos (el niño llora dormido aunque no está soñando nada), pesadillas, sonambulismo o insomnio (el niño quiere dormir, pero no puede y se pasa el día agotado).

4. Controla las siestas. A partir de los seis meses, el beb&#2
33; necesita sólo dos siestas diurnas, y desde el año, una única siesta. Si duerme demasiado de día, le costará más conciliar el sueño de noche. Y por la noche, acuéstalo en cuanto notes los primeros indicios de sueño.

5. Revisa el ambiente. A la hora de irse a dormir, procura que no hay mucha luz ni ruido y que la actividad de la casa sea relajada.

Su sueño, tu sueño

Ya sabes que es normal que hasta que cumpla dos o tres años duerma “a su manera”, pero tú también necesitas descansar. En este caso, hay quien prueba métodos para que su hijo duerma según sus necesidades, como el de dejarlo llorar, y quien trata de adaptarse a las circunstancias, por ejemplo aprovechando sus siestas para descansar o fijando determinados momentos en que otras personas se hacen cargo del bebé para que la madre o el padre puedan dormir. Es tu decisión. En cualquier caso, debes saber que, tal como subraya el pediatra Carlos González, “la alimentación prácticamente no influye en el sueño del bebé. Los más pequeños necesitan comer por la noche y lloran porque tienen hambre; pero a partir de los siete o nueve meses no suelen necesitar comida por la noche, lo que necesitan es la presencia de su madre. Los niños de pecho aprovechan para mamar, es cierto, pero no es una cuestión de hambre, sino de seguridad y consuelo. Desde luego, no duermen más porque les demos cereales para cenar. Un niño de año y medio ya puede cenar fabada, que se despertará igual”, apunta. Igualmente, está en contra de administrar fármacos para que los niños duerman: “En general, no es conveniente dar medicamentos para dormir a los niños, salvo en casos muy raros, niños con verdaderos problemas serios de sueño, tratados por un especialista. Algunos padres creen que ciertos productos no tienen peligro porque son ‘naturales’. No nos engañemos: o un producto hace dormir o no. Si no hace dormir, no sirve para nada, y si hace dormir es un somnífero”.

VÍDEO

http://www.youtube.com/watch?v=_7rQIjyu70U&feature=related

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