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Pueblo busca niños para colegio

padresycolegios.comSábado, 1 de enero de 2022
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En Serón de Nágima casi no quedan niños. Situado en la provincia de Soria y con 227 habitantes censados, este pueblo ha sufrido como todos la caída demográfica y la huída del campo a la ciudad. Hace tres décadas, el colegio disponía de 60 alumnos divididos en dos aulas. Para el curso 2008-09 hay de momento diez niños, de los cuales cinco son inmigrantes marroquíes, ecuatorianos y colombianos. Gracias a ellos, el colegio puede seguir funcionando.

Autor: J. C. BARRADO

Hace un par de meses, en una página web sobre el mundo rural, se podía leer el siguiente anuncio: ´Se ofrece trabajo en la construcción a familia con niños en pueblo de la provincia de Soria. Se busca una familia con al menos dos niños en edad escolar para no cerrar el curso que viene una de las dos aulas con las que cuenta en este momento la escuela. Se ofrece trabajo de albañil y vivienda en el pueblo. El pueblo se llama Serón de Nágima´.

El alcalde, José Juan Latorre, dejaba directamente su número de teléfono móvil. “Me ha llamado muchísima gente de todo tipo”, explica. “Desde inmigrantes a españoles de ciudades como Málaga, Barcelona, Zaragoza y Madrid”. La crisis y el ahogo económico de muchas familias han hecho que la vuelta al pueblo sea una vía de escape al paro, las hipotecas y la poca calidad de vida en la gran ciudad.

El problema surgió en junio, a final de curso. Serón de Nágima tenía dos maestros para 12 niños, pero el curso siguiente iba a haber dos alumnos menos y, al no llegar a la docena, la Junta de Castilla y León sólo puede enviar a un educador (y eso que es la comunidad española que aguanta un aula con menos niños). “De cara al exterior, un maestro para diez niños puede parecer un lujo, pero en realidad no lo es”, afirma Maribel, de 39 años y madre de dos niños en edad escolar. “Los niños son de todos los niveles, desde los tres cursos de Infantil hasta los seis cursos de Primaria, y un mismo profesor tendría que dar clase en el mismo aula y al mismo tiempo a niños de 3 y de 12 años”.

Por ello, el alcalde se ha puesto manos a la obra para encontrar a esos dos niños que posibilitarían la incorporación de dos maestros. “Un constructor del pueblo me dijo que necesitaba albañiles serios y que tenía muchos problemas para conseguirlos”. Latorre aprovechó esa oportunidad laboral y varias viviendas vacías propiedad del Ayuntamiento para lanzarse a buscar a una familia que respondiera al perfil. “Aquí no hay ayudas de instancias superiores”, se resigna. “Somos pueblos pequeños y cada uno tenemos que buscarnos la vida como podemos”.

EXTRANJEROS, LA SOLUCIÓN

Desde hace unos años, los inmigrantes han sido la única solución de Serón de Nágima para combatir la despoblación. Actualmente, los lugareños conviven con naturalidad con familias de ecuatorianos, colombianos y marroquíes. “No hay ningún tipo de problema”, aclara José Juan. “En un pueblo pequeño no se crean guetos ni aislamientos como en las grandes ciudades. No hay más remedio que relacionarse”.

Daniel y Alexandra son un matrimonio colombiano de 38 y 37 años. Recalaron en Soria hace un año y medio, tentados por una oferta laboral y un piso subvencionado que sólo se lleva 100 euros al mes del sueldo familiar. Venían de malvivir en Murcia y Alicante, donde el alquiler y el resto de los gastos cotidianos eran mucho más altos que en Serón. Apenas quedaba margen para el ahorro, y la rutina asfixiante de la ciudad  les había hecho olvidar los ratos de ocio y descanso.

“Aquí estamos más tranquilos y los niños crecen en un entorno más relajado”, dice Alexandra, que limpia casas de personas mayores por horas. “Además, podemos ahorrar y nos da incluso para irnos de vez en cuando a comer unas pizzas o unas hamburguesas, que a los niños les gusta mucho”.

El mayor, Daniel, acude al instituto en Soria, y la distancia –45 minutos por carreteras comarcales– le obliga a vivir allí de lunes a viernes. Ya conoce la actividad de la ciudad, y el pueblo le aburre. “Esto no me gusta, no se puede hacer nada”.
Los otros dos, más pequeños, aún soportan el ritmo de un lugar con poco ruido y pocos niños. Andrés, de 12 años, y Miguel, de 4, son dos de los culpables de que la escuela siga funcionando. Sin inmigrantes, la localidad castellano-leonesa tendría sólo cinco niños en edad escolar y los padres tendrían que llevar a sus hijos a estudiar fuera del municipio. El colegio habría cerrado.

Maribel, hermana del alcalde y miembro del Consejo Escolar, lo tiene claro. “No hay ningún español que haya venido a vivir al pueblo”, afirma. “Los españoles nos hemos vuelto muy señoritos y ya no queremos trabajar de cualquier cosa”.

No hay más que fijarse en Ahmed, el alguacil del Ayuntamiento. Es marroquí, está casado y tiene tres hijas de 8, 6 y 2 años. En su trabajo se incluye el mantenimiento de las fincas municipales, el cultivo, la limpieza, el control de las piscinas y el arreglo de cualquier avería que surja en el pueblo.  Después de trabajar de temporero en distintos lugares de España, ha encontrado estabilidad laboral y no piensa marcharse. “Estoy encantado, me quedaré aquí para siempre”.

M’Barka, su primogénita, nació en Jerada, un pequeño pueblo al noreste de Marruecos. Las dos siguientes –Hayat y Wafaa– ya lo hicieron en España. “Conmigo hablan en árabe, pero entre ellas usan el castellano”. Entre las tres forman un tercio del alumnado de Serón de Nágima, una pequeña población soriana que lucha como tantas otras por no ser borrada del mapa.

EDUCARSE EN UN PUEBLO
A pesar de que muchos piensen que estudiar en un colegio rural no ofrece garantías, existen muchos factores positivos en la educación y el crecimiento personal de un niño en un pueblo pequeño:

• MÁS ATENCIÓN. Son menos niños y el maestro da clase de manera más personalizada que en la ciudad. Además, existe un conocimiento más profundo del entorno y las circunstancias personales del niño.

• ENTORNO. Los niños poseen un mayor conocimiento del lugar que habitan, las ciencias  naturales y la historia por vivir en un pueblo.

• PARTICIPACIÓN. Son pocos, y las actividades dependen simplemente de que ellos las organicen. Han de suplir las carencias con mucha creatividad, y ganan en recursos propios frente a los alumnos de ciudad.

• VARIAS GENERACIONES. La falta de niños hace que en la misma clase coincidan alumnos de varias edades. Esto, que podría parecer un problema, fomenta las relaciones intergeneracionales y la convivencia. Los mayores se implican con los pequeños.

• INDEPENDENCIA.
Salen solos por la calle y tienen más confianza y seguridad que los niños en la ciudad, donde siempre tienen que ir acompañados por adultos.

 

 

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